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La obra de Jean-Michel Basquiat que levantó a la nación hip-hop contra la violencia policial

La oleada de arte antipolicial en Estados Unidos se extendió a todos los campos. Esta es la historia de cómo el graffiti y la música se revelaron contra el abuso.

Jean-Michel Basquiat
Suiza, 1983, Jean-Michel Basquiat
// Foto Lee Jaffe / Getty Images

“Pude haber sido yo”, repetía Jean-Michel Basquiat a Suzanne Mallouk, haciendo alusión a la muerte de Michael Stewart: un joven negro de veinticinco años, un metro ochenta de estatura, unos 63 kilos de peso y con rastas cortas como las que solía usar Basquiat.

La historia ya se ha contado, pero su impacto en el arte ha sido determinante.

Michael Stewart era un aspirante a artista y modelo que escribía grafitis ocasionalmente.

En la madrugada del 15 de septiembre de 1983, Stewart estaba en la estación del metro entre la First Avenue y la 14th Street en Nueva York para tomar la línea L y regresar a su casa en Brooklyn.

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El joven, que al parecer estaba solo en la plataforma, sacó un marcador y escribió en la pared de la estación “ROS”. Sin que se diera cuenta, se le acercó un oficial de la MTA (Metropolitan Transit Authority) para arrestarlo.

A las 3:20 de la madrugada, cuarenta o cincuenta minutos después del supuesto arresto, Michael Stewart fue llevado por la policía al Hospital Bellevue con hematomas por todo el cuerpo, una hemorragia severa, la cara hinchada, las manos azules, los ojos inflamados y con señales de estrangulamiento.

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Cuando llegó al hospital aún se encontraba atado de pies y manos, su corazón no latía, no tenía pulso, no respiraba y tampoco había presión sanguínea: la policía lo había esposado y atado sus piernas con cinta, según ellos, debido a que “Stewart se había resistido al arresto y estaba muy agresivo, obligándolos a controlarlo”. Negaron enfáticamente haberlo golpeado.

En el hospital, los médicos estabilizaron a Stewart, pero el joven había ingresado en estado de coma.

El 28 de septiembre de 1983, trece días después, fue diagnosticado con muerte cerebral. Murió en la cama del hospital sin salir del coma provocado por la brutal golpiza que le proporcionaron once oficiales de la policía de Nueva York.

El público neoyorquino descubriría de manera detallada, gracias a los relatos de los testigos —que vieron como un grupo de policías lo tiraban al suelo luego de salir de la estación del tren y lo golpeaban descarnadamente— y a un reportaje del The New York Times que mostraba las contradicciones de los informes policiales que argüían que los golpes de Stewart «fueron producidos por varias caídas después de intentar escapar al arresto».

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De los once agentes de policía involucrados, sólo tres fueron acusados con cargos de homicidio culposo, pero después serían absueltos de cualquier delito debido a “inconsistencias en el proceso”.

Basquiat y Stewart se conocían. No eran amigos, pero frecuentaban los mismos círculos sociales: eran artistas y estaban metidos en la escena del hip-hop, les gustaba el rap, el grafiti e, incluso, salieron con la misma chica, Suzanne Mallouk, la novia de Stewart en el momento de su muerte y ex-pareja de Basquiat.

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Basquiat, cuya desorientación y paranoia aumentó luego del trágico evento —y en parte también al consumo de grandes cantidades de cocaína y heroína—, entró en un estado de conmoción durante un tiempo. Se vio envuelto en un espiral de angustia, nostalgia y desprecio.

Esas emociones hicieron, también, que Jean-Michel Basquiat creara una de sus piezas más íntimas, personales e introspectivas: Defacement (The Death of Michael Stewart) [La muerte de Michael Stewart].

Basquiat-defacement
Defacement, de Jean Michel Basquiat
// Licencia Fair Use Wikipedia

El trauma del racismo y la discriminación está en el centro de esta obra.

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Usando un par de marcadores y un acrílico Basquiat elaboró un boceto en una placa de yeso pintada y etiquetada en la pared del estudio NoHO de Keith Haring, otro artista en ascenso, en el que se observan dos policías con rostros diabólicos y grandes colmillos golpeando con bastones (bolillos) a una sombra negra sin brazos y sin piernas.

En la pieza se puede leer la inscripción: ¿defacement©?

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La imagen expone y representa la humanidad negada a las poblaciones negras de Estados Unidos. Fue una obra que nunca tuvo la intención de mostrarse o exponerse en una galería, ni mucho menos venderse, pero Haring, al mudarse de su estudio en 1985, cortó la imagen de la pared y, un año después de la muerte de Basquiat la mandó a poner en un marco dorado que colgó justo encima de su cama.

Defacement (The Death of Michael Stewart) no solo fue un recordatorio de la larga historia de racismo, discriminación y brutalidad policial hacia las personas negras (latinas y asiáticas) en Estados Unidos, también se convirtió en el detonante para que la escena del hip-hop reflexionara más a fondo sobre el racismo, la violencia extrajudicial y la precariedad que circulaba en las calles.

El rap contra la política y la policía

El rap llevaba tiempo ganando espacio en los barrios marginales, en parte, porque la era de la música disco estaba al borde la extinción, pero, principalmente, porque lograba exponer las experiencias de las personas negras tanto en su vida cotidiana como lo que vivían en las calles.

El género contaba desde 1979 con un par de hitos en estudio: Rapper’s Delight y The Message; las dos canciones, producidas por el sello discográfico Sugar Hill, eran las piezas más populares del hip-hop mainstream.

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Sin embargo, para muchos cultores del género, la primera de estas canciones, interpretada por la banda The Sugarhill Gang, era una farsa que suplantaba la experiencia del hip-hop con una novedosa pero edulcorada rima que invitaba a las personas a olvidar sus problemas saltando y bailando.

La segunda, The Message, no menos pegajosa y comercial que Rapper’s Delight, fue lanzada en 1982, dos años después de la posesión de Ronald Reagan como presidente de los Estados Unidos, por Grandmaster Flash & the Furious Five.

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La canción atribuida a la banda (el tema fue escrito por Ed “Duke Bootee” Fletcher”, pero interpretado por Grandmaster Flash & the Furious Five) reflejaba la destrucción que deja una larga noche de celebración y el bajón anímico que se genera cuando la euforia causada por el alcohol y las drogas se diluyen en la mañana siguiente: [A veces es como una jungla. Me pregunto cómo hago para no hundirme. Cristales rotos por todas partes. La gente mea en las escaleras, sabes que no les importa. No soporto el olor, no soporto el ruido. No tengo dinero para mudarme, supongo que no tengo elección].

La devastación y el abatimiento que describe la canción era el que había causado, en tan solo dos años de gobierno, Ronald Reagan con las políticas de austeridad: recortes a los programas de asistencia social, desregulación financiera, reducción del papel del estado e incremento de la deuda nacional.

El strip-tease del Estado, promovido por la reaganomía, trajo consigo una gran recesión que se acompañó de un constante abandono a la clase media y a los trabajadores, desempleo, precariedad económica, pobreza y marginalidad.

En otras palabras, nada goteó hacía las mayorías (negros, latinos, asiáticos). Los ricos y los súper ricos recibieron todos los beneficios de los recortes de los impuestos.

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Por supuesto, esta situación detonó altos índices de inseguridad y violencia en las zonas olvidadas de todo el país. Barrios como el Bronx en Nueva York y Compton en Los Ángeles se vieron particularmente afectados, además, por la «nueva moda» del consumo del crack.

La guerra contra las drogas impulsó diferentes políticas y planes no para reducir el consumo y ayudar a salir a las personas de su adicción, sino para frenar a las economías ilegales que producían riqueza a costa de los drogadictos y para apaciguar la violencia.

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El gobierno de Reagan echó mano de una teoría de control policial conocida como las “Ventanas rotas”, la cual sostenía que el delito florece en entornos poco estrictos de aplicación de la ley y en los que el deterioro se incrementa debido a la apatía de la comunidad.

La forma de remediar esto consistió en incrementar la vigilancia de esas pequeñas ofensas que atentaban contra la “calidad de vida” como el “vagabundeo”, el “vandalismo” o el consumo público de alcohol y los grafitis. La teoría, que exigía un enfoque agresivo, logró “amplios resultados” mediante la criminalización de delitos menores, pero, sobre todo, tuvo un enorme impacto discriminatorio sobre las poblaciones negras y latinas.

Entre 1982, el año en que se grabó The Message, y 1983, el año del asesinato de Michael Stewart, aumentaron las denuncias relacionadas con la conducta y la violencia policial.

La política de las «ventanas rotas» hacía gala de haber cosechado otro «logro» que tenía que ver con el hecho de que cerca de la mitad de los arrestos terminaban en desenlaces fatales.

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En medio de este panorama en exceso deprimente, The Message no fue la única ni la primera canción del género en hablar de temas como la pobreza, el desarraigo social, la precariedad y el racismo institucional: entre otros muchos estaban «The Breaks», «Hard Times» y «Tough», de Kurtis Blow; «How We Gonna Make the Black Nation Rise» de Brother D y Collective Efforts; «Vicious Rap», de Tanya “Sweet Tee” Winley.

Otros raperos como DJ Toddy Tee describirían la lucha del jefe de policía de Los Ángeles contra la droga y la violencia policial hacia las comunidades negras y latinas. En Batterman, por ejemplo, cuenta cuando este, a bordo de un vehículo blindado, destruye todas las «crack houses» [casas de crack].

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Aún así, eran canciones que carecían de frenesí y exuberancia. Mostraban más resignación que furia y disgusto.

Los avances que había logrado el movimiento de los derechos civiles en las décadas pasadas se estaban diluyendo. Sin Martin Luther King Jr., Malcolm X, Medgar Evers, Fred Hampton, las Panteras Negras y sin la fuerza de Rosa Parks, el destino de la poblaciones negras parecía no dar pie al optimismo.

No obstante, en la canción «6 in the mornin’» de Trace “Ice T” Marrow, de su álbum debut Rhyme Pays de 1987, el rapero retomaba una afirmación mucho más agresiva de la identidad cultural negra, una actitud positiva hacia la diferencia y la lucha sobre la representación que se desplegó después del movimiento por los derechos civiles.

Ice T le da una mirada a un evento histórico de 1979, cuando un joven negro escapa de la policía después de que estos ingresaran a su casa derrumbando la puerta para arrestarlo. Lo que sigue es más que brillante: el joven se convierte en ese monstruo de las calles al que la sociedad blanca y la policía le temen.

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La propuesta de Ice T es la valoración de lo que normalmente habrían sido estereotipos negativos. Hizo de su héroe negro (unos erróneamente lo conciben como antihéroe), un semental profesional que exitosamente evade la policía y se abre camino con la ayuda de los beats del hip-hop y cuando finalmente lo atrapan y es enviado a la cárcel, provoca un levantamiento.

La nueva generación de raperos y artistas estaban cansados de que se les tratara como ciudadanos de tercer nivel, sin ningún tipo de respeto, derechos o consideración.

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De aquí en adelante las rebeliones serían más frecuentes y las manifestaciones musicales mucho más crudas y descarnadas hacia la policía.

La canción FUCK THA POLICE del álbum Straight Outta Compton de N.W.A, fue lanzada en 1988 e inmediatamente causó gran conmoción. El tema no se andaba con rodeos, tenía un tono más extremo, desafiante y abiertamente promovía una autodefensa contra la violencia policial y las políticas de derecha en sus barrios.

Esto ya no era una simple protesta, N.W.A dejaban de lado toda ideología, el pacifismo de Martin Luther King Jr., el autoconocimiento que promovía la Nación del Islam o la idea de empoderamiento de la raza del Black Power para apuntar y agarrar directamente del cuello al problema de la violencia policial.

La juventud negra —y no negra— que escucha estas canciones (muchos de los cuales han tenido un encuentro «desafortunado» con la policía), pueden disfrutar e imaginar los «triunfos» de sus héroes sobre el mundo blanco. Se puede decir que en el arte se nivela el campo de juego. Así como Basquiat garabateó la imagen que lo atormentaba, sin otro filtro que el de su estilo, y concretó una obra millonaria.

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