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La política cultural está en crisis: ¿cuáles son los problemas y las oportunidades de fondo?

La ambigüedad con la que se trata la palabra “cultura” tiene que dejar de ser la misma con la que nos aproximamos a las exigencias para el sector cultural. Esta coyuntura puede ser una oportunidad para cambiar definitivamente nuestra relación con las políticas públicas que nos incumben. ¿Qué está pasando?

Sobre los reclamos al Ministerio de cultura de Colombia - iLUSTRACIÓN Dall E
Sobre los reclamos al Ministerio de cultura de Colombia
// Imagen generada por Dall E

*A través deuna carta, más de 800 artistas y trabajadores del sector llamaron la atención al presidente de Colombia por el estado del Ministerio de Cultura. Sus firmantes incluyen tanto a simpatizantes y promotores del voto por el actual gobierno como a aquellos que defendieron la lectura industrial de presidencias anteriores. Todos coinciden en que la brújula, actualmente, parece rota. (*Este artículo tiene una actualización del caso que pueden leer al final).

Ese comunicado se suma a otra reciente carta de la exministra Patricia Ariza (quien dejó el cargo en febrero de 2023) y amúltiples quejas que ha recibido el presidente respecto a la insistencia de Gobierno de implementar un programa que emule el mundialmente aclamado Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela.

Estos reclamos de los últimos meses son un aviso de la necesidad de entender el “problema de la cultura” como un punto de quiebre para tener una visión clara sobre las políticas públicas que nos incumben.

Lo institucional: ¿qué está pasando con el ministerio?

A cargo de Patricia Ariza, el Ministerio de Cultura plantó semillas importantes para la dirección que el sector pactó con Petro antes de las elecciones. Esa primera administración empezó con una polémica por el cambio de nombre oficial de la institución al de “Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes".

Pero luego vinieron hitos prácticos: asignaron el mayor presupuesto de la historia para la cartera (702.000 millones de pesos); la agenda legislativa, que incluye leyes para la financiación y protección de distintas disciplinas, fue presentada ante el Congreso; el enfoque comercial de la criticada Economía Naranja del gobierno pasado fue reemplazado por una dirección que fortaleciera proyectos alternativos y velara por sacar a artistas de la pobreza; se sentaron las nuevas bases para el Plan Nacional de Concertación, el Programa Nacional de Estímulos, el Sistema Nacional de Educación y Formación Artística y el Servicio Social para la Paz; y el teatro volvió a tener dolientes y presupuesto.

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Desde que Petro sacó a Ariza del gabinete, las cosas han estado en el limbo. Ahora los artistas reclaman que la condición de interinos del ministro Jorge Zorro y la mayoría de altos mandos de la cartera implica que no hay liderazgo ni vocería para continuar con los mencionados proyectos de política pública y el resto de la agenda pactada.

De hecho, es casi nula la información que la nueva administración ha hecho pública sobre temas distintos al que mencionaremos a continuación. ¿Para qué, por ejemplo, citar a un debate de control político si todo el ministerio puede, por definición, cambiar de la noche a la mañana?

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Las orquestas de Zorro

La única razón que ha dado Petro para confiarle la cartera al antes viceministro de Creatividad ha sido su cercanía con el Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela y su creador, Antonio Abreu.

Las críticas llovieron ante la idea de adoptarlo en Colombia: expertos han señalado que la apuesta ignora los procesos de educación musical pública vigentes en el país y que han dado resultados, pero también cuestionaron su visión de la enseñanza de música y teoría clásica como pilar fundamental y obligatorio, desconociendo la necesidad de fomentar y legitimar la diversidad musical nacional.

Por su parte, Zorro ha insistido en negarlo. En el conversatorio “Música, maestro” de la reciente edición del BIME, dijo que “no se puede trasplantar lo de allá aquí; en Venezuela llevan cincuenta años [...] el proyecto no sustituirá los procesos como Batuta o el Sistema Nacional de Música para la Convivencia sino que los complementará [...] lo diferente de esta concepción es que es sistémica, diferencial y territorial, con miras a la posibilidad de profesionalización en últimas fases de bachillerato”. Todas son afirmaciones repetidas casi a rajatabla en su entrevista para el canal de Presidencia y en A Fondo, el podcast de María Jimena Duzán.

Sin embargo, hace unos mesesse filtró un borradorde documento oficial que señalaba que el objetivo sí es la enseñanza de teoría y de interpretación de música clásica, y que apuntaba a una copia más directa del sistema en términos metodológicos. Por la contradicción y los términos ambiguos no hay claridad de qué es lo que se piensa aplicar aquí. Pero incluso si fuera el modelo venezolano tal cual, este sería el tercer intento de emularlo en el país, como cuenta El Espectador.

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Además, su influencia es tal que buena parte de los elementos organizacionales presentes en los programas vigentes son adaptaciones contextuales. Claro que no hay un gran sistema a de estructura piramidal y jerárquica, pero los sistemas que tiene el país —y que necesitan más bien recursos y profesorado para crecer— sí tienen presente esa lógica diferencial y territorial. Son muchos los proyectos de enseñanza en música para el fomento de la paz o enfocados en grupos minoritarios, y Colombia ha seguido reemplazando el enfoque orquestal por el de bandas sinfónicas o agrupaciones de músicas tradicionales regionales.

Finalmente, la administración Ariza ya trabajaba con el ministerio de Educación que estuvo a cargo de Alejandro Gaviria para diseñar el piloto de un programa educativo musical que aspirara a tener el alcance sistémico del Sistema Nacional de Orquestas, tanto en términos de amplitud como de cubrimiento desde la temprana infancia.

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Todo esto nos lleva a sacar algunas conclusiones más allá de las orquestas y el ajedrez político

Es difícil no preguntarse por qué los cincuenta años de paciente inyección de capital para hacer del sistema orquestal venezolano lo que es no pueden ofrecerse para una sistematización y estandarización de los proyectos educativos que ya hay en el país.

De otro lado, si uno se detiene a pensarlo, de entrada, es difícil imaginar cómo debería ser un Ministerio de Cultura y su integración constante y necesaria con los otros ministerios. Pues, a diferencia de otras carteras, esta carece de referentes e indicadores de lo que es una buena gestión para quienes no han estado profundamente metidos en la política en torno a las artes.

La posibilidad de crear esa gestión sobresaliente fue lo que impulsó a muchos a apoyar la campaña del actual presidente. Sin dudas, este es el gobierno que más se ha apoyado en la coordinación de referentes artísticos para hacer campaña. Lo mínimo sería corresponder a esa apuesta y a la insistencia discursiva que Petro ha tenido diciendo que la cultura para la paz es esencial para el fin del conflicto.

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Por eso, la tensión actual tiene más potencial que la precarización de siempre para alentarnos a tomar las riendas de nuestro propio futuro como sector. El gobierno tiene una deuda con todos aquellos que se la han jugado por tocar los afectos de la población y movilizar las emociones hacia un interés por el cambio incluso respecto a problemas que quizás no nos toquen directamente.

Por lo mismo, cartas como las que suscitan este tipo de diálogos tiene que dejar, progresivamente, de venir firmadas por artistas y trabajadores individuales y pasar a ser de la autoría de asociaciones que coordinen esos deseos y sean capaces de hacer lobby continuo para exigir lo prometido.

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La ambigüedad con la que se trata la palabra “cultura” —a veces sinónimo de entretenimiento, a veces de “lo autóctono”, casi siempre confusión— tiene que dejar de ser la misma ambigüedad con la que nos aproximamos a las exigencias para el sector cultural. Solo así garantizamos que no se pinten más pajaritos en el aire, y que haya políticas y procesos de largo aliento por parte de las instituciones para la protección y fomento del arte que muchos han hecho, a pulso, referente mundial.

*Actualización

Horas después de la publicación de esta nota, una comitiva del sector se reunió con la jefa de gabinete, Laura Sarabia, y la senadora María José Pizarro en la Casa de Nariño. Del encuentro surgió un diálogo respecto a las preocupaciones expresadas en la carta que recientemente enviaron al presidente. Habrá una segunda reunión, esta vez con el presidente Petro, el 24 de mayo.

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