Por: Mariangela Rubbini Q. - @bilirubbini
Foto: Juan José Horta
Un mar de gente caminaba hacia la tarima Tigo Music, el main stage o escenario principal del festival en el que vimos, todavía incrédulos de que eso estuviera sucediendo ante nuestros ojos, a monstruosos y arrolladores headliners como Nine Inch Nails , Los Fabulosos Cadillacs , Pixies y Gogol Bordello , entre otros tantos que pasaron por ahí durante los tres días que duró esta imponente fiesta musical. Acababa de bajarse una de las bandas más icónicas de la movida reggae en español: Cultura Profética, y se preparaba para subir una nacional de esas que son de mostrar con orgullo en la escena internacional: Bomba Estéreo. La audiencia que comenzaba a aglomerarse para verlos superaba de lejos en cantidad de gente a la de los dos días anteriores a esa misma hora.
El público respondía masivamente al llamado de un nuevo show que estaba a punto de comenzar en el Estéreo Picnic. Una banda colombiana estaba atrayendo espectadores en las mismas proporciones que lo haría una gigante del rock argentino, con casi 30 de años de historia, un par de horas después. Lo que estaba sucediendo en esos momentos terminó de convencernos: El FEP la estaba rompiendo mal. Eran las siete de la noche del tercer día de festival y el parque estaba a reventar. La gente había pagado sin chistar por su boleta y se notaba en su actitud que celebraba una organización y una experiencia impecables. Pese a la lluvia y al frío que tuvieron que soportar, nunca nadie dejó de sonreír.
Hicieron falta más cuatro ediciones, millonarias pérdidas en dinero, persistencia, muchísimo tiempo dedicado y un grupo de jóvenes socios soñadores y emprendedores, para que por fin, las grandes marcas de consumo masivo decidieran creer en este proyecto e invertir en él, para que los artistas y los grupos más importantes del planeta firmaran el contrato y aceptaran venir, y para que cientos de creyentes compraran su boleta a ciegas y sin siquiera preguntar quiénes tocarían en esta oportunidad.
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Gracias de verdad Estéreo Picnic, por enseñarnos a festivalear, por ayudar a instaurar en Colombia esa cultura que celebra la diversidad de sonidos, el arte, el diseño, la gastronomía y las buenas experiencias alrededor de la música, por obligarnos a pagar lo que es justo por ver un buen espectáculo en vivo, y por demostrar que cuando se sueña en grande ese sueño se cumple contra todo pronóstico. Sin duda alguna, de aquí en más hablaremos del antes y del después de Estéreo Picnic 2014. De aquí en más, aquellos empresarios chirretes que, haciendo uso de publicidad engañosa, organizan espectáculos mal montados que cancelan a última hora, no van a poder volver a meternos los dedos en la boca.
El público asistente a Estéreo Picnic aprendió la lección y entendió que no tiene por qué tolerar un pésimo sonido, en un pésimo lugar ni el maltrato al ingreso con tal de poder ver a su artista favorito en vivo. Esta vez quedó demostrado que nos merecemos tener una buena experiencia cuando pagamos por ella y que en Colombia existen las condiciones técnicas y el talento humano para hacer que esto suceda. Si hoy en Shock celebramos como si fuera propio el resultado de Estéreo Picnic 2014, no podemos imaginar lo que deben estar experimentando los cerebritos detrás de la organización de este bonito festival.
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Se creció el enano. Cuidemos todos sus pasos y llevémoslo de la mano para que se convierta en un gigante. Llámenlo hipsterlandia o cómo se les dé la gana. Yo digo que este es un señor festival que cada vez tiene más creyentes. De eso no les quepa ninguna duda. Desde nuestra redacción, ¡larga vida a Estéreo Picnic!