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Necesitamos más feminismo punk: romper botellas y armar problemas

La cuestión de género, por el mercado pop, dejó de ser una categoría de análisis social y político para convertirse una etiqueta de Tumblr y Pinterest.

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El feminismo pop llegó de la mano con Beyonce en los VMA, Emma Watson en ONU Mujeres y Taylor Swift en televisión abierta. Las mujeres más influyentes de occidente, celebridades de Hollywood, le dieron el visto bueno a esa palabra con “f” que tenía asustado a más de medio mundo. Divas que pusieron a hablar a la prensa rosa y les permitieron a muchas mujeres de todo el mundo, jóvenes y adultas, ver que el feminismo no competía con la cultura pop. Grandes marcas (algunas involucradas en escándalos de explotación laboral) hicieron de “Feminism” el nuevo estampado de moda en sus camisetas y demás piezas textiles.

Por: Za Carmenza // @ZaCarmenza


La cuestión de género, por magia del mercado pop, dejó de ser una categoría de análisis social y político para convertirse una etiqueta de Tumblr y Pinterest. Nada de esto sería problemático si, bueno, todas las mujeres fuéramos blancas, estadounidenses y con el poder adquisitivo suficiente, no sólo para comprar en Zara o Forever21 camisetas que griten “Girl Power” sino para no tener que ser aquellas que las confeccionan en maquilas o fungiendo de satélites en un trabajo mal pago y sin garantías.

Pero lo cierto es que no solo un gran porcentaje de las mujeres del mundo estamos lejos de tener acceso a la televisión estadounidense, los conciertos en el SuperBowl o el micrófono abierto en la ONU para defender nuestro feminismo (que es, al final de todo, defender nuestro derecho a estar vivas), sino que, además, nos toca enfrentarnos a diario con agresiones que difícilmente se combaten con charlas Ted o infografías de Pictoline.

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Porque, si bien el abrazo que dio la cultura pop al feminismo lo ubicó en la opinión pública, también amenaza con vaciarlo de contenido y hacer de la lucha por los derechos de las mujeres, nada más la oportunidad para ampliar el mercado de consumo femenino (y vale recordar que la economía de mercado ha sido siempre adversa para las mujeres).

Este feminismo pop que nos quiere vender camisetas y la versión hollywoodense de mujer empoderada, también ha creado en el imaginario la noción de que existen feministas buenas (bonitas, amables y pedagógicas) y feministas malas (emputadas, “feas” y de tono poco amables).

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El ejemplo más reciente nos lo puede dar Miss Perú 2018, luego de que se hiciera viral que las candidatas presentaran cifras de violencia de género en su país y regiones, en lugar de las acostumbradas medidas 90-60-90 y variables. La sociedad que aplaudió el gesto como empoderante y revolucionario, es la misma que critica los grafittis que quedan luego de las manifestaciones contra los feminicidios, la que le dice a su feminista más cercana que, bueno, tal vez esté exagerando un poco, que a los hombres también los matan y que con ese tono agresivo no va a conseguir que nadie la escuche.

(Y ni hablar de cuando no nos depilamos las axilas, escogemos una estética no considerada lo suficientemente “femenina” o, peor aún, cuando nos enamoramos de otras mujeres y tenemos sexo sin un pene.)

Las feministas le llamamos a eso “tone policing” o “fiscalización del tono” que es, básicamente, el descalificar lo que se dice por cómo se dice. Pues porque, al final, a las mujeres se nos celebra esa capacidad de defender con las uñas y dientes a quienes amamos (ojalá nuestros hijos y maridos) siempre y cuando eso no incluya defendernos a nosotras mismas o a nuestras iguales; mejor si lo hacemos amablemente, mejor si es en bikini en un certamen de belleza.

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En Colombia, durante los diez primeros meses de 2014 se asesinaron un promedio de 2.6 mujeres por día, en 2015 2.2 y, en 2016, 2.4. En los mismos tres años se presentó que los lugares donde más se victimizaban a las mujeres eran las vías públicas ¡y sus propias casas! Según Medicina Legal, las mujeres entre los 20 y los 29 años aparecen como aquellas que más riesgo tienen de ser víctimas de violencia intrafamiliar. Sí, más o menos la edad que tienen las reinas de belleza en Miss Perú y Miss Colombia.

Pese a estas cifras y las otras miles y miles que aparecen cada día, demostrando que la violencia contra las mujeres por su condición de mujer existe, hay quienes insisten en pedir que la defensa de nuestras vidas se haga de una manera amable, ojalá sin incomodar a nadie y al estilo Emma Watson, Tylor Swift y Beyoncé. Al estilo de las feministas buenas.

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Pero como la mayoría de mujeres no tenemos el poder, los medios o privilegios de las feministas buenas, a nosotras nos toca seguir siendo las feministas malas; defendiendo el derecho a estar bravas, hastiadas, asqueadas y sin paciencia. Nos toca defender nuestra vida con uñas y dientes, la nuestra y las de las nuestras.

Ante una ola de feminismo pop, necesitamos más feminismo punk: antisistema, violento y visceral. Contracultural en una cultura en la que la violación es la norma y autogestionado en un mercado en el que las camisetas “Feminism” las confeccionan mujeres explotadas y vulneradas.

 

Un feminismo que, ante la ausencia de micrófonos, grite, aúlle, patalee. Ante la falta de normas y leyes que lo protejan, se autodefienda.  Feminismo punk como el que se hace desde la calle, desde abajo y contra los de arriba.

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Lo bueno de no ser del porcentaje que representan Watson o Swift, es que somos muchas, estamos bravas y estamos sueltas.

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