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Primavera Sound 2024: Un festival dentro de miles

¿Qué se siente estar en el Primavera Sound? Depende. El festival más grande de España celebró una nueva edición en Barcelona. Santiago Cembrano estuvo allí y aquí nos narra un punto de vista de tantos posibles.

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Freddie Gibbs en el Primavera Sound Barcelona 2024
// Eric Pamies cortesía Primavera Sound

Encontré la música al mismo tiempo que al Mediterráneo, que se desplegaba al fondo como un tapiz inmenso, azulísimo. Primero la escuché como un rumor lejano, diluido entre los gritos emocionados de las hordas que salían del metro rumbo al Primavera Sound.

Caminé y caminé. Pasé los puestos de cerveza y cocteles, los de flotadores, los de los patrocinadores y los de comida; el de tacos era un autobús escolar, amarillo, clásico, al lado de un cartel que rezaba “We are the queers. Somos las p*tas” y un control de calidad para comprobar la pureza de la droga. Y así llegué a la música.

“Miren hacia atrás, ¡miren el océano!”, exclamó uno de los cinco vocalistas de Balming Tiger, antes de cantar un himno de escape y aventura, de rock sin instrumentos, llamado “Scumbag”: “Let’s get out of this small town, babe”.

El sol brillaba con el entusiasmo del que sabe que ya viene su temporada en el primer día de la vigésimosegunda edición del Primavera Sound, en el Parc del Fòrum, en el límite de Barcelona con Sant Adrià de Besòs.

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Los vecinos vieron llegar a 193.000 personas entre el 30 de mayo y el 1 de junio; 59% del público fue extranjero y el 70% no vive en Barcelona.

“El festival más grande de España, uno de los más grandes de Europa"
celebró Marta Pallarès, jefa de prensa del Primavera.

Otra crónica podría resaltar el despliegue indie de Vampire Weekend y Justice, o la grandeza de PJ Harvey. Pero todo festival alberga en su interior múltiples caras de sí mismo, uno para cada persona, a lo largo de 263 shows.

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Para mí el primer día fue un deleite del mejor rap

Freddie Gibbs se maravilló de compartir sus relatos de supervivencia y crimen, de rebusque y pollo frito, al lado del mar, aunque confesó que se ahogaría si entrara en él: “A nigga can’t swim for shit”.

El MC de Gary, Indiana, la tierra de Michael Jackson, celebró los diez años de su álbum Piñata, un clásico en el que lo gangsta y lo alternativo se fusionaron, junto con Madlib, el científico excéntrico del hip-hop que se llevó todas las ovaciones apenas ocupó su lugar tras las tornamesas y exhibió sus scratches oblicuos. Abriéndose paso a codazos entre el público que fumaba marihuana al ritmo de Gibbs, que quizás pecó de exceso de caos y humor, un calvo mueco ofrecía pastillas de colores.

Le dije que no, que muchas gracias; luego pensé que había sido demasiado cortés.

Hubo muy buen rap en el Primavera Sound de 2024. Esa noche, billy woods, que se autodenominó como el rapero más hidratado del juego, juró venganza contra toda la raza humana y, la siguiente, Clipse agotó todas las metáforas para representar la cocaína.

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El mejor, sin embargo, fue Roc Marciano, que a partir de su debut Marcberg (2010) abrió un nuevo camino por el que luego avanzaría buena parte del undeground gringo de la última década.

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Roc Marciano en el Primavera Sound Barcelona 2024
// Christian Bertrand, cortesía Primavera Sound

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Vestido de Balenciaga y respaldado por el DJ y productor Animoss, Roc Marci disparó “Emeralds”, de su clásico Reloaded, en el que los sueños de manejar un Lamborghini se confunden con las pesadillas de los carros Nissan de policía que lo persiguen, así como las mejores balas de Marcielago, The Elephant Man’s Bones y Marciology, su obra más reciente. Su carisma y energía elevaron cada tema. Estuvo tan duro que uno de sus amigos no pudo evitar hacer flexiones de pecho mientras Roc rapeaba.

La de Roc Marciano fue una presentación marginal en el Primavera Sound, aún si convocó a grandes nombres del rap español: Las Ninyas del Corro, SD Kong, Allan Parrish, Monaly y Original Juan asistieron a la liturgia y salieron iluminados. Pero señalo su marginalidad, esa letra diminuta en el cartel, porque una de las versiones más interesantes del Primavera puede consistir en alejarse de los grandes escenarios y picotear en la periferia.

La segunda noche

Quien siguiera esta ruta se habría topado con el voltaje de Hi-Tech, en el escenario Steve Albini, la segunda noche.

¿Qué habría opinado el mítico productor de estos raperos/DJ/productores de Detroit que aceleran y distorsionan sus influencias, como “I wanna be down” de Brandy al ritmo del ghettotech mientras beben Hennesy? El presente y el futuro del club los atraviesa. La fuerza de lo raro, de lo inesperado, se incrementó con la presentación sorpresa en el Red Sound Studio de Armand Hammer, compuesto por billy woods y Elucid, el segundo día.

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A lo lejos, Rels B presentaba sus afrobeats. A un metro de mi cara, woods rapeaba ensayos sobre colonialidad, vanguardia pura de un grupo considerado por la crítica como uno de los mejores del presente.

El cielo era una nube gris cuando llegué el viernes: el ánimo radiante había dado paso a los primeros signos de cansancio. Y así como Freddie Gibbs, Roc Marciano, billy woods y Pusha T superan todos los cuarenta, y desde esa posición se ubican en lo más alto del escalafón de un género juvenil, las pequeñas arrugas de Georgia Hubley, la baterista de Yo La Tengo, rimaban con las de los veteranos que llevaban a sus hijos para que conocieran a qué sonaba antes el Primavera.

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YO LA TENGO en el Primavera Sound 2024
// Eric Pamies cortesía Primavera Sound

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Pero Yo La Tengo no estaba ahí como resultado de la nostalgia, sino de una potencia resistente al tiempo, o quizás de haberse adelantado a su tiempo, por lo que suenan totalmente actuales en el presente.

Ese tiempo que también era tangible en el rostro de Beth Gibbons, que la noche del jueves presentó su debut como solista Lives Outgrown, compuesto por meditaciones sobre el sufrimiento y la experiencia de envejecer como mujer.

No hubo trip-hop, pero los rastros de Portishead se sedimentaron en sus baterías potentes. Ella, una herida antigua, primigenia, aún palpitante, se aferró al micrófono como un náufrago al madero y cantó para herirnos a nosotros también.

En ese mismo escenario, veinte horas más tarde, BadBadNotGood tejió el jazz con el funk con influencias de Brasil y logró un tapiz en el que las canciones no acababan ni terminaban sino desembocaban en un río mayor.

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El concepto de “groove” es complicado: hay músicos que seducen a oyentes incautos apenas con apuntar hacia él, sin tener que condensarlo. Pero, sea lo que sea, BadBadNotGood tiene el groove, así como también lo tuvo esa noche Mabel, a quien escuché a la distancia mientras esperaba una tortilla de chorizo, o Disclosure: ese cosquilleo que activa tus extremidades como si reaccionaran por reflejo, esa ola cálida de bienestar, el júbilo colectivo que le sigue.

Pero el groove no es lo único: hubo un momento en que BBNG desnudó un solo de saxofón de Leland Whitty para que llorara. No había nada más, solo el solo de saxofón de Whitty: fue de mis momentos favoritos del fin de semana.

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"Los festivales también son un templo budista"

Además de guardar varias versiones de sí mismo como una muñeca rusa, los festivales también son un templo budista: no hay mejor lugar para aprender que el fruto de todo sufrimiento es el deseo ni para aprender a desprenderse: de los grupos que querías ver pero se cruzaban con otros (Lana del Rey estuvo conmovedora o somnífera, según a quién le preguntes, le creas); de los recintos de los que te quedaste por fuera por la fila eterna (te tuve que dejar ir, 070 Shake); de tus amigos, luego de intentos inútiles de sincronizar cronogramas y puntos de encuentro; y de diez euros por cada trago.

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Lana del Rey en el Primavera Sound 2024
// Sharon López, cortesía Primavera Sound

Antes, en otros festivales, mi enfoque había sido maximalista: lo quería todo, como en un buffet, así eso implicara dejar conciertos a medias y correr de un extremo al otro. Este año me perdí a muchos artistas y me sentí bien marcando mi ritmo, dejándolos ir junto con la gula.

Esta crónica podría haber sido tantas otras. ¿Dónde quedan American Football, The National y TraTraTrax? ¿Qué pasó con DJ Playero y The National? Como dijo Kanye, supongo que nunca lo sabremos. Y está bien.

El último día

El último día el cielo ya estaba tan cansado como el hombre que dormía bocabajo en el piso junto a la salida: llovía cuando La Zowi agarró una regadera, gritó que nos amaba y nos quería sacar la leche a todos, y derramó agua sobre su cuerpo. Fue la máxima muestra de cariño de la granadina, envuelta en un vestido hipotético que dejaba ver su tanga y botas rosadas que combinaban con su pelo.

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La Zowi en el Primavera Sound Barcelona 2024
// Christian Bertrand, cortesía Primavera Sound

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La ropa de sus bailarinas decían “Pussy is a gun”: el mejor resumen de cómo mezcló el sexo con la violencia. La audiencia se mantuvo gozona, disfrutona, como la describió Arca la noche del sábado. Cuando exclamó que quería que le comieran el culo, un padre, riendo le tapó los oídos a su hija.

La lluvia mostró clemencia cuando SZA se tomó el escenario luciendo como Elizabeth Swann, la de Piratas del Caribe. Un man se lloró el concierto entero, abrazado a su amigo, a medida que la artista de TDE intercalaba las sinfonías de Ctrl y SOS, educación sentimental para mi generación gracias a su crudeza y su humor desenfadado, y un punto de vista en el que ella es víctima y victimaria.

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SZA cantó sobre matar a su ex y me pareció una estrella. Hubo un solo de guitarra eléctrica y pensé en que es el instrumento que menos me gusta. Dos amigas que se cantaron cada canción mirándose a los ojos se sacudieron y bailaron.

“Rich Baby Daddy”: “Let that coochie breath / Shake that ass, bitch / Hands on your knees”

Yo no sacudí mi culo, pero lo consideré.

“Hasta que la música nos vuelva a juntar, Don Santi”, me dijo mi amigo al despedirnos. “Y si no, que lo haga la vida”.

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