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¿Qué está pasando con las bandas sonoras de las películas latinoamericanas?

Podríamos mencionar millones de bandas sonoras de películas hollywoodenses, ¿pero dónde queda el “voto latino”?

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Podríamos mencionar bandas sonoras de películas como Pulp Fiction, La guerra de las galaxias, Trainspottting o 24 Hours Party People. Pero si nos fijamos, casi todas estas películas y sus bandas sonoras tienen que ver con películas generadas bajo el manto de Hollywood. ¿Y entonces dónde quedamos los latinoamericanos y nuestras bandas sonoras?

Por: José “Pepe” Plata // @owai

En sus inicios, el cine tuvo música de acompañamiento en vivo: músicos y orquestas le daban a la proyección su esencia sonora.  Pero tuvieron que pasar más de dos décadas para que se perfeccionara la posibilidad de unir la imagen y el sonido. Diferentes técnicas y formatos fueron usados para poder lograr la combinación y sincronización entre estos dos elementos. Pero es hasta 1927 cuando la industria se da cuenta de esa posibilidad.

Lo que ha sido una amorosa, tortuosa, larga, ingeniosa pero provechosa relación entre el mundo de la imagen y el sonido a través de la música, se ha materializado en lo que conocemos como bandas sonoras o también, la música para el cine. En efecto, si la película nos cuenta una historia y se vale de los sonidos y las canciones, hemos tenido innumerables recuerdos de bandas sonoras que han formado parte de varias generaciones. Canciones de películas, sonidos de películas, entre otras posibilidades, forman parte de nuestra herencia pop.

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Podríamos mencionar bandas sonoras de películas como Pulp Fiction, La guerra de las galaxias, Trainspottting o 24 Hours Party People. Todas han marcado una historia que ha quedado en nuestro existir. Pero si nos fijamos, casi todas estas películas y sus bandas sonoras tienen que ver con películas generadas bajo el manto de Hollywood. ¿Y entonces dónde quedamos los latinoamericanos y nuestras bandas sonoras?

Consideremos la realidad de la industria cinematográfica latinoamericana. Cientos de historias por contar, pero con presupuestos limitados y expectativas distintas a la de una cinta de Hollywood. Las bandas sonoras de películas latinoamericanas no suelen ser editadas; así que acceder a ellas no es algo que se haga de buenas a primeras. Y ahora que no se editan tantos discos, menos opciones hay para tenerlas. Años atrás, el argentino Rubén Scaramuzzino, director de la revista española Zona de Obras, quiso hacer un reportaje sobre estos discos; pero no se logró tener una muestra que representara esto para hacerlo visible.

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En nuestro país, el ejemplo que sale a relucir es la banda sonora de la película de Víctor Gaviria, Rodrigo D. Se recuerda por ser la historia de un joven de las comunas de Medellín en la época del narcoterrorismo. Y tanto la película como su banda sonora logran mostrar el punk y el metal de la capital antioqueña en una de sus épocas más duras de los últimos treinta años. Existen también trabajos de bandas sonoras de películas como El Colombian Dream (2006), El Arriero (2009, con música de Malalma), Perro come Perro (2008), Soñar no cuesta nada (2006), Los viajes del viento (2009), entre otras. Músicos académicos como Blas Emilio Atehortúa, Jacqueline Nova o Francisco Zumaqué también hicieron sus aportes en diferentes décadas. Una experiencia reciente, como la de Qué viva la música (2015) ofrece canciones de La Fania remezcladas por Toy Selectah, Los Saicos, Joy Division o Quiero Club; pero esta banda sonora no está en el mercado. Las pocas publicaciones que se hacen de algunas de ellas, son piezas sueltas.

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