Rompan todo se estrenó el pasado diciembre en Netflix, dirigida por Picky Talarico y con la producción del legendario músico argentino Gustavo Santaolalla. Esta serie documental, que estuvo como una de las más populares de la plataforma en Colombia por varias semanas, hace un recorrido por varias décadas de historia del rock latinoamericano. La serie habló de uno de los conciertos más memorables de la historia colombiana: El concierto de conciertos, que ocurrió en 1988. Sin embargo, aunque se usan imágenes de apoyo de Rock al parque (así como de otros festivales musicales de Colombia), la serie no profundiza en el nacimiento del festival bogotano, que se mantiene como el más grande de Latinoamérica en modalidad gratuita. Chucky García, curador del festival desde hace varios años, se pronunció al respecto en su cuenta de Twitter. "No hacemos Rock al parque para figurar en documentales. Cuando digo "hacemos" me refiero a Bogotá, a cada habitante que ha asistido durante uno o sus 25 años de historia; a su Alcaldía Mayor y al Idartes (su principal doliente en materia de organización); artistas, medios, aliados, patos y hasta críticos acérrimos. Los miles de logísticos, los que se han partido el lomo montándolo y desmontándolo cada año en el parque Simón Bolívar, toda la gente que trabaja en sus tarimas y los gestores de convivencia que ayudan a que la fiesta suceda en paz". "Lo hacemos porque es la conquista de un territorio, un patrimonio, una marca de Bogotá y, aún más importante, un reflejo de sus anhelos, contrastes, clima, transformación y terquedad. Se trata de defender y reivindicar el evento que mejor conserva la memoria musical del Distrito", afirmó García, quien agregó que Rock al parque fue "el primero que habló de paz, mucho antes de que se inventaran esos conciertos en las fronteras o en "potreros organizados"". García añadió: "Su presupuesto es limitado y nunca ha sido exorbitante, y su moneda de cambio y gran capital es el público. Y en ese sentido, que en su primera edición reuniera 80 mil almas y en la última 340 mil, demuestra que cuida bien y se preocupa porque cotice al alza en beneficio de todos y no de unos pocos. Y no es un secreto sino algo de público conocimiento, dentro y fuera de Colombia". "Con mención o sin mención, de nuestro lado y como dijo Súper O, ¡Hemos cumplido!", finalizó García. Sin duda Rock al parque dejó una huella imborrable en Latinoamérica, sí no se mencione en el documental.
No hay un solo texto en internet que documente lo que pasó el domingo 15 de octubre de 2006 en el festival Rock al Parque. Lo cierto es que decenas de asistentes y policías terminaron heridos. Uno de los más graves, Andrés Orjuela, decidió contar por primera vez qué pasó ese día y cómo su vida cambió radicalmente. Por William Martínez Todo estaba dado para vivir uno de los mejores Rock al Parque de la historia. La edición 12 del festival, realizada entre el 14 y el 16 de octubre de 2006 en el Parque Simón Bolívar, en Bogotá, estrenó un sistema de audio importado (150.000 vatios), cuya instalación y control requirió la contratación de ingenieros estadounidenses. Para los artistas, la organización creó una zona VIP de camerinos, que contaba con muebles, salas de alimentación y espacios para prepararse antes de saltar a tarima, algo muy distinto a las simples carpas donde ellos aguardaban su turno en años anteriores. Rock al Parque 2006 también inauguró un escenario alterno, denominado Lago, para 20.000 espectadores, y un pequeño escenario en la Carpa Distrito Rock, donde tocaron bandas locales que nunca habían pisado las tablas del festival. Por primera vez, el evento ofrecía tres tarimas. Y el cartel no se quedó corto ante las grandes novedades. Los headliners fueron Horcas (Argentina), ícono del heavy metal latinoamericano, Death by Stereo (Estados Unidos), una de las agrupaciones de hardcore punk más populares del momento, y Manu Chao (Francia), quien abandonó la tarima de la Plaza de Eventos con un coro eterno que retumbaba: 'Olé, olé, olé, olé; Manu, Manu'.¿Qué pasó entonces? ¿Por qué la edición 12 de Rock al Parque se volvió mítica por sus niveles desbordados de violencia? ¿Por qué, por primera y única vez en la historia del festival, la organización tuvo que parar un concierto (el de Pornomotora, cerrando el domingo)? Aunque 720 periodistas, entre ellos 52 extranjeros, lo cubrieron, no hay una sola pieza periodística en internet que documente lo que ocurrió el domingo 15 de octubre de 2006, mientras que los periódicos de la época sólo recogen cifras oficiales de las riñas. Para entender lo que sucedió, debemos fijar la mirada en el cartel de ese domingo.El cartel juntaba el mismo día y en el mismo escenario a Panda, una agrupación mexicana insignia para los ‘emos’ que tocaba por primera vez en Colombia, y tan solo 13 días después de haber lanzado al mercado su popular Amantes sunt amentes, con bandas de pop punk en pleno furor como División Minúscula y Don Tetto, con bandas de punk más tradicionales como Pornomotora y La Pestilencia, y con bandas de hardcore como la ya mencionada Death by Stereo. ¿Podía salir bien ese cóctel tan diverso? En la Bogotá de comienzos del 2000, plagada de la rivalidad entre tribus urbanas por motivos ideológicos, estéticos y musicales, definitivamente no.Andrés Orjuela, una de las 83.000 personas que asistieron el domingo 15 de octubre al Parque Simón Bolívar, perdió su ojo derecho en medio de una batalla campal. Tras 14 años de silencio, en los que nunca habló públicamente del hecho, decidió contarnos qué pasó ese día y cómo su vida cambió desde entonces.Este es un monólogo basado en la larga conversación que tuvimos con él. Los punkeros y los hardcoreros se enfrentaban, y los policías no hacían nada. Las personas de logística les gritaban: “¡Deténganlos! ¡Hagan algo!” Y uno de los policías les respondió: ‘¡Déjenlos que se maten! ¡Si ustedes se meten, nos los cargamos!” Roberto Barriga, un amigo que había viajado desde Barranquilla a Rock al Parque, vio cuando el parche punkero lanzó una pata removible de una valla de seguridad. Otro amigo, Dairo Salazar, vio esa pata volando hasta desplomar a una persona. Escuchó un golpe seco, como si hubieran dejado caer una piedra muy pesada al pasto. Él fue a socorrer a esa persona. Era yo, pero él no me reconoció. Eso me contó después. No me reconoció porque al girar mi cabeza vio que tenía la mitad de la cara aplastada. Supo que era yo por mis tenis: unos Converse negros con cordones de calaveras. Pensó que me iba a morir porque me estaba ahogando con la sangre y se puso a llorar sobre mi pecho. Escuché el grito de mi amigo barranquillero: “¡Cómo son capaces de quedarse mirando!” Me alzó al hombro y me llevó a una carpa de la Cruz Roja. Allá me vendaron toda la cabeza. Eran pasadas las 8:00 de la noche y la ambulancia solo llegó tres horas después. David Niño, mi mejor amigo de la universidad, firmó unos papeles como mi acudiente y arrancamos para el Hospital Simón Bolívar. En octubre de 2006, cuando pasó todo esto, yo escuchaba hardcore y tocaba la guitarra en una banda de metalcore llamada Kontragolpe. Hacía segundo semestre de Ingeniería Topográfica en la Universidad Distrital y trabajaba en bares de rock los fines de semana en el área de seguridad. Vivía solo en una habitación en el barrio Kennedy de Bogotá. Tenía 24 años. Desde 1998 iba a Rock al Parque. Era un espacio en el que me sentía completamente libre de vestirme, peinarme y expresarme como quisiera. En 2006, el festival abrió un nuevo espacio para bandas emergentes, la Carpa Distrito Rock, y en el cartel estaban los amigos de Dar a cada uno lo que es suyo. No recuerdo que una banda de hardcore se hubiera presentado antes en Rock al Parque. Esa fue mi motivación especial para ir ese domingo.Pasé toda la tarde en la Carpa Distrito Rock. Allá me encontré con mis compañeros de banda y mucha gente conocida del parche hardcore. Cuando tocó Dar a cada uno, la energía era muy chévere, pero la organización decidió parar el toque. Un parche de punkeros estaba lanzando botellas, tijeras y otras vainas contra la carpa. Había rumores de que se querían meter para acabar con todo adentro. Por esos años estaba prendida la rivalidad entre las escenas punk y hardcore. Cuando mezclaban bandas de ambos géneros en los toques, solían armarse enfrentamientos. Evacuamos la carpa y pensé que la cosa no pasaría a mayores. Yo había quedado de encontrarme con una amiga en la entrada del festival. Al regresar, unos amigos me dijeron que me había perdido de severa pelea entre punkeros y hardcoreros. Los punkeros, tomados y drogados, habían estado levantando emos y peleando con otros parches durante toda la tarde. Era un grupo grande, de 70 u 80 personas. En medio de la pelea, un punkero cayó al suelo de un puño. Varios se le fueron encima para rematarlo. El tipo como pudo salió corriendo.Como el plan de mi grupo era ver a la banda estadounidense Death by Stereo, tomamos camino hacia el Escenario Lago y allá nos acomodamos. De ahí en adelante no recuerdo más. Lo que conozco y le contaré es basado en lo que me dijeron mis amigos después. El punkero que había sido golpeado unos minutos antes volvió con todo su parche para desquitarse. Yo estaba hablando con alguien de espaldas al enfrentamiento. Del parche punkero lanzaron la pata removible de la valla de seguridad y, en un acto de reflejo, yo giré la cabeza y me impactó en el lado derecho de la cara. Si no la hubiera girado, posiblemente habría muerto, porque el tubo me hubiera pegado de lleno atrás de la cabeza.Mientras iba en la ambulancia, el vocalista de mi banda, Steve Ortiz, fue a la casa de mis papás para darles la noticia. Tal vez, sin querer, no lo hizo de la manera más sutil. Mi mamá estaba con mi hermano sacando la basura y él les dijo: “Si quieren estar con Andrés, está en el Hospital Simón Bolívar”. Ella se desmayó. Mi papá, sin dinero en el bolsillo, cogió como pudo para el hospital. Me hicieron una cirugía para suturar el globo ocular, porque el impacto fue tan fuerte que el ojo derecho se estalló de adentro hacia afuera. Mi papá pasó parte de la madrugada conmigo y antes de irse le entregaron mi ropa lavada en sangre. Él cogió 20 mil pesos que yo tenía en el bolsillo del pantalón y c0n eso pudo devolverse a la casa. Cuando llegó, escondió la ropa en un balde, y la lavó para que mi mamá no se diera cuenta. Mi compañero de habitación me preguntó si me había visto en un espejo. Le respondí que no. Me dijo que parecía como si un perro me hubiera arrancado la nariz. No tenía nariz, tenía un hueco. El lunes, me hicieron una cirugía para reconstruírmela. Los médicos se dieron cuenta de que una parte de la nariz estaba metida dentro de mi cara. Luego de la intervención, decidí verme en el espejo. No me reconocí. Mi cara era una pelota morada. Con los dedos intenté abrir el ojo derecho y vi una esfera completamente negra, llena de sangre. También noté que había perdido un diente. Tres días después, me dijeron que el ojo estaba aliviado, pero que había perdido la visión. El lunes siguiente me reconstruyeron el piso de órbita, que es el hueso que queda bajo el ojo. Ese hueso quedó triturado, hecho polvo. Tuvieron que poner ahí una malla de titanio.Me dijeron que la recuperación demoraba dos meses. Cumplido ese tiempo, la doctora me dijo que el ojo se iba a atrofiar, porque no irrigaba sangre. Me recomendó, por estética, quitarlo. Eso sí me dio duro. Una cosa es no ver y otra, no tener un ojo. Yo salí del consultorio y me hice el fuerte ante mi mamá para no afectarla. Cuando llegamos a la casa, me encerré en la habitación a llorar. Me retiraron el ojo. Luego de la cirugía, mi papá me preguntó si cogíamos un taxi para ir a la casa. La pregunta no sobraba porque no teníamos dinero, nunca lo tuvimos. Yo le dije que cogiéramos Transmilenio. Cometí ese error. Nos fuimos en un bus desde la calle 165 con carrera Séptima (norte de Bogotá) hasta Kennedy (suroccidente). Cuando llegamos a la casa, sentía que me iba a morir. Duré cinco días sin poder dormir del dolor. Es el peor dolor que he sentido en mi vida. Mi amigo de la universidad llegó con un poco de bombas, como si se tratara de la piñata de un chino chiquito. Ese detalle me quedó en la memoria. La doctora me propuso diseñar una prótesis para reemplazar el ojo. Acepté, pero no salió como me lo había pintado, pues no se veía bien estéticamente y generaba un lagrimeo excesivo. Opté por los parches apósitos. La secreción me producía rasquiña y no podía rascarme porque el material es adhesivo. Busqué entonces los llamados parches de pirata. Estéticamente me sentía mejor, pero a los 20 minutos no te lo aguantas. Solo después de varios años, me acostumbré a llevarlo todo el tiempo.Durante el primer mes de recuperación, no pude salir porque no podía darme el sol ni el viento. Aunque la universidad me ofreció la posibilidad de aplazar el semestre, yo no acepté. No estaba acostumbrado a quedarme en una casa ni a estar quieto. Cuando comencé a salir a la calle, me inflamaba horrible. Andaba con unas gafas oscuras para disimular. Como no veía completamente a mi alrededor, me golpeaba en la cara. Me golpeé muchas veces, me caí muchas veces. Una vez, por mantener las gafas en la noche, se me fue un pie en una alcantarilla. Lloraba pensando por qué mierdas tenía que vivir así.Hubo momentos veloces y fugaces en los que pensaba en quitarme la vida. Pero después me decía que estaba vivo, y si uno está vivo, basta. Rendirse nunca es la opción de una persona fuerte. Desde pequeñito estuve acostumbrado a trabajar y a valerme por mí mismo. Eso creo que me ayudó a tomar las cosas de una manera diferente. Cada vez que me sentía mal, pensaba en que tal vez yo tenía que estar ahí en el momento del golpe. De pronto otra persona no hubiera tenido la fortaleza física ni el espíritu para soportar una cosa de esas. Si yo estuve ahí, evité que otra persona pasara por eso.Nunca quise saber quién me lanzó el tubo. Algunos conocidos me decían que podían averiguar quién había sido. Yo no quería imaginarme cómo iba a reaccionar si me lo cruzaba. Pensé en su mamá, en el dolor que sentiría su mamá al verlo golpeado, en que ella no tenía la culpa de lo que su hijo hizo, en que sentiría el mismo dolor de mi mamá. Yo avanzaba en la carrera, pero para estudiar y hacer topografía se necesitan los dos ojos. Uno debe examinar fotografías aéreas y satelitales para hacer mediciones y mapas, y eso requiere la visión estereoscópica (la capacidad de los dos ojos para ver imágenes tridimensionales). Hice hasta noveno semestre y tuve que parar por falta de dinero. Por esos días, el vocalista de mi banda me ofreció trabajar en su estudio de tatuajes y yo, que había aprendido a tatuar hacía un tiempo, acepté. Lo hice por desvare para terminar la universidad y me terminó gustando más que la carrera. Ahora tengo mi propio estudio, Redbeard Tattoo.Todo el tiempo me siento observado. Cojo un bus y alguien se me queda mirando fijo todo el camino. Los niños que van por la calle dicen: ‘¡Ahhh, un pirata!’ Cuando me preguntan si yo soy un pirata, les respondo: ‘Sí, soy un pirata’. ¿Cómo voy a quitarle la inocencia a un niño? En algún momento, comencé a apropiarme y a aprovechar mi apariencia. Hice algunos extras para El Capo 2 y actué en Cumbia Ninja, una serie de Fox. Incluso el nombre de mi negocio, su imagen y la ambientación del estudio, tienen que ver con la estética del pirata. Otras cosas cambiaron en mi vida a raíz del golpe. Antes, era ateo. Luego replanteé mi visión del mundo y decidí acercarme a una iglesia. Antes, era más egoísta. Ahora pienso más en el dolor del otro. Antes me la pasaba de festival en festival, ahora evito las multitudes. Me parecen un riesgo innecesario. Antes, era supremamente sociable. Después, me cerré. De tanta gente con la que hablaba a diario, solo quedaron seis personas. Y no son los que pensé que iban a estar en los momentos duros. Decidí demandar a Rock al Parque buscando una indemnización. Evidentemente hubo fallos en la seguridad del evento. Donde hay una valla, debe haber personal de seguridad. El proceso duró 12 años y finalmente perdí. Usando su poder, la Alcaldía de Bogotá y la organización del festival dilataron el caso hasta archivarlo. Hoy ya no pienso en eso ni en lo que pasó ese domingo del 2006. No lo recuerdo con rabia ni con tristeza. Tengo mi propio negocio, cuento con el apoyo de mis papás y ellos cuentan con el mío, y me siento completamente cómodo conmigo mismo. Ahora vivo con mi novia y estamos esperando felices nuestro primer hijo.Sígannos también en Instagram Para ver | Especial Rock al Parque: ¿Por qué Bogotá es tan metalera? #LaMúsicaNosUne
Lamentablemente la pandemia obligó a que los planes que todos tenían para 2020 tuvieran un cambio radical. El COVID-19 afectó el calendario de todos los eventos masivos de Colombia; unos han sido reprogramados, otros han sido cancelados y unos cuantos han informado que se renuevan. Ese es el caso de los Festivales Al Parque de Bogotá que este año pasarán de realizarse en plazoletas, parques y zonas verdes a disfrutarse de manera virtual. IDARTES emitió un comunicado explicando cómo funcionarán los Festivales Al Parque en 2020 y cómo se gestionarán sus recursos económicos. Festivales al Parque 2020 atienden los requerimientos de sus públicos y las necesidades del sector artístico, como lo demanda la contingencia, y ponen a su disposición un paquete económico de más de 2 mil millones de pesos, una serie de espectáculos virtuales, nuevas líneas de atención y 49 estímulos especiales. La política de Festivales al Parque incluye espacios para la creación, la investigación, la formación y el emprendimiento. Así, con una inversión total de 2.147 millones de pesos, este año el Idartes ofrece nuevas oportunidades para las bandas y los distintos agentes del sector. Con una bolsa de $231.000.000 - que incluye becas, premios y pasantías- la entidad apoyará proyectos de creación, promoción, memoria e innovación. Los nuevos estímulos -que reemplazan y superan en cantidad el portafolio contemplado originalmente, se destinaran 416 millones de pesos ($416.000.000) para invertir en el acompañamiento de procesos de artistas y gestores de las localidades, 500 millones ($500.000.000) se usarán para la implementación de proyectos que estimulen la creatividad y el trabajo colaborativo y 400 millones de pesos ($400.000.000) para el Proyecto RETO. Salome Olarte, gerente de música de IDARTES, explica que esta es una iniciativa que surge como respuesta a la necesidad de acompañar la reactivación y sostenibilidad del sector desde la mirada del emprendimiento y las oportunidades de negocio que se puedan dar en este momento”. Un presupuesto de 500 millones de pesos será destinado a la realización de los Festivales al Parque en Línea, pero, además, este año, marca el aniversario número 25 de Jazz al Parque una celebración que, con una partida de 100 millones de pesos revivirá sus mejores momentos, a través de un libro, series web y podcast, un compilado especial y una recopilación de grandes partituras que han sido interpretadas en el festival, que se transmitirá en línea y estará disponible para consulta y descarga. A través de un video IDARTES explicó cómo serán los Festivales Al Parque del 2020 #LaMúsicaNosUne
¿Tiene una banda de rock? ¿Ha soñado con tocar en un festival? ¿Tiene todo el talento, la actitud y las ganas? ¿Quiere que escuchen su música cientos de personas? Pues deje de soñar y mejor empiece a actuar. Le contamos que ya está abierta la convocatoria para bandas nacionales que quiera participar en la edición número 26 del festival de rock más importante de Latinoamérica, Rock al parque 2020, y aquí le vamos contando qué tiene que hacer. Rock al Parque: 25 años de pequeñas historias compartidas Lo primero es que tenga en cuenta las fechas claves de esta convocatoria para que luego no esté penando si no alcanzó, si no le pasaron los papeles a tiempo, si los de la banda no le contestan el whatsapp o cualquier contratiempo. Fechas claves para Rock al Parque 2020: Para el año 2020 serán 16 las agrupaciones escogidas para participar en el festival, las cuales obtendrán un estímulo de $ 4.300.000 cada una. Fecha de apertura de la convocatoria - 4 de marzo de 2020 Fecha de cierre o recepción de propuestas - 25 de marzo de 2020 a las 5:00 p.m. Publicación de habilitados, rechazados y por subsanar - 21 de abril de 2020 Publicación de resultados de evaluación - 30 de junio de 2020 Fecha máxima de ejecución - 17 de agosto de 2020 Datos que debe saber: Las propuestas de artistas y bandas deberán integrar elementos y lenguajes del rock, así como nuevas tendencias, lenguajes electrónicos y otras estéticas fusionadas a partir de estos aspectos. Los participantes deberán demostrar como mínimo una trayectoria artística desarrollada entre el 2018 y el 2019. Puede consultar toda información detallada de la convocatoria de Rock al Parque 2020 aquí. La historia de Rock Al Parque En 1995, durante la alcaldía de Antanas Mockus, tronó por primera vez en Bogotá el Festival Rock al Parque. Mario Duarte, cantante de La Derecha, el empresario Julio Correal y Berta Quintero, subdirectora de fomento del Instituto Distrital de Cultura y Turismo, produjeron la primera edición del evento que celebra hoy un cuarto de siglo constituyéndose como una de las piezas más importantes de la memoria musical latinoamericana. Mucha agua ha corrido en el país durante todos estos años en los que el festival se ha celebrado ininterrumpidamente. Han sido 25 ediciones que han visto pasar a la crema y nata del rock latinoamericano, lujosos invitados internacionales y, por supuesto, una creciente marea de público. Entre toque y toque, fuera del Simón Bolívar, el teatro al aire libre La media torta o los demás espacios en los que se ha celebrado el festival, la historia del país ha transcurrido con sucesos más violentos que cualquier acorde. La historia del festival se ha escrito y se ha mantenido vigente a pesar de las tragedias. Lea la historia completa de este festival: 25 años de historia de Colombia en 25 años de Rock al Parque
El heavy metal, el hard rock y la música popular colombiana son iguales o al menos se parecen. Aunque esta afirmación podría sonar casi que a insulto en un país en donde la tolerancia es mínima, la demostraré con argumentos. Por: Fabián David Ortiz @rockeropopular Mi nombre es Fabián David, escucho, conozco y estudio el heavy metal, el hard rock y el rock en general desde mi más temprana adolescencia. Esto no se trata de conocer miles de bandas o de tener argumentos para desmentir a los “posers”, a los que los vieja guardia solían llamar “casposos”, ni de vivir criticando la escena local y los festivales que se organizan. Es diferente, es algo íntimo, propio e introspectivo. Se trata de enamorarse de la música, de lo que representa para uno, de estudiarla, de leer, de vivir un A headbangers journey y de sentir en realidad las palabras de los Scorpions cuando dicen “How can we grow old, when the soundtrack of our lives is rock-n- roll”; suena romántico pero es así: amor, emoción, actitud y cachitos al cielo. Creo que el heavy metal, el hard rock y la música popular colombiana son lo mismo, o al menos se parecen bastante. Esta afirmación podría sonar casi que a insulto, especialmente en un país en el que la tolerancia es mínima y tienen más valor una empanada o una camiseta que la vida misma de las personas. Vamos a demostrar la afirmación desde argumentos serios, así ustedes estén pensando que mi afirmación no debería ser tomada en serio. Una noche, de camino a casa, pasé por una cantina donde estaban reunidos unos amigos que me ofrecieron una cerveza y me acompañaron en el despecho que por esos días estaba viviendo. Ahí dentro, de pronto empecé a escuchar una descarga de emociones, frustraciones y ganas de jartar. Desde muy joven, mis oídos se acostumbraron a analizar la música para poder definir la calidad de la misma en cuanto a composición y letras. Una de las cosas que más me gusta es cuando encuentro música que me sorprende y que uno creería que es imposible que exista, como cuando descubrí a Sandro de América cantando heavy en Salvaje, a Cristian Castro cantando speed metal en No te vayas, o al mismísimo Juan Gabriel haciendo un cover de Have You Ever Seen The Rain de Creedence. Mis amigos pedían canciones, las cervezas se abrían, yo me puse a analizar y a escuchar. El bar en el que estaba se llama El Salón de la fama, y claro está, en ese lugar no podía faltar la parte audiovisual, así que me enfoqué en los videos de las canciones que sonaban. El primero que vi fue Directo al corazón de Los Tigres del Norte. Si bien los videoclips que se hacen en la actualidad tienen una calidad impresionante en producción, este video se me hacía muy parecido al de Daddy, Brother, Lover, Little Boy de Mr. Big del 2012. No se trataba de una copia como lo es el de Carlos Vives que es igualito a uno de U2. No, este además de ver a los músicos tocar y cantar, me estaba contando una historia. Las canciones iban en compás de cuatro cuartos marcados por la percusión o por el bajo. Sonó Tenías razón de Yeison Jiménez. ¡Un temazo! Me di cuenta que la mayoría de los instrumentos están afinados en Mi, pero si el cantante no alcanza notas altas van en bemol para ayudarle un poco. Eso es muy heavy ochentero y muy John Álex Castaño. Luego pusieron Te deseo lo peor de Los bacanes del sur. Como en la canción anterior aquí las cuerdas, los vientos y el acordeón no solo hacen melodías y armónicos, sino que por una casualidad seguramente digito-dactilar, estos solos van en escalas pentatónicas, las mismas que en el rock propuso Ritchie Blackmore, guitarrista de Deep Purple y Rainbow. Solamente les haría falta ponerles distorsión y sería el inicio de una canción de Al Pitrelli, Warren DeMartini o John Norum. Falta algo importante: las letras. Recordé cuando Mario Duarte dijo que no había escuchado una canción más punk que Sombras de Javier Solís, y que por esa razón decidió hacerle un cover. Hace años que no escucho a una banda con la actitud digna de alguien medio emborrachado y con el ego destrozado diciendo: “Por ahí dicen que donde hubo fuego cenizas quedan, ¡pero yo aprendí a barrer!” de Alzate (papá) en su canción Oigan a esta. Mucha rabia, fuerza y actitud. Únicamente le hacía falta estar vestido de cuero y de taches. Entré en conflicto. Mi espíritu rockero tenía unas ganas salvajes de pedir media de aguardiente y cantar a grito herido como en los conciertos de los Gunners, Aerosmith, Helloween o Scorpions. Entre canciones de Yeison, Uriel Henao, Alzate, Los bacanes del sur, Alexis Escobar, Paolita Jara y muchos que ya ni me acuerdo, me puse a pensar en las letras y noté que también hablan de los tres temas principales del heavy y hard rock ochentero comercial, a saber: - Estoy enamorado de una persona. - Estoy mal por esa persona. - Me quiero emborrachar y voy a superar (también a esa persona). Seré honesto con ustedes: Esa noche no sólo me tomé unas buenas cervezas, sino que mis prejuicios y mis niveles de intolerancia cambiaron radicalmente. Las canciones son nuevas, las descubro, las aprendo, las canto, tomo y comparto más de una cerveza, y hasta me divierto al ver las impresiones de las personas cuando no me aguanto cabecear una canción en “El salón de la fama”. Si les quedan dudas sobre lo que digo, los invito a que escuchen una canción de Pipe Bueno que se llama Te hubieras ido antes. Los invito a que se imaginen un solo justo en la mitad, y verán cómo les sale una canción estilo Aerosmith o Bon Jovi en la mejor de sus épocas. Ahora voy a conciertos de música popular y de heavy metal, celebro con Molocs (Maloich) en las manos cuando un cantante como Johnny Rivera se pone a cantar rock, recuerdo la humildad del artista que me enamoró del rock sin pretensiones eruditas o ego sobre la obra, entrega a su público y amor por lo que hace. De eso se trata también, de la actitud. Puede que lo que estén leyendo no les guste o sientan que mis palabras son un sacrilegio al rock, y está bien que piensen eso, porque mientras juzguen a las personas que hacen y celebran este tipo de cosas, las cientos o miles de personas que vamos a los conciertos, apoyamos la escena, pagamos boletas y escuchamos la música que nos gusta, sentimos la unión y la paz más duro y más pesado que la opinión de los que nos juzgan. Eso es heavy metal popular.
Rock al parque es uno de los festivales más importantes de Latinoamérica y en su aniversario 25 siguió inspirando a muchos. Prueba de ello es el documental independiente Distrital y popular, que hace un recorrido por la importancia del festival en la escena musical bogotana. Puede ser visto en la plataforma Mowies.com. Por Paula Ricciulli // @ricciup Si bien no es el primer documental que se realiza sobre el festival, es su independencia la que lo diferencia de otros trabajos sobre el tema. “Distrital y popular es un audiovisual realizado sin estar comprometido con ninguna institución oficial, lo cual nos permitió desarrollar su contenido con total libertad. Cada uno de los invitados y entrevistados respondió a nuestras preguntas sin tener ninguna restricción en sus observaciones y por ello se da un fascinante contraste de opiniones”, cuenta el periodista musical y director de documental José Gandour. En el documental hablan invitados como Amos Piñeros (Ultrágeno, Catedral y Tequendama), Christian de la Espriella (Pornomotora), Pablo Araoz (Alerta Kamarada), Daniel Acosta (Telebit), entre otras figuras de la escena local. Distrital y popular reúne anécdotas e imágenes inéditas del primer Rock al Parque en el Estadio Olaya Herrera, y otras historias de los músicos que han construido la historia del festival. El documental también aborda la discusión que se ha generado recientemente sobre la inclusión de otros géneros en el festival y si por esto debería cambiar de nombre. Todos los entrevistados coincidieron en lo difícil que es dar una definición certera de lo que es hoy el rock que represente la cantidad de estilos que hemos visto en rock al parque. Una de las respuestas más contundentes al respecto es “Hoy es más rockero Systema Solar que Kiss”. El componente político del festival no pasa inadvertido. Aquí se recuerdan momentos como cuando Enrique Peñalosa quiso acabar con Rock al parque o cuando Lucho Garzón afirmó que U2 iba a cerrar el evento. Sin duda, una muestra de que Rock al Parque es mucho más que un simple concierto de tres días. Es un ejemplo claro y eficiente de lo que es el manejo de la política cultural de Bogotá. El crowdfunding fue el método elegido para financiar el documental, pero no se usó una plataforma para recaudar el dinero. “Les solicitamos directamente a familiares y amigos de distintos países su colaboración. La contribución fue recibida no solamente en formato monetario sino además con una invaluable colaboración intelectual y material que nos permitió ejecutar todo el proyecto. Hubo gente que nos contribuyó con dinero, otros que nos abrieron sus espacios para hacer el rodaje, algunos nos prestaron luces, otros nos dieron sus asesorías legales y hubo amigos, tanto en Colombia, como en Argentina, que nos asistieron con el sonido, la corrección de color y el Motion Graphics. Las agrupaciones musicales participantes en la banda sonora del documental, todas ellas bogotanas y autogestionadas, nos cedieron los derechos de sus canciones, en medio del entusiasmo que sintieron cada una de ellas por el proyecto”, nos cuenta José. Distrital y popular está disponible en Mowies.com, una nueva plataforma audiovisual con sede en Medellín, hecha para productores independientes, que permite cobrar lo básico a los interesados en ver el documental. “Este trabajo lo hicimos con nuestro dinero, sin ningún patrocinio público o privado, y lo mínimo a lo que aspiramos es poder recuperar nuestra inversión”. Vean el documental Distrital y popular aquí. (Vale menos que un par de cervezas o la boleta promedio de cine).
El feminismo y la equidad de género cada vez van ganando más espacio en la discusión sobre muchos temas, y por supuesto, la música no ha sido la excepción. Por eso la participación de mujeres en festivales y, en general, la cantidad de propuestas femeninas en la música cada vez nos llama más la atención. ¿Será que los festivales tienen un sesgo contra las mujeres? ¿Por qué cuando pensamos en actos de pop se nos ocurren las mujeres casi que inmediatamente, mientras que cuando hablamos de rock son mucho más los nombres masculinos los que llegan a nuestra cabeza? Por: Paula Ricciulli // @ricciup Tomemos, por ejemplo a Rock al Parque. Una mirada rápida a los carteles del festival en sus 25 años de historia nos muestra muy pocas mujeres solistas o en bandas frente a una cantidad abrumadora de proyectos masculinos. Y si una mirada rápida nos permite concluir la poca participación femenina en Rock al Parque, un estudio más detallado arroja la misma conclusión. El colectivo y festival Ruidosa, liderado por la cantante chilena Francisca Valenzuela, analizó la paridad de género en 66 festivales en la región realizados en 2016, 2017 y comienzos de 2018. Rock al Parque es uno de los festivales con menor participación de mujeres en el continente (3.6%). En su edición 2019, se jactó de ser un evento incluyente que rechaza el machismo por incluir a 22 grupos con mujeres en su cartel. Sin embargo, con 73 actos en total en el festival, aún no es una cifra para enorgullecerse. Mujeres y Rock al Parque: ¿por qué es una relación agridulce? El equipo de Ruidosa analizó los carteles de 66 festivales de Argentina, Colombia, Chile y México. En los últimos tres años, siete de cada diez actos en festivales de música han sido de hombres solistas o bandas de hombres. Además de Rock al Parque, Cosquín Rock (Argentina, 2.2% de participación de mujeres), Pal norte (México, 5.8%), Vive Latino (México, 5.9%), y Estéreo Picnic (Colombia, 7%) son otros de los festivales latinos que se rajan en equidad de género. ¿Cómo están los festivales latinos en participación femenina? Esto no es solamente en Latinoamérica, sino en festivales de todo el mundo. En Coachella, en los cerca de 20 años de historia del festival solo han cerrado cuatro mujeres o bandas con integrantes femeninas: Björk (dos veces), Portishead (con Beth Gibbons), Beyoncé y Ariana Grande. Lollapalooza en 2018 llamó la atención por incluir a solo 38 mujeres en un cartel de 183 actos. ¿Será que las mujeres son discriminadas en los festivales? Analizamos a 202 bandas que se inscribieron a la convocatoria distrital de Rock al Parque 2019 de todos los géneros musicales. De ellas, solo 24 (alrededor del 11%) tienen al menos una mujer entre sus integrantes. El problema entonces no parece ser que en Rock al Parque tenga un sesgo contra los proyectos de mujeres, sino que no hay tantos para elegir. ¿Por qué hay menos bandas de rock femeninas? Una teoría es que el origen de buena parte de los grandes festivales en el mundo ha sido tradicionalmente masculino. Estos eventos fueron símbolo en su momento del rock alternativo que se oponía a lo corporativo y frívolo (algo que representa muy bien el pop, un género históricamente dominado por mujeres), según opina Forrest Wickman en el portal Slate. La mujer se volvió sinónimo/instrumento de lo plástico, banal y corporativo, mientras que el hombre encarnaba el espíritu contestatario y rebelde. Culturalmente, le hemos atribuido al rock características “masculinas”, como rudeza, fortaleza, atrevimiento y agresividad, todo lo contrario al pop, mucho más “femenino”, sensible y emotivo. Por eso, no es de extrañar que (todavía) a muchos hombres heterosexuales les dé pena admitir públicamente que les gusta una canción de pop. Por eso, cuando pensamos en bandas de rock, solemos recordar principalmente en bandas de hombres. Por supuesto, ambos son estereotipos obsoletos, pero siguen teniendo vigencia. Buena parte de los subgéneros del rock (metal, punk, hardcore, entre otros) han sido hechos por hombres, así que suele haber más oferta de bandas masculinas en estos estilos. Shirley Manson, vocalista de Garbage, declaró alguna vez en Loudersound.com que “todo el juego del ‘rock’ fue diseñado y mantenido por el patriarcado. Así que, si las reglas son escritas por hombres, es difícil para las mujeres infiltrarse, porque las mujeres juegan un juego de hombres y no el propio. Aún sigue siendo difícil para las mujeres ser tenidas en cuenta como pensadoras y creadoras de la misma manera que los hombres”. Ella recuerda que, en ocasiones, cuando buscaba al abogado de la banda, se negaba a seguir sus instrucciones antes de confirmar con otro miembro (hombre) del grupo, aun cuando ella era la líder. ¿Dónde han quedado las mujeres artistas en los conciertos en Colombia? “Es innegable que hay estigmas que han marcado en el pasado el papel cultural de las mujeres o los hombres en la música y esto se ve reflejado en que no tengamos la misma proporción de propuestas femeninas y masculinas en el rock”, afirma Catalina Villegas, integrante de la banda de Medellín de rock alternativo Lilith. “Creo que se nos ha inculcado que es más normal tener una banda de rock de hombres”, cuenta la mexicana Daniela Villarreal, líder de The Warning, una de las bandas femeninas invitadas a Rock al Parque 2019. Ella agrega que ha sentido que no la toman en serio por ser mujer en algunas de sus presentaciones. Para Marcela Morales, del grupo de metal Ataque de Pánico, “hay una tendencia a subestimar a las bandas de mujeres porque precisamente ha sido un proceso largo para una mujer ganar espacio en una escena de hombres”. Sin embargo, estas mujeres reconocen que cada vez hay más propuestas femeninas. “La participación se está incrementando y veo que cada vez hay más mujeres en bandas, no solo como voces líderes, sino también como instrumentistas. De forma natural, los hombres han liderado en muchas propuestas, pero cada vez hay más chicas y la tendencia va a girar a un balance mayor”, opina la cantante e instrumentista Ana Jimena González (Brina Quoya). Para José Gandour, periodista y crítico musical director de Zona Girante, “la creación de bandas femeninas, en un número importante, ha sido un fenómeno reciente”. Sin embargo, José añade que, aun cuando existen cada vez más propuestas femeninas, “el panorama musical colombiano no ha tomado en serio el papel de la mujer en el medio. Gran parte de las propuestas colombianas que van a sonar internacionalmente en los próximos años van a ser hechas por mujeres. Nos estamos perdiendo una participación importante y renovadora en la música colombiana", opina José quien menciona Brina Quoya, Mabiland o Lianna, como algunos ejemplos de propuestas femeninas que se han destacado. ¿Qué hacer? En 2017 Rock al Parque puso en marcha una tarima dedicada solo a propuestas femeninas y actos como Nervosa, Mon Laferte, Salt Cathedral, Catfish, Lucrecia Dalt y la Santa Cecilia brillaron en el escenario. En ese año, la participación de mujeres se incrementó frente al 2016 (pasó de 15 a 32). Aunque la idea fue bien recibida por el público (la tarima se llenó), no tuvo efectos en el incremento de la participación femenina en el festival a largo plazo. Tras el positivo incremento de participación femenina en 2017, en 2018 se vino al piso con solo 14 mujeres dentro del cartel. A la tarima femenina, aunque fue una idea bienintencionada, tal vez le faltó mantenerse y consolidarse para lograr mejores resultados. A veces ese tipo de medidas resulta insuficiente si no hay un verdadero cambio estructural. En su momento, Cynthia Montaño, participante en Rock al Parque 2017, resaltó la importancia de esta iniciativa en una entrevista para Shock: “Primero, que incluyan sonoridades diferentes, porque eso indica que nuestra Colombia se reconoce como pluriétnica, multicultural y diversa. Lo segundo, me parece que para las mujeres es una ganancia muy grande, porque esto apoya a las mujeres en su trabajo y además genera equidad de género. Sin embargo, es importante que tanto mujeres y hombres compartamos un mismo gran escenario, comiéndonos el mismo público positivamente y ganándonos ese espacio”. (Andrea Echeverri de Aterciopelados, una de las mujeres destacadas en el rock nacional). En mayo en Argentina se presentó el proyecto de ley Mercedes Sosa, que exige al menos un 30 por ciento de participación femenina en festivales, ciclos y programaciones anuales de música en vivo y fue aprobado por el Senado. La discriminación positiva es como se conoce a las acciones encaminadas a favorecer a un grupo que históricamente ha sido menospreciado. Aunque a muchos les parece una buena idea para combatir desigualdades, a las mujeres entrevistadas por Shock les preocupa dar prioridad al género frente a la calidad de las propuestas. “Aunque creo que una medida así pueda ser pedagógica, me parece problemático que se privilegie el género de un proyecto por encima del talento”, opina Ana. “Siento que una cuota es como pedir permiso para participar, cuando estamos en un momento histórico en el que la atención se centra en nosotras”, agrega. Catalina, de Lilith, está de acuerdo. “Eso puede terminar llevando un mensaje equivocado a la audiencia de que estas agrupaciones solo tienen la posibilidad de estar en esos festivales por las cuotas mínimas y no porque su trabajo sea bueno”. Rita Indiana, una de las artistas femeninas de Rock al Parque 2019 opina: “Depende de nosotras. Tenemos que salir a buscárnosla con el machete en la boca y darle pa’ ya a los proyectos sin miedo. Siempre va a haber algún estúpido que te va a decir alguna estupidez o te va a tronchar el camino. Hay que aprender a lidiar con esa oposición y con la presión de que el mundo lo hicieron los varones y ellos están al mando todavía. Estamos en la lucha, pero eso está cambiando ya”. Tradicionalmente ha sido difícil para las mujeres abrirse paso en géneros más asociados a los hombres. Sin embargo, pese a la que la participación femenina ha sido baja, hemos roto estereotipos negativos y hoy las propuestas femeninas han logrado consolidarse y demostrar todo su talento. La invitación es también para nosotros: para revisar cuántas mujeres hay en nuestras playlists y conocerlas más. Aunque nos hace falta ver más proyectos de mujeres, ellas no quieren que su música se conozca solo por una cuota, sino porque de verdad es buena, sin importar el género.
Con una programación especial las Bibliotecas Públicas en Bogotá continúan celebrando los 25 años de Rock al Parque, dentro de las actividades programadas están las charlas que van a realizar historiadores, investigadores y periodistas especializados, conciertos, ejercicios de reconstrucción de la memoria colectiva sobre el festival, y una exposición fotográfica itinerante. La historia del rock colombiano es una historia en construcción de la que todos hacen parte. BibloRed ha preparado mesas de radio, un ejercicio de memoria colectiva en el que podrán construir la historia de Rock al Parque, a partir de sus anécdotas. El ciclo de charlas ¡Libertad Sublime! aborda la incidencia del rock en Colombia en los años 60, 70, 80 y 90. La mayoría de los conversatorios además del historiador o especialista ponente, contarán con la asistencia de un representante de la escena musical de cada década. Dentro de los gurús del rock que acompañarán las charlas están José Perilla, Ricardo Durán, Félix Riaño, Camilo Pombo, Luis Daniel Vega, Pepe Plata y Umberto Pérez. La exposición Historia de Rock al Parque a través del lente, muestra 25 fotografías que narran los 25 años de la fiesta más grande de Bogotá, el rock y la cultura musical capitalina. Para más información ingrese aquí. Prográmese para los conciertos Victimized Sábado 6 de julio, hora: 5:00 p.m. Biblioteca Pública Julio Mario Santo Domingo La Vodkanera Viernes 12 de julio, hora: 3:00 p.m. Biblioteca Pública Bosa Del Trueno Jueves 18 de julio, hora: 5:00 p.m. Biblioteca Pública El Tintal – Manuel Zapata Olivella Pinagua Viernes 26 de julio, hora: 2:00 p.m. Biblioteca Pública La Victoria Rehén Sábado 27 de julio, hora: 3:00 p.m. Biblioteca Pública Suba - Francisco José de Caldas La Vodkanera Sábado 27 de julio, hora: 4:00 p.m. Biblioteca Pública Virgilio Barco Piangua Sábado 27 de julio, hora: 3:00 p.m. Biblioteca Pública Carlos E. Restrepo Raionband Domingo 28 de julio, hora: 3:00 p.m. Biblioteca Pública Gabriel García Márquez - El Tunal
Aunque Amaranta Hank anuncie su retiro del porno como actriz, pues seguirá con otros proyectos relacionados a la industria, su fama ya es amplia y generalizada. O bueno, eso creíamos cuando le propusimos que fuera a Rock al Parque 2019 para que le preguntara a la gente el popular “¿usted no sabe quién soy yo?”. La actriz, periodista y escritora cucuteña buscó hombres, mujeres y parejas para medir su popularidad entre el público del festival de rock gratuito más importante de Latinoamérica. ¿Triunfaron los devotos de la industria XXX? ¿Los que la conocen fueron capaces de aceptar su fanatismo por Amaranta? Con ustedes todas las respuestas. Vean también la explicación de Amaranta sobre el origen de nuestras fantasías sexuales.
El show de cierre del Festival fue uno de los más esperados por el público asistente, fue tal la devoción de todos los que estaban en el escenario Plaza que nada los movía del parque Simón Bolívar a la 1:00 a.m. Un encuentro donde los invitados entregaron sus canciones memorables acompañados por la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Y no era para menos cada canción es un himno del rock iberoamericano. ¿Comprendes Mendes? de Control Machete, Vestido de Cristal de Kraken, Maligno de Aterciopelados, Ay que dolor de La Derecha, Muévete de Estados Alterados, Penélope de Draco Rosa, El puñal y el corazón de Café Tacvba, Tú amor de Pedro Aznar, y Mentiras de Los Amigos Invisibles. El mismo lunes se decidió a último momento que necesitaban una canción icónica para cerrar esta edición de Rock al parque, fue una sorpresa para todos, la Filarmónica sentían que faltaban algo para cerrar un show tan memorable y pensaron en una canción que todo el mundo tuviera en el radar y que se identificara con Bogotá y con el Festival. Florecita rockera tiene todos estos componentes y según Héctor “ya la habíamos hecho con varios cantantes, Julio de Amigos Invisibles, en una ocasión invitamos a Rubén a cantar Florecita Rockera en México, él ya se la sabía, cuando nos contaron fue una sorpresa para todos, nadie sabía que ese iba a ser el cierre, con Rubén empezamos a cantarla y por eso surgió esa improvisación tan espontánea en los camerinos, luego llegaron los otros músicos y se sumaron, nos lanzamos a hacerla y fue muy chévere poder cerrar la celebración de los 25 años con esa canción”. El gran crew salió nuevamente al escenario para entregar esta versión que compensó la espera del público que no se movió del escenario hasta que su deseo fue cumplido. Aterciopelados ya había realizado una versión sinfónica de su discografía. en el Teatro Mayor y en el Parque Simón Bolívar en el 2018 para celebrar los 480 años de Bogotá.
El Teatro Jorge Eliécer Gaitán presenta Gaitán Polifonico: Alcolirykoz, uno de los conciertos más esperados en su programación del 2021. Alcolirykoz los raperos paisas llegan al escenario del teatro el próximo 23 de abril a las 7:00 p.m. Gambeta, Fazeta y Kaztro, han preparado un repertorio especial para este concierto en Bogotá.Alcolirykoz es una de las agrupaciones de rap más importantes del país. Su música tiene influencias sonoras de la salsa, los boleros, la música de plancha, el latin jazz y muchas más, que los han colocado entre el gusto del público del rap y del cualquier otro género.Sus letras hablan de temas cotidianos, universales, retratan muy bien lo que está pasando en la actualidad en el mundo. Hablando también desde su espacio, de sus barrios y de los lugares de donde vienen.De sus álbumes se desprenden canciones como La Típica, del álbum En Letras Mayúsculas; Tararea, de Servicios Ambulatorioz; Pambelé, que le da nombre al álbum; Aranjuez y Piñata en el 301, sus más recientes sencillos.El concierto en el Jorge Eliécer Gaitán estaba programado para febrero, pero los tiempos de pandemia movieron su fecha y finalmente el 23 de abril disfrutaremos de este encuentro especial, en varias entrevistas Alcolirykoz ha manifestado la alegría de tocar en un teatro. El tiempo del show les permitirá tocar canciones de todos los álbumes, algo que no sucede en los festivales.La unión que llevan desde hace años no solo en la música, sino en la vida, ha permitido que su propuesta crezca cada día, son del mismo barrio Aranjuez de Medellín, eran vecinos y estudiaban en el mismo colegio. Gambeta y Casto son primos, Fazeta llegó después a la familia Alcolirykoz, lo demás es historia. Hoy su música los ha llevado a festivales y teatros. Este concierto del Gaitán será un encuentro con sus seguidores que estaban esperando y que servirá también para escuchar nueva música que no han tocado en vivo. Consiga sus entradas aquí.
Disney tiene una larga lista de personajes que transitan muy bien por la fantasía, princesas, hadas, seres mitológicos y héroes. Pero sus villanos son legendarios, los antagonistas perfectos, algunos tienen club de fans y logran despertar más admiración y devoción que los buenos de la película.Maléfica en La bella durmiente, La Reina Malvada en Blanca nieves y los siete enanitos, El capitán Garfio en Peter Pan, Shan Yu en Mulán, Úrsula en La Sirenita, entre muchos más, que demuestran que para completar historias fantásticas se necesita luchar contra la maldadCruella de Vil en 101 dálmatas hace que la vida de perros sea otra cosa. Amante de las pieles y de la vida glamorosa, su personaje se desarrolla en una época más real. Glenn Close le dio vida al personaje en 1996, cuando llevaron el live action al cine. Emma Stone, será Cruella , una de las películas más esperadas del 2021.El personaje de Cruella de Vil se lo debemos a la escritora Dodie Smith, actriz fracasada, que dedicó gran parte de su vida a escribir obras de teatro y novelas, su novela 101 dálmatas fue adaptada por Disney en 1961.101 dálmatas está basado en episodios reales que vivió la escritora, tenía un perro llamado Pongo, el padre dálmata que apareció en la película en 1961. Dos años antes de escribir la novela tuvo cachorros en su casa. La película animada consiguió la admiración de la escritora por el resultado que Disney logró con su historia.Marc Davis es el encargado de crear el personaje de Cruella de Vil para la película animada. En sus manos nacieron personajes como Blancanieves y los siete enanitos (1937), Cenicienta (1950), Alicia (en el país de las maravillas, 1951), Tiker Bell de Peter Pan (1953) y Maléfica de La bella durmiente (1959). El personaje de Cruella de Vil fue un reto para el diseñador, quería que fuera más real y moderno."Tenía varios modelos parciales en mente cuando dibujé a Cruella, incluida una mujer que conocí que era simplemente un monstruo: era alta y delgada y hablaba constantemente. Quería que el personaje se moviera como alguien que no te gustaría. Cruella es mala pero ridícula, loca y egoísta. Ella nunca se detiene a pensar. No imagino que asesinar perros haya estado nunca en su mente, todo lo que vio fueron los abrigos de piel que quería hacer con ellos" afirmó Marc Davis en una entrevista en Los Angeles Times.Marc Davis no estaba trabajando de cero el personaje de Cruella de Vil, siguió y mejoró las ilustraciones de las gemelas Janet y Anne Grahame Johnstone que ya habían creado para la novela de Dodie Smith. Davis invitó a la actriz Mary Wickers para que le diera voz a Cruella, de esa forma probó el personaje y terminó de construirla.La voz de Cruella de Vil en la película animada la hizo la actriz Betty Lou Gerson "En la primera sesión de grabación, me dijeron que viera qué se me ocurría. No quería que Cruella fuera totalmente aterradora como Maléfica, así que la interpreté con un toque de humor en mi voz. Muchos de los villanos de Disney son realmente aterradores, pero creo que Cruella es más cómica que malvada” afirmó la actriz en una entrevista para Los Ángeles Times.Cruella de Vil es un personaje que se ha movido muy bien en diferentes décadas. En 1996, 101 dálmatas con Glenn Close, la actriz vuelve a protagonizar en el 2000, 102 dálmatas. En 2015 Disney Channel hace una película para televisión Descendientes, protagonizada por la actriz Wendy Raquel Robinson, se convirtió en la primera afroamericana en darle vida a Cruella. El 28 de mayo de este 2021, terminará la espera para comprobar si Emma Stone hará honores al personaje de Cruella. La película se desarrolla en los 70 en Londres y contará un poco la vida de la villana en su juventud, antes de convertirse en enemiga de los dálmatas.
Dicen que perro que ladra no muerde, pero el refrán jamás aplicó para DMX. El rapero de Yonkers, Nueva York —que murió el 9 de abril de 2021, a sus 50 años, luego de pasar sus últimos días inconsciente tras un paro cardiaco—siempre tuvo los colmillos afilados listos para el ataque y un ladrido potente (y melódico) que, junto con sus barras llenas de dolor y lucha, lo encumbró como una leyenda del hip hop y, en un momento, el MC más grande del mundo: su récord de cinco álbumes seguidos que debutaron en el número uno en ventas sigue imbatido en el rap, y probablemente así se mantendrá por siempre.Por Santiago Cembrano | @scembranoParadójicamente, lo que diferenció a DMX desde su debut It’s Dark and Hell It’s Hot (1998) fue lo oscuro y agresivo de su música, a través de la cual buscó exorcizar los problemas que lo atormentaron hasta las últimas. Mientras que, en el panorama confuso tras las muertes de 2Pac y Biggie, Diddy y Bad Boy hacían canciones extravagantes sobre los placeres de la vida millonaria a partir de reconocibles samples ochenteros, las de DMX eran de cómo te iba a robar. Y, a la vez, mucho más que eso: había un delicado balance entre lo sagrado y lo profano. Junto con la violencia había espiritualidad cristiana, lucha por ser mejor y una vulnerabilidad dolorosa.¿Cómo la antítesis de lo comercial logró vender más que lo fabricado para vender? La respuesta está en la honestidad evidente en cada línea que ladraba, con la que estableció una conexión potente con cada uno de sus millones de oyentes, tan potente como la energía que inyectaba en cada canción, como si se aferrara al micrófono y a la vida con las mismas ganas. Tras el halo amenazante de cada track estaba el alma de alguien que desde que nació había conocido el día a día como una pendiente inclinada que le dificultaba cada paso. Y esa alma era casi palpable en su icónico registro, endurecido por su bronquitis asmática y la violencia que recibió y emitió a partes iguales.Bautizado por sus padres como Earl Simmons, desde niño se hizo amigo de los perros callejeros, con los que pasaba la mayoría de su tiempo. Era un niño desobediente y rebelde, y se entendía mejor con ellos —animales con la guardia alta, pero nobles y cariñosos— que con los humanos. Su padre se fue y su madre y los novios de ella solían golpearlo. Su infancia y adolescencia las pasó en hogares colectivos o en centros de detención juvenil. Como contó en su autobiografía E.A.R.L.: The Autobiography of DMX, robar se volvió su forma de comer y sobrevivir: “Me dedicaba a asaltar. Robaba tres veces al día: antes del colegio, luego del colegio y por la noche”. En esta misión no necesitaba arma, lo acompañaba su perro. Y su perro también le hacía los ad-libs en las batallas de rap con las que demostró su talento en su barrio a finales de los 80.Antes de rapear, hacía beatbox. Su nombre artístico lo tomó de la máquina de percusión Oberheim DMX. Su guía era el también rapero Ready Ron, que lo acogió bajo su ala como un hermano menor. Cuando tenía 14, recibió un blunt que Ready Ron le pasó. Fumó, pensaba que era marihuana. También tenía crack, y así empezó una adicción que lo persiguió y atormentó por décadas. “Las drogas eran un síntoma de un problema más grande. Hubo cosas que viví en mi niñez que simplemente bloqueé, pero solo puedes bloquear hasta cierto punto antes de quedarte sin espacio. Realmente no tenía a nadie con quien hablar de eso. Muchas veces hablar de tus problemas es visto como un signo de debilidad, cuando realmente es lo más valiente que puedes hacer”, dijo en el podcast de Talib Kweli, People’s Party.Nada le llegó fácil, un Sísifo en Yonkers empujando la piedra una y otra vez cuesta arriba. Nunca se rindió, con el rap como salida de esas arenas movedizas. Esa ambivalencia entre adicciones, robos y la redención que buscaba desesperadamente la plasmó en sus discos. Nada le llegó fácil, ni en el rap. Luego de que apareciera en la sección de “Unsigned Hype” de la revista The Source en el 91, fue firmado por Ruffhouse, pero no duró más que un par de sencillos. Tuvo que esperar varios años para su segunda oportunidad, que llegó con Def Jam, luego de una racha de colaboraciones que demostró su potencia y carisma, así como su habilidad por prender el fuego desde la primera oración que escupía en el micrófono. Ma$e, The Lox, Mic Geronimo y LL Cool J fueron algunos de los artistas que lo invitaron a sus tracks, que mejoraron inmensamente con su presencia.En mayo del 98 lanzó It’s Dark and Hell Is Hot, una compilación hardcore de relatos callejeros y lamentos profundos propulsados por una producción tan enérgica como su voz, de la que se hizo cargo, principalmente, Dame Grease. La portada roja sangre y el título ya indicaban hacia dónde iba a tirar el trabajo. Así lo confirmó, por ejemplo, “Damien”, un track sobre la toma de decisiones entre tentaciones y plegarias, sobre la guerra contra sí mismo y su entorno. Un tema con la energía de una tractomula como “Ruff Ryders’ Anthem” (ubicua en barberías y playlists de ejercicio, e himno del sello que representaba y lideraba) explicaba su situación “Todo lo que conozco es dolor/Todo lo que siento es lluvia/¿Cómo me mantengo?”. Aún hoy el álbum mantiene ese vigor y esa complejidad, que invita a pensar dos veces antes de juzgar a las personas como buenas o malas.Tras el éxito de su primer disco, Lyor Cohen, ejecutivo de Def Jam, le hizo una propuesta que no pudo rechazar: se llevaría un millón de dólares si le entregaba a la disquera un álbum nuevo en un mes. Lo hizo, y en diciembre del 98 DMX publicó Flesh of My Flesh, Blood of My Blood. En la portada, DMX seguía cubierto de sangre, como si acabara de salir del averno o de asesinar lentamente a más de un humano. Muerte en las calles, pesadillas y sufrimiento de por vida fueron las temáticas del disco, junto con la siempre presente aspiración espiritual de salvación. Así completó uno de los años más exitosos, a nivel comercial y según la crítica, de la historia del rap.A pesar del éxito sin precedentes de su primer año, su trabajo más vendido llegó en 1999 con ...And Then There Was X, propulsado por sencillos como “Party Up” y “What’s My Name”, en la que empieza afirmando que no es una buena persona. Junto con su exploración cinematográfica de esa época (protagonizó Belly de Hype Williams y apareció en varias películas más), su fama y reconocimiento estaban en sus niveles más altos. Y el dolor nunca se fue, como lo consignó en el título de su siguiente disco The Great Depression (2001). Con Grand Champ (2003), cerró su racha dorada de cinco trabajos en el número uno y se retiró por unos años. Volvió con Year of the Dog … Again (2006) y luego Undisputed (2012), pero no pudo recobrar la atención masiva del inicio. El panorama del rap de esos años era cambiante y en transición y, si le creemos al refrán, no le puedes enseñar trucos nuevos a un perro viejo.La energía oscura y violenta de sus canciones no era solo un tema artístico. Ya como súper estrella fue arrestado por distintos cargos de armas, robo, drogas, violencia y violencia animal. En 2018 fue sentenciado a un año de cárcel por evasión fiscal. Y nunca pudo librarse de la adicción y el abuso de sustancias, a pesar de varios intentos de rehabilitación y sobriedad. Cuando salió de la cárcel, volvió a firmar con Def Jam. No alcanzó a vivir para publicar su nuevo álbum, que incluiría colaboraciones de Bono, Pop Smoke y Griselda. La lucha que planteó en “Slippin’”, uno de sus sencillos icónicos, no acabó. Su determinación por vencer frente a los obstáculos tampoco: “Me estoy resbalando, me estoy cayendo, no puedo pararme / Me estoy resbalando, me estoy cayendo, tengo que pararme / Ponerme de pie para destruir esta mierda”.Su música y su vida fueron contradictorias. Un balance de su carrera muestra que era explosivo, arrogante, introspectivo y sagaz, muchas veces todo a la vez. En sus canciones hay amor, miedo, rabia, alegría, tristeza, energía y violencia. Siempre fue auténtico, y el éxito masivo nunca implicó ponerse bozal que acallara sus ladridos o evitara que sus mordidas desgarraran. Esto se hacía presente en sus presentaciones en vivo, legendarias por su poderío y dinamismo: se conectaba con el público como con pura fuerza de voluntad. La imagen de una multitud de miles en Woodstock del 99, pogueando mientras X rapea con un overol rojo, una mirada determinada y un paso alegre, hace parte de las memorias del álbum familiar del hip hop.En “24 Hours To Live”, de Ma$e, DMX consideró cómo sería el final de su existencia. Lo hizo con violencia, remordimiento y esperanza: “He estado viviendo con una maldición, y ahora todo va a acabar / Pero antes de que me vaya, saluda a mi pequeño amigo / Pero tengo que hacerlo bien, reconciliarme con mi madre / Tratar de explicarle a mi hijo, decirle a mi mujer que la amo”. Era 1997. De cierta forma, en la ferocidad de su rap parece haber escondida una certeza de que estaba viviendo tiempo prestado. Quizás por eso, a pesar del dolor, se acercó a la vida con tanta alegría: tras su muerte han surgido videos de él bailando en la calle, en una boda de albaneses y con canciones de Michael Jackson. Que no se olvide su lado más alegre y jovial.Su búsqueda vital fue la de la tranquilidad. ¿La alcanzó? le dijo a su colega Noreaga en un episodio de Drink Champs: “Si me muriera ya, mi último pensamiento sería que viví una buena vida”. Al final, todos los perros van al cielo.
Mucho se habla del impacto que ha tenido la cultura japonesa en Latinoamérica. Desde el anime, pasando por la arquitectura hasta las actuales vtubers, pero ¿les sorprendería saber que hubo un grupo salsero japonés que saltó al estrellato? Esta es la historia de La Orquesta de la Luz.Por Juan Camilo Ospina DeazaPara hablar de la relación entre la música latina y Japón es necesario hacer un sobrevuelo por el magnetismo cultural y los flujos migratorios que conectaron a las faldas del Monte Fuji con los senderos que conducen a Monserrate. Por ejemplo, fueron las letras las que atrajeron a los primeros inmigrantes japoneses. Más específicamente: las descripciones que hizo Jorge Isaacs en su novela María (1867) de la hacienda El Paraíso y sus alrededores, en pleno Valle del Cauca.La historia está bien documentada. Fueron esas imágenes las que cautivaron tanto la curiosidad de un grupo de migrantes que terminó por convertirse en la primera colonia nipona en territorio colombiano, en la década de 1920. Uno de ellos, el jardinero Tomohiro Kawaguchi, es, de hecho, el primer migrante japonés en Colombia de quien se conoce su nombre y oficio.Fue entre 1929 y 1935 que tres grupos de japoneses que venían con la intención de establecerse en el Cauca ingresaron por Buenaventura. Eran en total 159 personas, la mitad de las cuales tenía menos de 14 años. Mientras que en 1984 la población de latinoamericanos residentes en Japón sólo llegaba a 4260 personas, en 1990 aumentó a 72.673 y en 1995 se había triplicado a 223.812. Estas migraciones fueron estimuladas por Japón, pues acababan de abrir sus fronteras para que sus nacionales pudieran irse del país y les resultaba estratégico para el fortalecimiento de las relaciones internacionales y los negocios.Ya en la isla se pueden encontrar muchos artistas que han sido cautivados por los ritmos latinos. El tango, por ejemplo, llegó durante el periodo conocido como Democracia Taisho (1912-30) con la llegada de marineros argentinos a las costas niponas.Para la apropiación del tango fueron fundamentales la Orquesta Típica de Tokyo y la famosa cantante Ranko Fujisawa. Como explica el historiador Hosokawa: “los ritmos sudamericanos fueron percibidos como muestra de la pasión latinoamericana”.La rumba (de origen cubano) entró a Japón gracias al hit El Manicero, de Moisés Simons. Uno de los temas más populares entre europeos y estadounidenses que tenían negocios con los japoneses. El cine Hollywoodense fue, desde luego, otro de los vehículos para que los japoneses escucharan a los músicos cubanos.Sin embargo, al hablar de la música latina en Japón no podemos olvidar a Los Turpiales, una banda de latinos migrantes en Japón, compuesta por un argentino, un colombiano y un brasileño.Ellos comenzaron a tocar boleros al estilo puertorriqueño, mexicano y canciones populares brasileñas en parques de la ciudad y estaciones de tren. A medida que su repertorio se hizo popular, fueron invitados a actuar en lugares formales y desarrollaron una pequeña base de fans.Álvaro Ríos, el cantante colombiano de Los Turpiales, fue invitado a cantar con los Tokyo Cuban Boys, un grupo que tocaba música cubana desde la década de 1940. Roberto Pino, otro miembro de la banda de Argentina, se convirtió en DJ en una estación de radio de Tokio y, eventualmente, produjo un programa de radio latino, especializándose en lo que él llamó "música tropical bailable”. Sobre la salsa ya veremos el impacto de La Orquesta del Sol y La Orquesta de la Luz.En épocas recientes, las colaboraciones musicales entre Japón y Latinoamérica se han intensificado. Desde Martha Cecilia Yokoi (que ha dedicado su vida en este país a la misión de divulgar la cultura colombiana a través de su grupo musical Fiesta Esmeralda), pasando por el Minyo Cumbiero (el proyecto del Frente Cumbiero con Minyo Crusaders) o el junte entre el músico experimental ibaguereño Julián Mayorga con el japonés Ryota Miyake, Flash Amazonas, hasta artistas japoneses que tocan ritmos latinos y afrocaribeños como Ska Flames, Nahki (Reggae), Lisa Ono (bossa nova), Lucia Shiomitsu (Paraguayan harp) y Ranko Fujisawa (tango). Y ni qué decir de las influencias japonesas en Colombia. Se puede rastrear un círculo de nicho de J-rock de bandas colombianas como Kira, Damask, Soryu, Eikon Klaein, RAION, Neko Machine, Ragnarok, Invaders Must Die (IMD) y Merlotte.Los miembros de las bandas colombianas de J-rock aman la cultura japonesa, a pesar de no conocer del todo el idioma. Su repertorio es, en su mayoría, en español y en inglés, pero cuando acuden al japonés lo hacen usando el rōmaji, un sistema que convierte los sonidos japoneses al alfabeto romano.La salsa en JapónEntre tantas idas y vueltas la salsa (que bien sabemos ha anidado particularmente en Nueva York, Puerto Rico, Cuba y Colombia) ha sido, sin duda, la escena latina más extendida en Japón. Hoy hay una movida que conjuga bares, escuelas de baile y eventos.Desde principios de los 90, de hecho, también se establecieron festivales de música latina en Japón con salsa y merengue, como el Festival de Baile Latino o el Día anual de la Salsa (sannmarusan) en Tokio; y el Festival Latino de la Isla de la Salsa en Fukuoka.Además de los festivales, la productora Japonicus de Shogo introdujo la cumbia en la escena alternativa con sus propias noches: Rebel Fiesta Party, Pachamama y Clandestino. Esto propició también el desarrollo de una escena cumbia local con bandas como DF7B, Rojo Regalo, Tequila Cokes, Copa Salvo, Real Thing, Mexican Club Band, Los Oxxos Sexos e incluso tiendas de discos locales como Discos Papkin.La Orquesta del Sol (OS) y La Orquesta de la Luz (OL)En cualquier caso, no hay duda en que dos nombres resuenan sobre los demás en este panorama. El primero de ellos es el de La Orquesta del Sol, que tal vez no hubiera existido si no es porque Tito Puente y la Fania All Stars recorrieran Japón desde los 60.Gracias a estas visitas "Pecker" Hashida creó en 1978 la Orquesta del Sol, el primer grupo de salsa japonés.El segundo de ellos es la La Orquesta de la Luz, formada por Nora Suzuki (también cantante de La Orquesta del Sol) a mediados de los 80.Cerca de 1987, Suzuki ahorró y viajó sola a Nueva York para buscar managers que pudieran financiar un tour para la Orquesta de la Luz en esa ciudad. Esta decisión, según Nora, marcó la diferencia entre La Luz y la Orquesta del Sol, que no se hizo tan famosa fuera de Japón.En esta visita logró contactarse con Richie Bonilla, famoso por lanzar las carreras de Willie Colón y Héctor Lavoe. Así describió el encuentro Nora a BBC Mundo:"Escuchó el casete, le enseñé las fotos de La Luz y entendió que éramos una orquesta japonesa que tocaba salsa. Primero no lo podía creer. Estaba muy sorprendido (…) Le dije que tocar nuestra salsa en Nueva York era nuestro sueño y me prometió que organizaría presentaciones de la Orquesta en vivo".Aunque la banda de la Luz gustó mucho, Bonilla les puso una condición: el grupo debía pagarse sus pasajes a Nueva York. Ellos tuvieron que ahorrar US$2.000 por cada uno, en lo que tardaron más de dos años.Solo tuvieron que aterrizar en Nueva York y llenaron todas las plazas en las que tocaron. Cuenta Bonilla que "Cuando vinieron, la salsa estaba por el piso, a causa del merengue. Pero cuando La Luz apareció en escena, todo el mundo quería verlos”. Este éxito les aseguro la posibilidad de grabar su primer disco. "Entonces Ralphie dijo 'que alguien los grabe en Japón y yo los distribuyo'", cuenta Bonilla.A esta tarea mandaron a Sergio George, quien afirmaba que “la comunicación fue completamente en inglés o en japones, nada de español, en español solamente era ella cantando, pura fonética, no sabía lo que decía”.La grabación fue un reto ya que ¡en Japón no existían lugares donde se pudiera grabar salsa! El disco salió en Japón con el sello BMG Víctor y RMM lo distribuyó en América Latina en 1990.El álbum encabezó la lista Billboard de música latina durante 11 semanas. George produjo otros dos álbumes de La Luz en Japón: Salsa no tiene frontera y Somos diferentes. En 1993 La Luz recibió la Medalla de la Paz de Naciones Unidas. La primera mitad de los 90, Bonilla organizaba tres tours, de cinco semanas al año, por varias ciudades de Estados Unidos, Europa, y países de América Latina y el Caribe como Perú, México, Puerto Rico, Colombia, Venezuela, Panamá, Ecuador, Chile, Costa Rica, Guyana Francesa, Martinica, Aruba, Curacao, Saint Marteen. Pero volvieron a juntarse en 2002 y desde entonces siguen actuando juntos en Japón y otros países.En 2019 lanzaron un álbum para celebrar su aniversario número 35, Gracias Salseros, y desde 2015 tienen un plan para "latinizar Japón". Apenas unos meses después de lanzar su primer disco, la Orquesta De La Luz tocó en uno de los escenarios más importantes del mundo: el Madison Square Garden, en Nueva York.En el concierto, ocurrido en 1991, no solo cantaron el que ya era su gran éxito, Salsa caliente del Japón, sino que compartieron micrófonos con dos leyendas del género: Oscar D'León, el faraón de la salsa, y Tito Puente, "el rey de los timbales".A La Luz no le llegaron críticas por su música como se puede pensar hubiera ocurrido hoy, cuando más se discute sobre la apropiación cultural. Sin embargo, su experiencia pone en evidencia algunas de las tensiones internas de la salsa. Un género profundamente narrativo, que cuenta historias de amor, vivencias cotidianas, luchas de opresión y, como explica la analista Luisa Fernanda Coy, profundamente relacionado con la identidad latinoamericana.Esta tensión la vivieron tan a flor de piel que los nombres de sus hits discuten esa relación entre ritmo y tierra de nacimiento: Salsa no tiene frontera y Salsa caliente del Japón. Esta última se puede interpretar como una carta de presentación del grupo en la que se cuenta la historia de la Orquesta de la Luz y afirman que “no importa de dónde sean, ellos tienen ritmo y corazón”.Frente a este panorama uno podría preguntarse ¿Cómo puede un no-latino cantar salsa? ¿pueden los japoneses ser “verdaderos” salseros?”. Tal vez esta pregunta no es tan inocua cuando se tiene en cuenta el orgullo con el que los “locales” se burlan de aquellos que intentan bailar salsa y no tienen el “swing”, o como se plantea desde algunos sectores “es que eso se lleva en la sangre”.Desde otro ángulo, el analista Shuhei Hosokawa afirma: “OL, en cambio, despolitiza y deserotiza la salsa con el propósito de la recepción internacional”. Para Hosokawa, La Orquesta de la Luz se desmarca de las características propiamente étnicas de la salsa y esto se ve reflejado en su distanciamiento de la llamada “salsa romántica”; es decir, salsa con letras sensuales y arreglos de influencia bolero. En cualquier caso, el aparato industrial de apropiación ha sido dispar en ambas vías. Mientras los productos culturales japoneses se han convertido en objetos de consumo masivo en Latinoamérica, no ocurrió lo mismo en la dirección opuesta, a pesar de intentos como el de La Orquesta de la Luz.
Aquí estamos, como de costumbre, con nuevos temitas, pero queremos recordarles que tenemos un especial completo con reseñas de discos colombianos (álbumes de estudio y EP) para que conozcan y se empapen de la diversidad musical del país. También pueden echarle un ojo a los mejores temas y álbumes nacionales del 2020 en este especial. En esta oportunidad les presentamos Lenguajes iguales de Lady Arias.Lenguajes iguales -Lady Arias.¿Quién está detrás? Lady Arias ha soñado desde pequeña con vivir de la música, entiende que tiene una voz armónica, pero con el paso de los años ha pulido su forma de componer. Este tema es, de cierta forma, su debut en la industria colombiana. Fue participante del concurso de tv Factor X y ahora quiere demostrar que su impacto tiene más duración que el reality.¿De qué trata? En Lenguajes Iguales la cantautora utiliza todas sus armas para retratar el contacto mágico y enérgico de la sexualidad. Ella lo describe como “una canción para oídos sexualmente sensibles, mentes abiertas y cuerpos comunicativos”.¿A qué suena? La cantante nacida en Yopal lleva esta canción sus influencias musicales. Un poco de soul, otra pizca de R&B y cierta dosis de pop latino.¿Sobre el video qué? Se rodó en Yopal, capital de Casanare, y ciudad donde nació la artista. Fue dirigido por David Puentes en colaboración con Lady Arias. Una pieza audiovisual donde se abordó el concepto de resonancia límbica y la conexión que se genera a través de los sentidos, el alma, el cuerpo y la mente, esa que va más allá del género, la raza, el color de piel o la identidad sexual.¿Cuándo escucharla? Pronto Yopal va a estar en la mira de todos por el talento de Lady, su voz, interpretación y concepto artístico. Vamos a estar atentos a esta llanera.Para ver | Colectivos de mujeres que cambian el panorama de la música.¡La música nos une!