¿Que significa cantar sobre el diablo en el país que le entregó por decreto “las llaves” de un municipio a Jesucristo, y en el que se confunde la constitución con la Biblia?
Por Fabián Páez López @Davidchaka
El metal criollo es inagotable. Todos los años, el primer día de Rock al Parque, una marea enorme le madruga al festival en un día en el que reina la oscuridad, los taches, el pogo, las camisetas de bandas y una figura particular que parece cada vez más curiosa en un país entregado al Sagrado Corazón: el diablo.
Sí, en el mismo país en que una alcaldesa le hizo una entrega simbólica de las llaves de su municipio al señor Jesucristo, se celebra un ritual fiestero en el que el diablo tiene una presencia enorme. ¿Por qué al universo metalero le resulta tan llamativa la figura del antihéroe del cristianismo?
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La relación entre el diablo y el metal se puede interpretar de muchas formas. De hecho, en los ambientes musicales no es exclusiva del metal. Los festivales de rock no son las únicas fiestas en las que hay cachos, demonios y tridentes en medio de la celebración. Por ejemplo, en varios países de la zona andina se danza tradicionalmente la diablada y en Riosucio, Caldas, existe el Carnaval del Diablo.
Con el metal lo cierto es que mucho de su discurso y estética se han construido como contraparte de las religiones judeocristianas. No es raro entonces que la figura que los represente sea la del mismísimo Lucifer, el ángel que se rebeló contra dios. Desde los legendarios AC/DC, Led Zeppelin, pasando por Black Sabbath hasta Los Rolling Stones, por ejemplo, le han dedicado canciones.
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Llama la atención que, por ejemplo, ver el Line Up del día del metal de Rock al Parque 2017 pareciera como si estuviéramos leyendo un listado de blasfemias. Literalmente, las blasfemias son las palabras o expresiones contra dios o las cosas sagradas. Y este año hubo mucho de eso en un cartel en el que figuraron nombres como el de Herejía, Death Angel, Heaven Shall Burn, Occultus o Lamb of God.
A esos nombres se les sumaron shows notables como el del trio brasilero de mujeres muy críticas contra la corrupción y voces guturales, Nervosa. La nostálgica despedida de Darkness de los escenarios después de tres décadas de carrera en el metal bogotano o la reaparición en escena de los clásicos de Ekhymosis.
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Pero volvamos a las referencias demoniacas y religiosas.
Lamb of God, la banda de Virginia que se encargó de cerrar la primera jornada de Rock al Parque, tiene un largo historial de enemistad con la iglesia. De hecho, su nombre en un principio era Burn the Priest (quema al sacerdote), pero tuvieron que cambiarlo después de varios episodios de censura. Durante su presentación, de fondo, ambientando las guitarras retorcidas de temas como A Devil in God’s Country, se intercalaban imágenes de imponentes demonios con cachos curvados.
Antes de ellos, en el mismo escenario, el vocalista de Vein, una de las bandas ganadoras de la convocatoria distrital, aprovechaba los interludios entre canción y canción para lanzarle pullas a la iglesia y al gobierno; en una presentación que, por cierto, estuvo adornada por las tremendas obras en carboncillo de Chacón, quien dibujó en vivo piezas inspiradas en las canciones que estaban sonando.
Los alemanes de Heaven Shall Burn (El cielo debe arder), que dicho sea de paso hicieron una presentación enorme cargada de velocidad en el escenario Plaza, según han comentado en algunas entrevistas, le dieron un giro a esa alegoría sobre el cielo y le atribuyen ese significado a los falsos paraísos que se crean los individuos.
Si hay algo que nos ha enseñado a hacer el metal es a rellenar los símbolos religiosos con otros significados para perderles el miedo. No solo el del diablo, también la muerte, las calaveras, la oscuridad. En todo caso, ya sea como representación de los demonios internos, como figura subversiva o incluso como simple objeto decorativo, la fascinación por lo diabólico en el metal parece estar más relacionada con el poder liberador de rebelarse contra el amo; con la necesidad de protestar para sacarse de encima, a través de la música o del pogo, toda la furia contenida después de siglos de recibir acusaciones por "pecadores"; señalamientos que se mantienen vivos en un país donde un tipo que quemaba libros por “blasfemos” llegó a ocupar un cargo político influyente y ahora es candidato a la presidencia.
O tal vez el uso metafórico del diablo sea también una respuesta a las ambigüedades de la narrativa cristiana, como las que señala el filósofo Slavoj Zizek en el libro El títere y el enano, el núcleo perverso del cristianismo. Hay dos ejemplos particularmente paradójicos. El primero es sobre la historia de Adán y Eva: “si la manzana estaba ahí para ser prohibida ¿porque dios la puso en el paraíso?, ¿no será aquello un estrategia “perversa” para salvarlos luego?”. El segundo es sobre la mismísima existencia del diablo, que se encuentra “ligada a la creación y posterior caída del mismo Lucifer. ¿Cómo puede un dios omnipotente crear a su más acérrimo enemigo?”.
No es raro entonces que el mundo del metal se sienta más identificado con los que dios dejó caer, con los excluidos, sobre todo en un país que todavía pide buscar en la biblia para reconocer los derechos de la gente.