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Lo que 'Harry Potter' me enseñó sobre la vida política

La saga de novelas juveniles trata una serie de temas como el racismo, el clasismo, la movilización social, rechazo al autoritarismo y más.

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Harry Potter y la Orden del Fenix, Warner Brothers (2007)

Releí Harry Potter después de 10 años de mi última lectura. El universo de Harry Potter es muy cercano a mi corazón por varios motivos. El primero es que fue con estos libros con los que logré engancharme a la lectura, una actividad fundamental para mi vida y que ha influenciado mucho en mi forma de ser y relacionarme con los otros. También le tengo cariño porque, claro, es una ficción, pero me permitió creer en la magia. Pero lo más importante es porque fue una lectura que me abrió las puertas a la politización.

Por: Vanessa Velásquez Mayorga // @vanessavm__
Fotos de fragmentos tomadas de la colección Salamandra Bolsillo (2020)

Esta influencia no fue solo en mí, claramente, sino en toda una generación de jóvenes que alrededor del mundo leyeron estas páginas y recibieron de ellas, probablemente, un primer acercamiento a la acción política. La saga de novelas infantiles y juveniles trata una serie de temas como el racismo, el clasismo, la lucha obrera, la movilización social, los movimientos estudiantiles, el autoritarismo, la defensa de los derechos humanos y hasta una crítica a las cárceles como Guantánamo y Alcatraz. Los asuntos políticos en Harry Potter son tan vigentes que en varias universidades se enseña sobre ciencias políticas, relaciones internacionales o economía con base en la saga. Hay papers, tesis doctorales e investigaciones sociales que indican que la generación que creció leyendo los libros de Harry Potter es más tolerante con las minorías, están más involucrados en la política, tienen menos predisposición hacia el autoritarismo, apoyan más la igualdad y las libertades individuales y se oponen al uso de violencia y violación de los derechos humanos. 

Ahora, leer este libro en un país y en una época en la que hablar de la “polarización” política es el común denominador de las conversaciones, en donde hay una masacre día de por medio, en la que la movilización social es promovida por organizaciones civiles de jóvenes, en las que el gobierno está tomando tintes autoritarios y las fuerzas estatales tienen vía libre para cometer toda clase de abusos en contra de la población civil, en la que aunque hace un par de años se firmó un acuerdo de paz y pareciera que estamos volviendo a revivir las violencia que se vivió hace tres décadas, hace que las páginas de la saga tomen relevancia. 

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O al menos hace que sirvan de ejemplo y, para los más románticos, dé alguna esperanza. Estas son algunas lecciones que, a la luz de la actualidad colombiana, he rescatado de la lectura de la saga de Harry Potter

 

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“El mundo no se divide entre mortifagos y gente buena” 

En el quinto libro Sirius Black le dice esto a Harry. ¿Qué significa? Bueno, pues que en la vida no hay dos bandos. No somos nosotros y el enemigo, no están los buenos y los malos, sino que hay una escala de grises detrás de cada persona. “Todos tenemos luz y oscuridad dentro de nosotros”, dice Sirius. “Lo que importa es la parte sobre la cual decidamos actuar, eso determina quienes realmente somos”.

En un país como Colombia en el que se habla tanto de polarización esto es clave. Colombia no se divide entre uribistas y petristas, por ejemplo. Entre guerrilleros y paramilitares. Entre población civil y grupos armados. Que uno se identifique con un grupo político no significa que todos los otros sean grupos enemigos a los que hay que aniquilar y que muchos factores entran en juego al momento de juzgar a esos con quien no coinciden ideológicamente.


 

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No siempre los encargados de cuidarnos y velar por nuestra seguridad van a hacerlo

En el quinto libro, La orden del Fénix, el ministerio de Magia en vez de brindarles a los jóvenes magos el conocimiento y las herramientas para prepararse ante el regreso de Lord Voldemort, prefiere tomar una actitud negacionista y defensiva. 

El Ministerio entonces decide atacar a quienes denuncian el regreso de Voldemort, desacreditar su nombre y su palabra, crear narrativas que pongan en duda la veracidad de los relatos que pueden poner en riesgo el poder que tienen y hacerles quedar como incompetentes. Decide, además, suspender la enseñanza de hechizos defensivos en los estudiantes vendiendo la idea de que “no hay nada de qué protegerse”, de que no hay ningún riesgo afuera de las aulas de clase que amerite que los muchachos aprendan a defenderse.

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No siempre quienes tienen el poder de protegernos lo harán, sobre todo cuando tomar la decisión de proteger y cuidar signifique aceptar que hay un “enemigo” mayor que ponga en duda la capacidad de las autoridades de mantener el orden. 

En Colombia, el actual director del Centro Nacional de Memoria Histórica ha negado el conflicto armado. “Aunque la ley de víctimas dice que lo vivido fue un conflicto armado, eso no puede convertirse en una verdad oficial”, dijo Darío Acevedo antes de su nombramiento en una entrevista con El Colombiano.  Negar hechos históricos que han dejado tantas víctimas es deslegitimar su lucha por que se les restablezcan sus derechos, e ignorar las consecuencias de dicho hecho. 

Consecuencias como el asesinato de líderes sociales y ex combatientes que se acogieron al proceso de paz. Desde el 1 de diciembre de 2016, día en que se implementó el acuerdo de paz en Colombia, más de 170 líderes sociales han sido asesinados sin que el gobierno nacional reaccione. Personas que habían denunciado amenazas y acciones en su contra sin recibir apoyo ni protección de quienes deberían protegerlos.

 

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El fin no justifica los medios

En el cuarto libro, El cáliz de fuego, conocemos a Barty Crouch, un mago que tiene una posición de poder en el ministerio de magia. Durante el periodo que Voldemort estuvo en el poder, Crouch fue uno de los funcionarios del ministerio que más se resistieron a jugar bajo sus reglas y permitir que el ministerio flaqueara bajo el régimen que Voldemort quería proponer. Crouch fue implacable en la persecución, captura y encarcelamiento de los mortífagos (así se llamaban los seguidores de Voldemort), pero para dar resultados, tuvo que doblar un poco las reglas.

Como le cuenta Sirius Black a su ahijado, Barty Crouch fue implacable, sí, pero cruel. Aprobó que los aurores (magos cuyo trabajo era perseguir a los magos oscuros) utilizaran las maldiciones prohibidas, autorizó encarcelar a los sospechosos sin hacerles un juicio previo. El fin, detener el avance de Voldemort, era suficiente para Crouch para justificar que se cometieran actos bárbaricos y violentos. 

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Crouch combatió el miedo con más miedo, y la violencia con más violencia, y a muchos magos aterrorizados por Voldemort les pareció que esto era una buena idea. Ganó seguidores y adeptos que apoyaban sus métodos y lo defendían a capa y espada y lo respaldaban en su camino hacia convertirse en Ministro de Magia, el más alto cargo de poder en el mundo mágico.

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Pienso en los falsos positivos del Ejército Nacional para maquillar los resultados de las operaciones militares y hacer pasar por guerrilleros muertos en combate a jóvenes inocentes. Pienso en la Operación Orión en la que, en colaboración con grupos paramilitares, el Ejército Nacional entró en la comuna 13 de Medellín con el propósito de acabar con las milicias urbanas de las FARC ubicadas en dicho barrio. Actos cometidos por instituciones que tienen la motivación, legitimidad y poder suficiente para validarlas, así no estén en su misión.

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Debemos llamar las cosas por su nombre

En el universo de Harry Potter la persona más malvada no es nombrada. Produce tanto miedo que incluso su nombre es vetado. Lord Voldemort es conocido como el-que-no-debe-ser-nombrado pero Hermione nos lo dice en La piedra filosofal: “El miedo a un nombre solo aumenta el miedo a lo que nombra”. 

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En la saga, además, hay un ejemplo de la importancia de llamar las cosas por su nombre que parece calcado del manual de las autoridades colombianas. Cuando en el quinto libro Harry afirma frente a Dolores Umbridge que Voldemort volvió y que fue él quien mató a Cedrig Diggory, Umbridge le responde:

La muerte de Cedric Diggory fue un trágico accidente. 

A lo que Harry con contundencia la corrige: “Fue un asesinato”. Una conversación que bien pudo haber sucedido después del asesinato de Dilan Cruz a manos del ESMAD, o de las 12 víctimas del 9S que fueron impactadas por balas disparadas por agentes de la Policía Nacional. Según las autoridades estas muertes fueron accidentales. Así lo dijo un agente del Esmad en relación al caso de Dilan Cruz, al igual que la ministra Nancy Patricia Gutiérrez. En lo corrido del año, según reporta Cero Setenta, la Policía ha asesinado a 17 personas, no se han muerto en un trágico “accidente”.  En Colombia en 2020 se han perpetrado 61 masacres confirmadas, y se llaman masacres, no homicidios colectivos, término que ha utilizado el gobierno colombiano en referencia a estos hechos, y que los medios de comunicación han replicado. Este artículo publicado por El Espectador ahonda en la diferencia entre los términos. Este episodio de Presunto Podcast también explica por qué el uso de eufemismos ante hechos de violencia ayuda a maquillar las narrativas.

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Todos tenemos prejuicios interiorizados… que podemos desaprender

Ejemplo de esto es Ron, el penúltimo hijo de una familia de sangre pura dentro del mundo mágico. A pesar de ser un pelado buena onda y amable, un amigo fiel y confiable, tenemos que decirlo: es racista, machista y prejuicioso. Sin embargo, a lo largo del desarrollo de la saga, Ron aprende que esos prejuicios que carga son justamente eso, prejuicios, nacidos del desconocimiento y la desinformación. 

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Ron no es un racista prejuicioso nivel Umbridge, pero sí se escandaliza cuando se entera que Hagrid es mitad gigante, y prefiere mantener la distancia de Lupin cuando se entera de que es un hombre lobo. Ridiculiza el movimiento de Hermione en pro de la libertad y los derechos laborales de los elfos domésticos porque está convencido de que es normal que una especie entera sea esclavizada para beneficio de los magos. Trata a Hermione e incluso a Ginny, su única hermana, con algo de condescendencia y no con horizontalidad. 

Pero lo que hay que resaltar de Ron es la lección más grande: después de conocer y compartir con estas personas y criaturas se da cuenta de que la narrativa que conocía es errónea. Desaprende sus prejuicios. Hagrid, el mitad gigante, se convierte en uno de sus mejores amigos y el profesor Lupin en uno de sus modelos a seguir. Se une a Hermione en la lucha por liberar a los elfos domésticos y su forma de tratar a las mujeres también mejora. 

En este caso hay dos lecciones: incluso la gente que consideramos buena puede tener prejuicios alimentados por su contexto o crianza. No siempre son malas intenciones, la mayoría de las veces es desinformación. Y afortunadamente la desinformación se puede combatir estudiando, leyendo o en este caso directamente interactuando con el objeto de nuestros prejuicios y así desaprenderlos. 

 

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¡Organicémonos!

Harry no venció solo a Lord Voldemort. Si bien sí tuvieron varios enfrentamientos cara a cara, fue gracias al trabajo en equipo con sus compañeros que debilitaron al señor tenebroso. Los estudiantes de Hogwarts, desde el quinto libro, son un ejemplo de la organización en colectivo como modo de resistencia. Entienden la educación como un elemento fundamental de la resistencia y al ver una falencia en Hogwarts crean un propio espacio en el que puedan aprender a defenderse y así estar listos para enfrentarse a Lord Voldemort. 

Lo que pasa con el Ejército de Dumbledore en los dos libros siguientes es tal vez uno de los efectos que más se traslada a la vida real de los lectores de la saga: el despertar político de una generación. Crear el Ejército de Dumbledore le enseñó a los personajes del libro que ante las injusticias y ante la falta de información y enseñanza, una opción válida es organizarse con sus compañeros y tomar vías de hecho, pues nadie más lo hará por ellos. Nadie más saldrá a protestar contra las muertes sistemáticas, nadie más les enseñará a defenderse. Están ellos, juntos, y eso es suficiente.

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Y esto viene a nuestro mundo, a nuestro país. El paro nacional del #21N promovido en su mayoría por gente joven es tal vez el mejor ejemplo del alcance que pueden tener las organizaciones sociales que claman por un cambio. También es una muestra de esto las respuestas a la violencia policial del #9S, en la que jóvenes se tomaron los CAIs para crear bibliotecas populares, hacer manifestaciones artísticas y pacíficas que no por pacíficas son menos contundentes. Ante la violencia y la injusticia, las acciones colectivas se alzan como fénix.

 

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