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Carlos Vives no vino para salvar el folclor

Nos sentamos con Vives para hablar de su nuevo disco, el reggaetón, el folclor y la industria.

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Ruven Afanador

El Patrón lanza nuevo disco. Y como viene pasando en los últimos tiempos, está cargado de un sonido rejuvenecido. Hablamos con Vives, el mismo que revolucionó al vallenato, que puso a temblar a los puristas y que abrió el camino para no tenerle miedo a la experimentación.

 

Por: Nadia Orozco // @cornfake

 

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Cuando Carlos Vives hizo su colaboración con Wisin y Daddy Yankee en Nota de amor (canción que por estos días está a punto de superar los 500 millones de reproducciones en YouTube) hubo angustia; luego la pesadilla fue peor cuando Maluma apareció en dos versiones de sus canciones: el remix de La Bicicleta y una versión en vivo de Ella es mi fiesta. ¿Qué había pasado con el Patrón? ¿Dónde quedaba el legado de discos como Clásicos de la Provincia o La Tierra del olvido?

Realmente no pasó nada o, mejor, pasó mucho. Más de 15 años después de su primer lanzamiento, Carlos Vives sigue haciendo lo que mejor sabe hacer y es poner de cabeza la estructuras musicales, hacer que los puristas se retuerzan y conectar a las nuevas generaciones con la música que se alimenta del folclor; en otras palabras, romper barreras.

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En Clásicos de la Provincia lo hizo, cambió las formas tradicionales de hacer vallenato para entregarle al mundo una interpretación a su estilo y esta vez lo ha vuelto a hacer pero son su propio sonido, lo ha reinterpretado a su antojo y lo demuestra con VIVES, su último álbum.

Está consciente que hace parte de una industria, que él no vino para salvar el folclor y que es necesario aprovechar sonidos como el reggaetón, pero esa no es una exploración nueva. Él y sus productores vienen esculcando en esos ecos desde hace muchos años, incluso cuando no tenía nombre.

Hablamos con Vives a propósito del lanzamiento de VIVES.

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¿Qué marca la diferencia en VIVES?

Sigue formando parte de eso que hemos venido construyendo, con un sentimiento e historias locales. Con la misma esencia me conecto con una nueva generación. Esta vez y gracias a las plataformas sé quiénes oyen mis discos, tengo el feedback, tengo más información. Hoy todo se cuantifica y eso es tan bueno como malo. Quiero que este disco sea de Colombia para el mundo, como lo fue el primero. Tengo la misma motivación: mostrar nuestra riqueza.

¿Alguna vez hubo miedo a la experimentación? ¿A las críticas de los puristas?

Una vez un escritor me contó sobre un escrito de Gabriel García Márquez, un texto que mandaba a fusilarme por haber dañado el vallenato. Nunca supe si ese texto realmente existía o si era una locura del escritor, lo cierto es que ese mito si representaba el sentir de mucha gente. Esa fue la actitud de muchas personas cuando grabé Clásicos de la Provincia, porque intenté aplicar patrones de las percusiones a la batería, patrones percutivos a la guitarra o los teclados; una nueva forma en que están planteados en los clásicos y lo superamos con menos miedo en La Tierra del Olvido. Lo que se pensaba naturalmente es que a ese Carlos le gustaba Charlie García, le gustaba el rock y cogió y puso las guitarras o las baterías de Charlie García en el vallenato. Pero no era tan fácil como eso, sino que tocaba entender que había maneras de proyectar sobre los instrumentos más rockeros, patrones nuestros y así acompañar una nueva forma. Yo me acuerdo cuando hicimos La gota fría que querían fusilar a Carlos Vives y no se habían dado cuenta que este cambio empezó a ocurrir antes de mí. Lo que hice fue darme cuenta que ya había empezado a suceder.

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Yo era niño cuando un cajero cambió el cajón por un bajo eléctrico en un vallenato; cuando un cajero en vez de la caja tocó el bajo. Ahí nació el Rock de mi pueblo, porque el man no hizo el bajo de otro artista para ponérselo al vallenato, sino que lo que hizo con el cajón pasó con otro instrumento. Ahí yo dije, “eche, si ese man puso el bajo voy a poner la guitarra eléctrica, los teclados y la batería de una vez”. Y fue lo que hicimos. Muchos intelectuales y gente importante de esa época no lo veían claro, eran críticos y pensaron que era nuestra manera de decir que no nos sentíamos orgullosos ni felices, que queríamos ser ingleses y ponerle ese toque a mi vallenato. Pero era todo lo contrario. Son dos posiciones diferentes y llama mucho la atención que gente tan pesada o tan importante no lo hubiera visto en ese entonces.

Después de Nota de amor, canción que usted grabó con Wisin y Daddy Yankee, de la participación de Maluma en dos de sus temas e incluso de Robarte un beso con Yatra, se pensó que este disco sería en un buen porcentaje reggaetón y después de escuchar las 17 canciones definitivamente no lo es, pero ¿en algún momento hubo la inquietud de hacerlo?

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Nunca sentimos que nos apartamos de lo nuestro. Es decir, hay que ver las oportunidades que nos muestran esos nuevos sonidos, más allá del género, si es trap o lo otro. Es muy difícil cambiar lo que uno hace, pero es muy fácil conectarse con ellos. En el El amor de mi tierra yo ya usaba muchos patrones del reggaetón o el dancehall.

Lo trabajamos en Miami con Emilio Estefan y nos destetamos de nuestros productores originales, nos encontramos con productores colombianos que habían migrado; entre ellos estaba un compositor y productor caleño, Juan Vicente Zambrano. Llegué al estudio con nuestros patrones normales, con mi caja, mi guacharaca, mi guitarra eléctrica, bajo, teclados, y de repente empieza Juan a jugar con unos loops. Andrés Castro, uno de los productores más importantes que tenemos hoy y que fue guitarrista de La Provincia, lo oíamos y veíamos que él sacaba otros instrumentos y sonidos. Yo decía, “Juan, pero me vas a cambiar todo el sonido”,  y él me respondía: “no, no esto va a aquí” y ponía todo en unos niveles más bajos de la convención de siempre, casi imperceptible, pero le daba un tiempo a la vaina. Todo El amor de mi tierra está hecho así, tiene por debajo de la convención el loop y parece muy sencillo.

Y además en ese momento no se llamaba reggaetón, era más dembow de la corriente panameña…

Exacto, y dancehall jamaiquino viejo, muchas de esas cosas. No podemos quedarnos en la pelea que el reggaetón no deja poner ningún otro género. En ese entonces los salseros y vallenateros salieron en contra de él y uno que ha estado un poco en la mitad de ese camino entiende muchas cosas que podemos poner a nuestro servicio. Esos nuevos sonidos al final no nos los inventamos nosotros, sino los mismos jóvenes. En esa generación hay menos prejuicios con la creación colombiana, somos una generación que decidió mirar para adentro y creer en lo nuestro.

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Hoy veo a Maluma y a J Balvin que, aunque están en sus vainas, en Estados Unidos, en el mercado internacional, o que van a cantar con tal y tal otro, me buscan para acercarse a lo colombiano porque saben que tiene un poder de ritmos y de cosas que han revolucionado. No me gusta cuando me inventan peleas con Maluma o con las nuevas generaciones, es una bobada.

¿El trap puede ser uno de esos casos en los que hay un juicio de doble moral?

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Tú ves a los medios quejándose, pero eso es lo que privilegian y lo hacen por comercio muchas veces. Yo lo digo en una canción de este disco, El sombrero de alejo. Este lanzamiento me ha dado la oportunidad de hablar de eso con la gente. Critico al trap si le vas a dar ciertas letras a una niña. De ahí sale que Carlos Vives arremete contra Maluma pero yo trabajo con él todos los días y no sabes la risa que nos da cuando hablamos de las cosas del estilo que salen en los medios. “Ey marica, mira lo que dije yo”, “Fresco loco, ya tú sabes, chao”.

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