Con Isolation, la colombo-estadounidense Kali Uchis terminó de meterse duro dentro del circuito anglo gracias a su particular mezcla de ghetto y glamur. Por supuesto, su estética, su vestuario, también es una deliciosa mezcla de influencias que es necesario masticar con calma.
Por: Adela Cardona Puerta // @adelacardonap
Escribo esto con un anillo barato, con muranos y unas flores color pastel. Me doy cuenta de que Kali Uchis es eso, es la gargantilla que te compras a $5.000 en la miscelánea de la 72 para ir a rumbear a la 85. Es una contradicción constante entre el ghetto gold y algo más que podría ser jazz, pero también podría ser funk o R&B. Mientras la escucho, resuena la frase “su voz sonaba a dinero”, que usó el escritor F. Scott Fitzgerald para describir al personaje de su novela El Gran Gatsby, Daisy Buchanan. La de Uchis suena a terciopelo, a carro pimpeado lowrider, a lujo lubricado. Y es que Uchis no solo suena a dinero, se ve como dinero. Y no le pide perdón a nadie por ostentarlo.
Uno de los detalles importantes de su ostentación es que ella no es la mujer vicaria de la fortuna de ningún narco, ella muestra su propia fortuna. Su contacto con la narcoestética colombiana y el lowrider chicano es revolucionario en tanto que es es su propia héroe, como dice en su disco Isolation. Los conjuntos de ombliguera y pantalón de perlas son procurados por y para sí misma.
Ser su propia héroe, además, no es solo cuestión del dinero. Se manifiesta en la forma cómo, desde que comenzó, ha hecho una obra total a partir del házlo tú mismo. Cada detalle, desde el sonido hasta las candongas que se pone, es curado por ella. Una rareza en un mundo de estrellas pop hechas a medida por grandes productoras.
Es este ojo al detalle lo que impide definir la indumentaria de Kali de una manera esencial. Esto porque su vestuario hace parte integral del todo que son sus álbumes y, como tal, cambia cada vez que ella emprende otro viaje creativo.
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En su primera cinta, Drunken Babble, Kali podría ser Cher, de la película Clueless, postrada en la cama con el teléfono dorado; excepto por las uñas largas rojas y un anillo con dados de plástico. En ellos se notan sus raíces de Dos Quebradas (Pereira) y el contacto que tuvo desde que migró a Los Ángeles con la cultura chicana. Los jeans pegados, el pelo mono oxigenado, los shorts extra cortos. Todo esto contrasta con el delineador cat eye que recuerda a Audrey Hepburn y la rosa blanca a lo Billie Holiday, en el video de su canción Never be yours.
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Estas mezclas tienen que ver con que Kali Uchis es una nostálgica, como explica Natalia Guerrero, editora de Vice Colombia. “Tiene referentes de películas scifi setenteras, que recuerdan la publicidad de Gucci de los extraterrestres. También del funk, y del jazz”
De esas influencias que mezcla Uchis, el lowrider chicano que usa –a pesar de nacer en los años cuarenta– tuvo su auge en los setenta, con los carros que bajaban con el peso en el maletero, el pimpeo de los carros con materiales lujosos adentro y pintura de vírgenes, estética tattoo y nombres de mujeres.
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En el funk sesentero y setentero está los escotes drapeados como los del diseñador de moda Halston, el uso de abrigos de piel, candongas grandes, los brillantes a lo ABBA, el bricolaje de otras épocas y los tonos pastel.
El lipgloss nude o rosado, la mini falda de cuadros negra con rojo, con la blusa cuello bandeja negra y las botas de plataforma son, en cambio, un claro uso de los años noventa. En conjunto, resultan en la estética bubblegum pop –de películas como Virgin Suicides o Legally Blonde–, vapor, reggaetonera que caracterizó ese disco.
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Su disco Isolation, por otro lado, tiene canciones en las que los años setenta sobresalen por encima de la cultura del barrio y el dulce macarrón. En Dead to me, por ejemplo, recuerda a Diana Ross con su pelo negro, corto, crespo, las sombras moradas, el delineador negro y las candongas. El vestido estraple de seda y los brazaletes a la altura de lo que hubiesen sido unos guantes, asemejan a Marilyn Monroe. Pero, de nuevo, no falta la cruz egipcia con brillantes en el escote.
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En el video de su canción After the Storm, la dirección de arte es más estallada que en Drunken Bubble: hay colores chiclosos, pero más saturados. La elección del guardarropa oscila entre noventera, cincuentera y sesentera. Esta refuerza el mensaje de parodia de la ama de casa. Uchis aparece en el césped con un track suit azul que se asemeja a los de la marca de ropa Juicy Couture y la estrella de reality Kimora Lee Simmons, sosteniendo a los hijos con cabeza de césped mientras “el marido” hace el asado. Una escena salida de la serie Madmen, excepto por sus letras que dicen lo contrario. Estas nos animan a ser autosuficientes, como ella:
So if you need a hero (if you need a hero) Just look in the mirror (just look in the mirror) No one's gonna save you now So you better save yourself
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Este es un mensaje que está en todas partes de su Instagram. Recientemente subió una story ejercitando con el gif To do: Love myself, love others, save the world. La chica que vivía en su auto a los 17 años y hacía videos para otros artistas hace ahora los suyos y cada vez incluye, además, de una manera más coherente su linaje latinoamericano.
Esto es obvio al juntarse con el reggaetonero paisa Reykon y usar algunos beats de su género. En Kali Uchis, esto representa la gentrificación de la estética de las periferias, según Fabián Páez López .
Y es que lo latino en Kali Uchis ha sido álgido. Ha habido ocasiones en que Uchis ha sido criticada por apropiar lo latino, por usar la estética barrial para su lucro y marketing sin tener en cuenta la lucha que la población latina y empobrecida de dónde sale su estilo ha tenido. Es lo mismo que le achicaban a la cantante y actriz Carmen Miranda en su momento: haber americanizado el estilo de las bahianas, sin cuestionar lo que representa y las luchas que hay detrás. Pero Uchis no es ninguna heredera, ella experimentó qué era ganarse la vida con sus manos.
Lo que sí es cuestionable es que todavía tenga en sus canciones frases como Got myself a visa And started catching flights to where the grass is greener, que siguen sonando a sueño americano colonialista. Pero pensar que Kali es solo un colombian angel es un error, como cualquier identidad de frontera ella es esto y lo otro. Y es un poco más de lo otro al haber sido criada en LA y hacer parte de una industria del espectáculo y la moda que todo lo ingieren y destilan.
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Por eso el video de Nuestro Planeta no es netamente una estética reggeatonera paisa, como sí lo es la producción de una mujer como Karol G. Esta aparece en Pineapple mona con el pelo larguísimo y los shorts cortos.
Kali en Nuestro Planeta trae otros referentes: recuerda el vestuario del Quinto elemento y el pelo de Atomic bomb: con tiras que atraviesan su cuerpo, con una sudadera lowrider y un bob. Además, aquí ella es quién está montada en la moto con luces fluorescentes y son los hombres sin camisa los que hacen de backdrop bajo palmeras y la besan en el cuello mientras canta. Ella no es la vitamina del video, ni la esposa del mafioso envuelta en bling. Ella es el mafioso, que se consigue su bling y lo exhibe: la forma cómo se viste demuestra su poder económico adquirido a punta de pulso propio. Por eso no es baladí que nadie más la estilice. Ella es su propia obra de arte total, enfundada en botas de cebra hasta las rodillas y jean sin bolsillos.