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La enfermedad de ser rockstar

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Por: Juan Pablo Castiblanco Ricaurte // @KidCasti

El 22 de septiembre del 2010 el estudiante Tyler Clementi de la Universidad de Rutgers, la más grande de Nueva Jersey, se suicidó luego de sufrir un intenso matoneo virtual por haberse dado besos con otro hombre. Sus preferencias amorosas se volvieron públicas, no solo para los demás alumnos sino para toda la comunidad de Internet, porque su  compañero de cuarto Dharun Ravi ocultó una webcam dentro de la habitación para transmitir lo que pasaba vía streaming. Las ofensas y burlas llevaron a Clementi a botarse del puente George Washington, previo anuncio en su estado de Facebook (el escalofriante mensaje decía, “Jumping off the gw bridge sorry"). Los ataques derrumbaron a Clementi, provocando un posterior debate sobre los efectos del matoneo.

Es claro que la reprobación y el oprobio pueden destruir a una persona. Pero, ¿es posible que la balanza se incline paradójicamente hacia el lado contrario? ¿Es posible que el exceso de adulación, aprobación y adoración hacia una persona lo lleve a su autodestrucción? ¿Qué pasa cuando a alguien le dicen que todo lo que hace está bien? ¿Ser un ídolo de masas también puede ser una cruz imposible de cargar? 

¿Ser rockstar es una enfermedad mortal?

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La historia previa a su accidente cerebro-vascular es una leyenda urbana tejida entre Bogotá y la capital venezolana, que incluye dos conciertos, largas noches de fiestas empericadas y una actitud autodestructiva y ausente del exlíder de Soda Stereo. El gran “coma blanco”, como Marilyn Manson alguna vez lo bautizó, era algo inevitable que en cualquier momento podía haber llegado a la vida de Cerati, y que asimismo ha encerrado a otras estrellas del rock. Algunos han vuelto de ese limbo entre la vida y la muerte, como Dave Gahan, cantante de Depeche Mode, Ozzy Osbourne, David Bowie o Anthony Kiedis de los Red Hot Chili Peppers. Otros, como Kurt Cobain, Amy Winehouse, Whitney Houston o el propio Michael Jackson, se quedaron en el más allá. 

Es imposible establecer causas comunes sobre la debacle de cada una de estas estrellas pues cada caso responde a circunstancias de vida diferentes. Cerati, como lo explica Álvaro “El Profe” González de Radiónica, “viene de una idea de rockstar setentero y ochentero, lleno de excesos y adulación. Estamos hablando de una persona que vivió tres décadas de rumba al 100%. Su talento se refundió en excesos de su vida nocturna. Es uno de los últimos grandes rockstars en Latinoamérica. En algún momento, Bono de U2 dijo que no existe peor vicio que el poder. Definitivamente la fama genera poder y es una adicción muy basta. Por eso es común ver a músicos que se retiran en momentos muy grandes a tener su finca o una granja y regresan más tranquilos. Hay otros que buscan retiro espiritual”. 

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“Los ídolos de masas son muy distintos entre sí. Hay cosas objetivas de la fama, como estar en el centro de atención o la pérdida de la privacidad, pero el efecto es distinto según el personaje. Hay algunos que pueden ser narcisistas, otros ostracistas. Uno podría especular que podría ser más “complicado” con las famas precoces y adolescentes, los niños que se vuelven famosos ante las cámaras, cuando están construyendo su identidad. En ese punto los efectos sí podrían ser más radicales, porque es el momento en el que supuestamente se está construyendo imagen e identidad”, explica César Mario Gómez, docente de Consumo cultural de la Universidad Javeriana. 

Según la sicóloga Maritza Medina, coordinadora de los consultorios sicológicos de la Universidad Cooperativa, “sobre las estrellas recae un peso muy grande porque sienten que deben contestar a estándares donde los ubican los otros”. Alejandra Gómez, sicóloga del  Instituto Colombiano de Desarrollo Rural, coincide explicando que, “las personas que viven la fama pueden llegar a experimentar un tipo de confusión sobre sus identidades, tergiversando quiénes son, con los papeles o roles que aparentan ser. Sin embargo, a este tipo de artistas, sobre todo músicos, cantantes o compositores, se les facilita la identificación emocional con las necesidades de otros, por eso logran capturar la atención de una masa completa de gente. Lo contraproducente es la entrega compulsiva a la esperanza de ser reconocidos, apreciados y amados, como una droga que los mantiene en constante emoción, una vida común y normal no los estremece y llega a ser aburrida. La naciente y perpetuada necesidad de adulación y admiración, los puede llevar a manipular, a seducir y a generar una auto importancia (traducida en orgullo) para que los demás reaccionen y satisfagan su requerimiento de ser vistos con mayor intensidad”. 

¿Habrá recorrido Cerati este sendero? Es innegable su capacidad de identificarse emocionalmente con millones de personas que sucumbieron ante su música, que lo siguen reverenciando como una de las figuras clave del rock en español, que reconocen en él a un compositor exquisito y a un poeta esencial. ¿Se convirtió este don en una maldición? 

Se ha hablado mucho de cómo la sociedad convive con sus ídolos. Autores como Sigmund Freud con su “Psicología de las masas y análisis del yo” o Gustave Le Bon con “Psicología de las masas” han analizado el fenómeno de la idolatría. El estudio del culto hacia una figura icónica no es una novedad del siglo XX. Mucho antes de la Beatlemanía, hacia finales del siglo XIX, el pianista húngaro Franz Liszt era el Justin Bieber o el One Direction europeo, generando tal nivel de euforia en sus presentaciones que se empezó a hablar de la Lisztomanía o fiebre Liszt, que más que una moda o tendencia era vista como una condición médica que se debía tratar. Pero se ha hablado muy poco de la figura del ícono, de la estrella que la sociedad transforma en un Mesías todopoderoso. 

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La música no es el único escenario que crea becerros de oro. Actores y, por supuesto, futbolistas también caben en el círculo de los rockstars. Por eso, algunos clubes deportivos como las Chivas Rayadas de Guadalajara (en asocio con la Escuela Transformación Humana de Claudio Naranjo, ubicada en Colombia) han diseñado programas para preparar a sus jugadores para manejar la fama. Jugadores como el “Chicharito” Hernández (ahora del Manchester United), estuvieron en sesiones de autoconocimiento, manejo al miedo a la pobreza y revisión de sus dinámicas familiares.

 

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