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Guía para entender el chucu chucu navideño

Ya va a ser navidad y es tiempo de que nos preguntemos cosas profundas: ¿por qué se casó Adonay? ¿Dónde están los juguetes? ¿Por qué el niño no los trajo?

Cada navidad es tiempo de que nos preguntemos cosas profundas: ¿por qué se casó Adonay? ¿Dónde están los juguetes?  ¿Por qué el niño no los trajo?  ¿Por qué asociamos el chucu chucu a la navidad? ¿Por qué carajos le decimos chucu chucu? 

Por Fabián Páez López - @DavidChaka

La música que suena cada año en navidad nos ha hecho cuestionarnos sobre problemas profundos: ¿por qué se casó Adonay? o ¿dónde están los juguetes? (el niño no los trajo).

Pero más allá de las intrigas que nos plantean las letras de estas canciones, vale la pena preguntarnos por qué, sin ser los típicos villancicos, hay un tipo de melodías que parecen estar relegadas al mes de diciembre. Y sobre todo, ¿por qué conocemos a esas canciones como “chucu chucu”?

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Cualquier intento de escapar a la música decembrina es en vano; subirse a un taxi el último mes del año y escuchar los insufribles aguinaldos en la radio o la sabrosa Cariñito de Rodolfo Aicardi junto a Los Hispanos es señal inequívoca de dos cosas.

La primera, que el taxista nos va a cobrar más caro por un impuesto que él se inventó: “la prima navideña”. Y la segunda, que ya se acerca la navidad. Y no, no a todos los va a alegrar como dicen Hector Lavoe y Willie Colón en su Aires de navidad. Aun así, todos los años llega el momento en que debemos convivir con estos ritmos que se han convertido en la banda sonora de la temporada. 
Para empezar, tenemos que hablar de historia patria. Uno de los principales detonantes de este fenómeno en el país fue la empresa Discos Fuentes. El 28 de octubre de 1934 el señor Antonio “Toño” Fuentes fundó esta casa disquera, la primera de Colombia. Desde entonces, esta sería la morada de la música tropical en nuestro país, la gestora de la mayoría de los grandes éxitos bailables sacados de nuestro interminable repertorio sonoro popular. 

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Además de ser la pionera en la industria fonográfica colombiana, en Discos Fuentes se gestó ese frenesí de música tropical navideña que, hasta hoy, no ha dejado de sonar. Allí se produjo el primer trabajo de larga duración editado en estéreo Navidad negra de Pedro Laza y sus Pelayeros. En 1961 lanzarían el primero de los discos que pondrían en su lugar a las melodías tropicales, el papá de los compilados de fin de año, los infaltables 14 cañonazos bailables.
Cada año, Discos Fuentes produjo y volvió popular una compilación de los mejores éxitos bailables, la mayoría grabados en su casa disquera. Eso, sumado a la relativa abundancia económica que provoca el desenfrenado consumo navideño, a las vacaciones, y en especial, a las elevadas dosis de comida y alcohol que se consumen en esta temporada, seguramente evocan los momentos más felices y memorables de la vida de nuestros padres y abuelos. La música que aún hoy nos inunda es aquella que los hacía felices a ellos. Pero volvamos a los cañonazos.
En  el Volumen 1., que vio la luz en 1961, se incluyeron éxitos como ‘Mi Sahagún’ del maestro Lucho Bermúdez, ‘El pájaro picón’ de la Sonora Cordobesa y la ‘Cumbia sincelejana’ de los Teenagers. De ahí en adelante esta sería una producción infaltable cada fin de año – a la fecha ya van en el Volumen 54 –. 
Poco a poco iban apareciendo en estas compilaciones los artistas más prominentes de la música tropical: Pastor López, Los  Corraleros de Majagual, Lisandro Meza, Fruko y sus tesos, Los hispanos y el infaltable Rodolfo Aicardi. Los 14 cañonazos incluían desde salsa y cumbias hasta vallenatos, porros y otros ritmos folclóricos que quedarían, en algún momento de la historia, agrupados bajo el término de chucu chucu.

¿Por qué? Tal vez tenga que ver con ese “seseo” casi desesperante que acompañaba el movimiento de hombros de las tías bailarinas en las novenas familiares o tal vez sea producto de una asociación sonora con el ritmo repetitivo que tienen algunas de estas canciones, que se han quedado impregnadas en la memoria guapachosa de varias generaciones. 
A pesar de que el repertorio de los 14 cañonazos se renueva anualmente hay varios títulos que se volvieron insignias navideñas, y que suenan insistentemente todos los años: Traicionera de Pastor López, Tus besos son de Rodolfo Aicardi con Los Hispanos o ‘La matica’ de Lisandro Meza, son éxitos inmortales, transgeneracionales. Canciones infaltables en las novenas familiares porque son el vivo recuerdo de una época. Aproximadamente entre 1965 y 1980, antes de que irrumpiera el merengue en nuestro repertorio fiestero, esta música que hoy conocemos como chucu chucu, fue el furor de todas las pistas de baile. De ahí que nuestros papás y nuestros abuelos quieran revivir sus tiempos de jolgorio y juventud; cuando podían festejar libremente.  El chucu chucu es una imposición, la extensión sonora del espíritu navideño que nos obliga a estar felices, así en la ciudad todo se vuelva más difícil. Afortunadamente podemos apreciarlo y unirnos a las celebraciones como lo hacían en sus décadas de furor: con alcohol. Además, si esta música es la banda sonora de diciembre ¿cuál será la de enero?, que es el mes del guayabo y de pagar las deudas, ¿Arjona? 

Así a algunos no les guste, el chucu chucu es nuestra música autóctona. Pero cuando uno intenta reproducir a Rodolfo Aicardi en octubre, por ejemplo, puede ser acusado de una precoz fiebre navideña. Por eso, deberíamos no darle tanto palo en diciembre y dejar más para el resto del año. 

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