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Estamos vivos: el gran regreso de Alcolirykoz a Bogotá

En medio de la pandemia y el paro nacional, los de Aranjuez dieron un concierto lleno de energía y convicción para seguir resistiendo.

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Alcolirykoz en el Jorge Eliecer Gaitán. Bogotá, 2021.
// Foto: Alejandra Mar

Luego de un 2020 sin conciertos y en medio de un Paro Nacional, los ninjazz de Aranjuez, Alcolirykoz, volvieron a dar un concierto en vivo en la capital. Aquí nuestra crónica de una noche terapéutica con rap filoso y gritos de protesta.

Por Santiago Cembrano | @scembrano // Fotos: Alejandra Mar | alejandra.mar

En el centro de Bogotá, en la noche del 20 de mayo de 2021, una estudiante intervenía la estatua de Policarpa Salavarrieta cerca del Eje Ambiental para indicar que hoy la habrían llamado vándala. En la avenida Jiménez había decenas de policías y patrulleros del Esmad, y un pedestal vacío donde antes estaba la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada. "Bien pueda, siga", se escuchaba desde bares y zaguanes.

Frente al Museo del Oro, cinco adolescentes bailaban despreocupados y libres. Sobre la carrera Séptima, un hombre vendía boxers baratos y otra comida frita: buscaban la vida, cada vez más escasa. La torre Colpatria se elevaba y proyectaba la bandera nacional. Canciones de Michael Jackson sonaba a todo volumen. Bogotá vibraba entre el rebusque, y quinientas personas esperábamos, en el Teatro Jorge Eliecer Gaitán, la salida al escenario de Alcolirykoz.

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El Teatro Jorge Eliecer Gaitán anuncia a Alcolirykoz en Bogotá el 20 de mayo de 2021
// Fotos: Alejandra Mar

Hacía demasiado tiempo que Alcolirykoz (Aranjuez, Medellín) no tocaba en Bogotá. Ni en Medellín. Ni en ningún lado. El 2020 pasó sin ningún concierto para los ninjazz. Y hacía demasiado tiempo que no asistíamos al ritual que es escuchar música en vivo. Se notaba en el cuchicheo emocionado, en los abrazos entusiastas, en el cosquilleo colectivo, como agua en ebullición, de un público que solo necesitó que el telón se levantara, ver la proyección del ninja y escuchar los scratches del DJ Fa-zeta —que con cortes precisos hizo que las tornas hablaran y presentaran el show— para explotar en una ovación que estaba contenida hace meses, como atrancada en la garganta.

Alcolirykoz
Alcolirykoz en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán
// Foto Alejandra Mar

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Había razones para gritar y desahogarse: entre una pandemia letal que nos encerró y debilitó y un gobierno indolente que felicita a la Policía luego de que viole los derechos humanos y el derecho a la protesta, la oportunidad de perderse por unas horas en la música en vivo y exorcizar las penas era invaluable.

También era la ocasión para encontrar fuerzas en el rap y seguir resistiendo. ¡¿Cómo fueque?! Gambeta (sudadera roja Lacoste y una vincha en su cabeza rapada) y Kaztro (de negro con chaqueta azul y una vincha que sostenía su afro, onda Ben Wallace en Detroit) saltaron al escenario y el show empezó con La Típica y el folclor decembrino de su barrio. Unos bailaban en una baldosa, otros mantenían la mano arriba y todos cantaban con fuerza vital: ¡Carambola al más allá! El fin de la canción devino en Cariñito de Rodolfo Aicardi y como si fuera navidad todos cantamos al unísono ese "Siempre, quiéreme siempre" tan tradicional.

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Alcolirykoz en el Teatro Jorge Eliecer Gaitán. Bogotá, 2021.
// Foto: Alejandra Mar

“Ahora sí: ¡Buenas noches, Bogotá! Nos van a hacer dar un infarto. Qué hijueputa alegría estar por aquí otra vez”, saludó Gambeta, el más locuaz de los dos primos Fonnegra. Ellos necesitaban el concierto tanto o más como el público. Estaban aliviados de poder volver a la capital, su segunda casa, después de tanto. “El país está en un momento demasiado hijueputa y si nos quitan la música nos quitan todo. A lo bien, esto es una terapia para todos”, exclamó. Agradeció por llenar el teatro e hizo una invitación para el resto de la noche: “Que todo el mundo se libere de la rabia, de la indignación, de la impotencia”.

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El público rugió: "A parar para avanzar, ¡viva el paro nacional!" El concierto era un respiro de todo lo que pasaba afuera, pero no existía aparte de esta realidad. La convicción con la que Colombia había protestado las últimas tres semanas estaba presente y Alcolirykoz no le huyó al peso de ser el altavoz de tantos reclamos, injusticia y rabia.

Alcolirykoz
Alcolirykoz en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán
// Foto Alejandra Mar

"¡Con los santos no se juega!", gritamos con Pambelé, bacanería hecha rap y un rezo colectivo a un dios de la borrachera, fiesta y pelea, si lo hubiera. El sonido era imponente, y desembocó en Tiempo pa’ matar. El concierto avanzaba como una trenza entre canciones, samples, influencias y la fiesta de todas ellas juntas. “¿Cómo están mis neas de Bogotá?”, preguntó Gambeta, la introducción a Fruko y sus presos.

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En el contexto del paro nacional, cada línea se magnificaba bajo la óptica de la protesta y el abuso de autoridad y violencia del Estado. Las rimas ya estaban ahí desde hace rato, advirtiendo de problemas en los barrios que quizás antes era fácil pasar por alto. Pero ya no. “Con mis impuestos pago el nuevo juguete del alcalde / El helicóptero con el que van a vigilarme”.

En concierto, los Alcolirykoz son expertos en darles nuevas vidas a las canciones, agrandarlas para hacer espacio para el público: Échele semilla a esa garganta pa’ que suene, cha cuchá cuchucuchá cuchá, ¡hey!, terminó el tema. Gambeta y Kaztro chocaron sus puños y pidieron bulla para Fa-Zeta, El Bala (batería) y Tito (trompeta); también para todo el público.

Alcolirykoz
Alcolirykoz en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán
// Foto Alejandra Mar

"A parar para avanzar, ¡viva el paro nacional! A parar para avanzar, ¡viva el paro nacional!" Gambeta y Kaztro alentaron la lucha. Anunciaron un vallenatico y cantaron Sancocho en leña, puro espíritu decembrino de barrio, uno de sus sellos. En esta, en tantas, también había líneas que destacaban más por el contexto político: “Fritando en cacerola al presidente / A todo marrano le llega su diciembre”.

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Las quinientas gargantas se unieron para cantarla con ganas. Gambeta preguntó si la terapia estaba sirviendo. ¿Y cómo no? La pandemia nos alejó, ha sido difícil mantener lazos y estar juntos. Los asesinatos de la policía y el Esmad de los últimos días han sido devastadores emocionalmente. Poder ir a un concierto por una o dos horas funciona como un antídoto parcial, nos une y nos integra.

Alcolirykoz
Alcolirykoz en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán
// Foto Alejandra Mar

Al presidente Iván Duque, Gambeta le dedicó No está en venta, para resaltar que la dignidad de Colombia no se puede comprar. En la discusión reciente sobre el papel de la música y el arte en las protestas y la política, hay quienes han querido separarlas y mantener a cada una en carreteras distintas. No puede ser así para Alcolirykoz, porque el rap es político y su música viene con una postura ética y política clara. Aplica para la industria musical, como lo muestra la canción, y las metáforas indican que quizás ambos mundos tienen más en común de lo que parece: “Tibios, esto está lleno de Fajardos / Todos son iguales no puedo diferenciarlos”. Y el coro, con su tinte nostálgico como de trío de fonda antioqueña, sintetizó el mensaje: “Aguacero de mayo, todo te lo llevas, ensilla mi caballo, la finca no está en venta”.

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Después de los scratches de Fa-Zeta y el grito colectivo de "¡Hey yo!", un sello de los conciertos de Alcolirykoz, Gambeta dijo que si se iban, pero todavía faltaba tirar temas que hasta ahora nunca habían sonado en vivo, como Baldor, publicado en enero de 2020. Las palabras de Pepe Mujica sobre la relación entre plata, tiempo, vida y libertad dieron la entrada a un beat hermoso, tan suave y con aromas de bossa nova, sobre el que Gambeta y Kaztro celebraron sus triunfos monetarios sin ceder en sus principios y recordaron días de billeteras vacías. Vino la ovación y otro estallido de protesta:

¡Uribe, paraco, el pueblo está berraco! ¡Uribe, paraco, el pueblo está berraco!

Alcolirykoz
Alcolirykoz en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán
// Foto Alejandra Mar

Tras un popurrí de viejos y nuevos temas de los seis discos de Alcolirykoz, hubo un brindis colectivo por tantos que se han ido, por los que quedan y por los que han escapado por poco. Así abrió Anestesia Local 2, una canción para botar los demonios y celebrar que la vida, con todos sus golpes, no ha podido tumbarnos. “Estamos pasando por un momento muy hijueputa en este país, pero solo queremos lo justo, no queremos nada regalado”, recalcó Gambeta. Las últimas semanas mostraban que la conciencia y el compromiso no eran palabras vacías, que la educación y el arte no eran adornos, añadió. Sobre todo, dijo, no podía haber ni un muerto más: “Nos necesitamos vivos a todos para seguir resistiendo”.

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Empezó otra arenga de memoria que inmortalizó a las víctimas que han muerto durante el paro. Tito, con su trompeta, lideró una marcha fúnebre. Los puños —de resistencia y aguante— estaban elevados; Kaztro y Gambeta, de espaldas. La pantalla del escenario contó la historia con claridad: masacres, asesinatos de líderes sociales y excombatientes, ejecuciones extrajudiciales y el dolor que ha dejado el paro nacional con más de 50 personas fallecidas. Entonces entró La caza de Nariño, la canción más reciente de Alcolirykoz.

A medida que avanzaba, y que señalaba los problemas de violencia, corrupción y desigualdad, una bandera de grises se iba llenando de rojo sangre desde abajo. La canción estaba lista desde noviembre de 2020, pero podría haber sido escrita hoy: “No importan los muertos, lloran por un bus rayado / Solo les gustan las firmas de abogados”. Acabó entre gritos de ¡resistencia!

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Alcolirykoz en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán
// Foto Alejandra Mar

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Ya la noche se acercaba a su fin. Gambeta había hablado antes sobre qué podía hacer cada uno para que la situación nacional cambiara y mejorara. Una forma, añadió, era comprar empanadas a la señora de la tienda y verduras al campesino: apoyar a las marcas locales, pero no a esas cuyos dueños disparan a los que marchan. “Todos podemos hacer que las cosas cambien desde el barrio. Sobre todo si no nos dividimos tanto”, dijo. Así entró Aranjuez, canción de 2020 y que le da nombre al próximo álbum de Alcolirykoz. “Estado mental, me da y me quita, me quita y me da, mi fafá”, rapearon Kaztro y Gambeta sobre su barrio.

Si Colombia es una suma de barrios, el estado mental aplica a nivel nacional: vivir acá agota, pero siempre hay algo que invita a no perder la esperanza. Como este concierto, por ejemplo. Con la canción, Alcolirykoz mostró que no huye de a la responsabilidad de aportar al cambio, aún si conoce los riesgos: “Es un monstruo, si me voy / Nada cambia, lo combato desde adentro / Tanto amor me puede matar (sí, sí) / Tengo espejos de soldados como Nipsey”, rapeó Gambeta.

Por votación, el público decidió que la última canción fuera “Tararea”, el gran hit de su último disco, Servicios Ambulatorioz (2017). Esa frase de “Yo silbando y el mundo cayéndose a pedazos”, que Gambeta repitió varias veces entre la celebración colectiva, nunca tuvo más sentido. Acabaron con una explosión de júbilo y concedieron otra canción, “El salón de la injusticia”: “Si abren el menú dice ‘róbalo’ / Por aquí no se vio la ley, se viola y se vio la constitución preñada y no sabe de quién”.

Por cuatro minutos, Alcolirykoz analizó el panorama político sobre un beat caricaturesco y saltarín: ese contraste entre la potencia del mensaje y el dinamismo de la instrumental, una de las claves de la grandeza del grupo, fue la cereza en el pastel de la noche, junto con las palabras de Jaime Garzón que abrieron y cerraron el tema. Garzón tenía razón cuando dijo que los funcionarios públicos trabajaban para el público, no al revés. El rap tenía razón, había señalado desde hace años problemáticas que ahora son más evidentes. Gambeta tenía razón: necesitábamos esta terapia.

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Luego del desahogo del concierto, la resistencia siguió con arengas frente al teatro, sobre la carrera Séptima. Viejos cargaban carretillas y ofrecían tintos, papas fritas y cigarrillos en busca de los últimos pesos del día. El frío bogotano cortaba a través de la ropa. La certeza urgente del coro de Anestesia Local resonaba en mi mente: Estamos vivos.

Alcolirykoz
Alcolirykoz en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán
// Foto Alejandra Mar
Alcolirykoz
Alcolirykoz en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán
// Foto Alejandra Mar

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Alcolirykoz en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán
// Foto Alejandra Mar
Alcolirykoz
Alcolirykoz en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán
// Foto Alejandra Mar

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