El cantautor bogotano Alejandro Santamaria cumple oficialmente los primeros dos años de carrera artística y lo celebra con un concierto virtual para la TikTok, plataforma en la que sus canciones se han viralizado con coreografías y retos. Durante el primer año de pandemia el músico estuvo alejado de las tarimas, no vio a su banda por casi 8 meses, pero se concentró fuertemente en la creación de nuevas canciones y futuras colaboraciones.Santamaria confiesa que "lo que más me gusta de lo que hago es tocar en vivo, es estar en la tarima y compartir mi música con la gente. Entonces sentir esa impotencia era lo que más me frustraba y fue un momento para practicar la paciencia y para poder ver qué otras opciones tenía para trabajar. Por eso me dediqué a hacer tanta música y me metí al estudio lo más que pude durante ese momento".Contenido relacionado | Santamaria cumple el sueño de cantar con Andrés Cepeda, uno de sus ídolosHasta el momento Santamaria ha hecho temas con Pitizion, Andrés Cepeda, Kurt, Yera, Kobi Cantillo, Lala Moré, Aria Vega, entre otros. Estuvimos con él en la grabación del concierto, evento que sirve para anunciar su próximo sencillo 'Se Fue' en el que participan el productor paisa Ovy On The Drums y el venezolano ADSO.Sobre su corta, pero fructífera carrera el músico cuenta que "han sido dos años muy positivos, a pesar de las circunstancias he logrado sacar música, he crecido muchísimo en números y eso para mí significa que le estoy llegando a gente en diferentes países y representa algo muy positivo para mí porque es mi sueño poder cantar en todo el mundo y poder cantarle sobre todo al mundo latino. Eso ha sido espectacular y ahora esta nueva etapa de los shows en vivo creo que va a traer cosas muy especiales".¡La música nos une!
Vivimos desde adentro cómo se ultimaron los detalles del Simples Corazones Tour de Fonseca y estuvimos detrás del escenario, acompañando al artista bogotano mientras ensayaba el minuto a minuto del primer show de la gira que ya lo llevó por varias ciudades dentro y fuera de Colombia. Lo acompañamos en su camerino y recordamos junto a él por qué presentarse en su ciudad y en el que alguna vez fuera el Coliseo Cubierto El Campín, le provoca tantas mariposas en el estómago. Por el backstage de este primer concierto de la nueva gira de Fonseca pasaron artistas como Cali y El Dandee, Andrés Cepeda, Piso 21 y Santamaría, quienes además de cariño, sienten un profundo respeto por uno de los artistas que indiscutiblemente, hace parte de la definición de lo que hoy se conoce como nueva música colombiana. En este All Access para Shock, Fonseca también nos confesó todos las sensaciones que le pasan por la cabeza antes de subir al escenario y cómo un concierto de Hombres G y de Prisioneros al que lo llevó su papá, lo hizo confirmar que definitivamente quería dedicar su vida a la música. Hagan clic en el video y acompáñennos en este sentido recorrido narrado por el propio Fonseca.
“Yo voy a salir a ese escenario y les voy a demostrar porque sí puedo tocar en este festival”. Histórico, emocionante y poderoso. Así fue el show de Juanes en Rock al Parque. Nos dejó a todos boquiabiertos. ¡Aplausos, parcero! Rock al parque y usted se merecían mutuamente. Por: Mariangela Rubbini Q. - @bilirubbini // Fotos: David Schwarz (@davidmschwarz) y Daniel Álvarez (@danielalvarez9) La reacción de quienes asistieron a la concurrida rueda de prensa de Juanes pocas horas antes de su tan esperado y comentado show en Rock al Parque, fue un muy buen augurio de lo que se venía. Frente a cada una de las respuestas determinantes y claras del artista, los aplausos no se hicieron esperar. Que el rock no es un género sino una actitud de libertad, que el público debería pagar, al menos un valor simbólico por ver a sus artistas en el festival, y que el mensaje de tolerancia y respeto por lo que pueda pensar el otro es algo que debe hacer mella en las nuevas generaciones, fueron algunas de las frases de Juanes que más calaron en los periodistas que cubrían el tercer y último día de festival. Juanes llegó a Bogotá el día anterior a su presentación, estuvo muy juicioso en el hotel concentrado y repasando el show, tuvo ensayos con su banda, varios rituales de concentración, un afectuoso e íntimo encuentro con sus seguidores desde la época de Ekhymosis y como solista, y algunos momentos cortos pero intensos con amigos de la música y de la vida como Gustavo Santaolalla, Rubén Albarrán, Zeta Bosio, Andrés Cepeda y Fonseca en el backstage del festival. Con la humildad y gratitud que lo han caracterizado desde cuando lo conocimos en los 90, recibió la invitación a participar en el festival sin grandes exigencias o caprichos de estrellita, y con la emoción de quien estuvo esperando este momento desde cuando tocaba en barcitos y cuchitriles con su banda Ekhymosis, hace exactamente 25 años. Las cosas pasan cuando tienen que pasar, es algo en lo que él y su mánager Rebecca León, fueron muy reiterativos a propósito de este show en particular. No pudo haber un mejor momento para que Juanes pisara la tarima del escenario Plaza y saliera a encontrarse con el público, demostrar de qué está hecho y dejarnos a todos calladitos con la impecable e imponente interpretación suya y de los grandes músicos que lo acompañan en sus correrías por el mundo, de la clásica Seek and Destroy de sus ídolos de adolescencia, Metallica. Si para alguien aplica el hashtag de esta edición del festival, #OrgulloEstridente, es precisamente para este paisa aguerrido, cojonudo y amoroso que se tomó muy en serio su participación y que preparó un setlist que tuvo a varios invitados sorpresa, incluso de última hora, en el escenario (Zeta Bosio, Fonseca y Cepeda), y que se mandó un hit detrás del otro durante el tiempo que duró el espectáculo. Pasamos de A Dios le pido a Fuego, y de ahí a Mala gente y a Cuando pase el temblor de las leyendas del rock argentino Soda Stereo. Luego vinieron Nada valgo sin tu amor, Fotografía, Es por ti, Volverte a ver, Fíjate bien, y de repente se hizo sentir la euforia colectiva cuando aparecieron Fonseca y Cepeda para cantar junto a él La tierra. No podían quedarse por fuera La camisa negra, Me enamora y una infaltable de Ekhymosis, Solo, dedicada a los amores de adolescencia de Juanes. Para rematar para y no dejar rondando por ahí la menor duda de por qué si hay un artista de la escena mainstream colombiana que merecía pisar ese escenario era precisamente él, vinieron siete minutos de una descarga de virtuosismo interpretativo y pirotecnia con Seek and Destroy de Metallica. Luego de que se anunciara su participación en el festival, Juanes le dijo a su banda por WhatsApp que si se le medían a tocar la canción con él en Rock al Parque. Ninguno lo dudó un segundo. Los emoticones roqueros no se hicieron esperar en el chat del grupo. Este momento, sin duda, quedará en las memorias de Rock al Parque, como uno de los más significativos y emotivos. Ulrich, Hetfield, Hammett y Trujillo lo hubieran aplaudido tanto como las más de 100 mil personas que saltaron emocionadas y sorprendidas con el oportuno y acertado regalo musical que Juanes y sus músicos les tenían preparado. Hubo pogo, hubo lágrimas, muchos momentos de euforia y también otros románticos y nostálgicos. Juanes nos ha acompañado por las últimas casi tres décadas con muchas de sus canciones. Todas ellas, de una u otra manera, hacen parte de la banda sonora de nuestras vidas. El escenario Plaza del Simón Bolívar estuvo a reventar, como nunca lo había estado en 25 años. Posiblemente ahí había metaleros, punketos, desprevenidos y casuales, fanáticos de Juanes y de Fito, de Santaolalla y de Pedro Aznar, detractores que fueron con ganas de destruirlo y de tirarle monedas pero que se las aguantaron porque el man los dejó a todos calladitos y con ganas de ver más. Y es que de eso están hechos los artistas de verdad, verdad. De determinación y gallardía, de profesionalismo, disciplina y virtuosismo, de humildad y agradecimiento hacia quienes los han acompañado en este camino. De mensajes con ímpetu y deseo de transformación para la sociedad. Juanes es un personaje 100% real, como lo son pocos en esta industria. Tan real que hubo un momento en el que estando parado en el escenario reconoció, incluso, su torpeza cuando sin querer, desconectó la guitarra eléctrica y se tropezó. Él se merecía estar en Rock al Parque, y el festival merecía tenerlo ahí alguna vez en su historia. ¡Y que mejor oportunidad que la celebración de los 25 años! Esa deuda entre ambos ya quedó saldada. Por lo demás, el suyo fue un show que, de lejos, sienta un precedente para la ciudad y para el festival. Muchas veces subvaloramos al público, lo juzgamos, lo tachamos de radical e intolerante. ¡Qué pena señores!, pero con la aparición de Juanes en este escenario quedó más que demostrado que finalmente después de muchos años de insistir y de persistir en un mensaje de tolerancia y convivencia, por fin estamos empezando a entender que, como bien lo dijo el mismo Juanes durante la rueda de prensa: “en Colombia hoy estamos demasiado divididos y polarizados, y no podemos olvidar que el arte es el único lugar en el que podemos encontrarnos todos y reconocernos en las diferencias, sin juzgarnos los unos a los otros”. El aplauso es colectivo para un público que se comportó a la altura, para Juanes que aceptó el reto sin titubear y sin miedo a los asistentes a los que se enfrentaba ni a las críticas que sabía que iba a dejar sin piso cuando bajara de ese escenario sudando y con el ojo encharcado de la emoción. Con esa frase tan típica suya que lo resume todo: “Qué chimba tan hijueputa, parce”. El aplauso es también para Chucky García, el curador del Festival, quien se atrevió a invitarlo cuando se lo cruzó en el pasado Vive Latino en México. Él, con su acertada y juiciosa selección artística, abre cada vez más los espacios y la mente de los asistentes para que por fin, después de muchos años de estigmatización, el Festival Rock al Parque se convierta en un Festival para toda la ciudad. Que es como debe ser.
Más de 70 mil personas provenientes de todos los rincones del planeta se dieron cita a las 7:10 de la noche en el escenario principal del que es considerado el universo hípster por excelencia, el festival más “cool y fashionista”, y uno de los más relevantes de todo el continente. Allí llegaron para ver a J Balvin en vivo y poner en práctica sus clases de español, de perreo intenso, y hasta de salsa. Durante los 55 minutos que duró el show, todos, sin excepción alguna, saltaron sin parar, en un estado catártico y de euforia como muy pocas veces había sido visto antes en Coachella. Por Mariangela Rubbini Q. // @bilirubbini Que ese sábado 13 de abril “J Balvin había dado el espectáculo de más alto nivel que haya tenido jamás la música en español dentro del festival”, dijeron Los Ángeles Times y Vice. “Que fue un show surreal”, afirmó Variety. El Excelsior de México dijo que el artista colombiano había “hipnotizado al público”, y la Rolling Stone gringa, por su parte, tituló que el reggaetón había “gobernado el desierto”. En Colombia, los medios se refirieron a éste como un “show histórico y sin precedentes para un artista de nuestro país”. La segunda participación de J Balvin en el Coachella Valley Music and Arts Festival (su debut fue en el 2018 cuando apareció en el escenario para cantar Mi Gente junto a Beyoncé), sucedió a una hora mágica: pleno atardecer californiano, en el stage principal del festival, justo después de Bazzi y antes de Weezer. Reggaeton is the new black Hace ya más de 10 años, cuando estaba por lanzar su primer álbum de estudio, Real, J Balvin me escribió esto en la contra portada de uno de los sencillos que promocionaba por ese entonces, en el que andaba de gira por los colegios y tocando en cuanto festival de emisora le daba la oportunidad: “Nos vemos en el Madison Square Garden cuando haga mi primer sold out”. Ese era, en ese momento, el máximo sueño de Jose, no dejar una sola silla vacía en el mítico escenario por el que han pasado muchos de los artistas que lo han inspirado en su carrera. En el 2013, Balvin fue invitado, junto a muchos otros artistas como Tego Calderón y Farruko, a ser parte del festival Mega Mezcla Block Party en la imponente arena de la ciudad de Nueva York. Un año después, en el 2014, finalmente logró agotar boletería con un show suyo en ese lugar. Fue por cuenta de la gira que hacía junto a Pitbull y a Enrique Iglesias. Creo que para ese momento ni él ni yo, nos acordamos de la promesa que alguna vez había quedado escrita con Sharpie y que yo todavía guardo en algún lado, estoy segura, entre los arrumes de CDs, cada vez más relegados al olvido y el desuso por el auge que tienen hoy las plataformas de streaming. Sin embargo, en cuanto se anunció la participación de J Balvin en Coachella, uno de mis festivales preferidos por la cuidada y al mismo tiempo arriesgada, curaduría en el cartel de cada edición, me fui de frente sin dudarlo un segundo, le escribí un whatsapp y le pedí que me llevara con él. Tardó menos de dos minutos en responder: “¡Eso va!”, me dijo. Kevin Winter // Getty Images El día en el que todos hubieran querido ser latinos 4 meses después, estaba yo ahí, en pleno desierto californiano, parada de frente, a envidiables poquísimos metros de distancia de la boca del “Coachella Stage”, con una manilla de artista puesta en mi muñeca izquierda (una de esas que los revendedores gringos compran por cinco mil dólares y revenden por diez mil, y la misma que me permitió transitar libremente por el backstage del festival durante ese fin de semana y cruzarme cara a cara con Katy Perry, Jaden Smith, Tame Impala, Wiz Khalifa, Bad Bunny, Rosalía, Dillon Francis, Pabllo Vittar y Sofi Tukker, entre muchas otras celebridades), a punto de presenciar como un colombiano, que además era headliner de esta versión del festival, nos dejaría a todos boquiabiertos y comentando el inolvidable show varios días después. Ahí estaba yo, petrificada por momentos e impresionada por la cantidad de gente que esperaba ansiosa el inicio del concierto del artista paisa. Aunque me subí en cuanta sobre tarima encontré, nunca logré ver hasta donde llegaba el mar de cabezas que presenciaron este espectáculo el sábado 13 de abril. Parecía no tener final. Al día siguiente, le escuché decir a alguien del equipo de trabajo de Balvin que había más de 75 mil personas ahí reunidas. Cuando fueron las 7:10 pm en punto, las descomunales pantallas se iluminaron a un nivel incandescente e hipnotizador. Un gigantesco muñeco de dimensiones exageradas miraba hacia el público sentado al lado izquierdo de unas escaleras, mucho más imponentes que las que los turistas visitan en pleno corazón de Times Square en Nueva York. De repente, hubo una especie de explosión sonora y justo en el centro del escenario, apareció graficada la palabra reggaetón, con su ya icónica tipografía que, hasta para hacer hoddies y camisetas que se agotan, ha dado. La canción empezó a sonar, J Balvin se asomó desde lo más alto de las escaleras del escenario y entramos todos, junto con él, su dj, sus músicos y sus bailarines, en un universo paralelo dominado por nubes con caritas felices. Para mí, fue algo así como sumergirme en una de las escenas de Charlie y la fábrica de chocolates, pero en una versión mucho más sabrosa, bailable y, por supuesto, reggaetonizada. Una versión sin Umpa Lumpas ni chocolates gigantes. Pero igualmente colorida, desproporcionada y sí, surreal. Me dejé aturdir con tantas cosas sucediendo al mismo tiempo. No sabía para dónde mirar ni qué registrar: sí al público enloquecido, al atardecer de postal, a todos estos personajes salidos como de un cuento de niños, pero dibujado en el año 2035, o si concentrarme en la figura de J Balvin. Sé que fueron 55 minutos de show, pero a mí me pareció que duró solo 10. El tiempo pasó demasiado rápido, para mí y para muchos. Fue todo demasiado intenso. Lo que sucedía en el escenario no daba tregua ni tiempo para distraerse, a cada hit que sonaba, había que sumarle las visuales, los personajes que iban apareciendo en el stage, los bailarines, la euforia del público, un gigantesco caballo de madera pero con cara de pato y el pelo pintado de todos los colores, un muñeco que se asemejaba al monstruo come-galletas de Plaza Sésamo pero estilo balvinesco, una Cardi B y un Bad Bunny cabezones, caricaturizados y desproporcionados que bailaban I Like It. Rosalía que salió de repente para acompañar a Balvin en la canción Con Altura, y luego Sean Paul, para interpretar Contra la pared. Cuando menos me di cuenta, ya Rosalía estaba viendo hacia la tarima y bailando a mi lado. Y mientras todas estas cosas sucedían, yo no sabía si hacer historias para Instagram, si grabar imágenes para el video All Access de Shock, si hacerme más de lado para ver qué tan guapo era el novio de la artista española, o si contestar los cientos de mensajes que me entraban al WhatsApp de gente diciéndome: “Acá estamos viendo el streaming por YouTube, ¡qué show tan hijueputa el de este man! ¡Es una cerdada! ¡De locos!”. Y sí, era todo combinado: un público desbordado en el perreo intenso y la euforia en su máxima expresión, boquiabierto con la recreación de un universo infantil y de caricatura, pero con un toque futurista, un tanto demencial y alucinante. Como los universos infantiles que alguna vez recrearon Burton y Lewis Carroll, pero con una inspiración muy directa en artistas japoneses como Takashi Murakami y Yayoi Kusama. Scott Dudelson // Getty Images El sello definitivo de FriendsWithYou Este impresionante performance, que comenzó a planearse una vez se confirmó la participación de J Balvin en Coachella, que fue presentado por primera vez este 13 de abril en Indio, California, que se repetirá este 20 de abril en el segundo fin de semana del festival, y que empezará a verse primero en los shows de J Balvin en Europa y en algunas fechas de Estados Unidos, fue creado en colaboración con Samuel Borkson y Arturo Sandoval III, la dupla creativa que integra el colectivo artístico FriendsWithYou. El par de artistas son reconocidos en el mundo entero por sus animaciones coloridas, sus personajes infantiles y las gigantescas instalaciones y esculturas que realizan y que casi siempre, parecieran transmitir felicidad, alegría, magia, suerte y amistad. El set de J Balvin para su show en Coachella semejaba a un colorido y enternecedor playground para niños. Kevin Winter // Getty Images "Ahora que sí somos cool" En uno de nuestros recorridos de camino al festival, J Balvin le recordaba a su amiga, la modelo y dj española Sita Abellán, que durante mucho tiempo los latinos fuimos menospreciados por el resto del mundo, y que hasta hace muy poco en algunos países a los sudamericanos todavía nos seguían llamando sudacas en tono despectivo. Sin embargo y afortunadamente, así como ha venido sucediendo con la cultura y las músicas afro, ahora también la latinidad, e incluso los géneros que durante mucho tiempo fueron relegados a la escena underground, hoy representan el nuevo mainstream y definen las tendencias más cool y fashionistas del momento. Nos pusimos de moda, en parte y gran medida, también gracias al fenómeno de masas en el que se ha convertido J Balvin en el mundo entero. Ahora los gringos, los orientales, los europeos y los australianos hacen largas filas para comprar camisetas y sacos estampados con la palabra reggaetón. El artista paisa que creció oyendo a Nirvana y a Metallica, ha sido siempre muy insistente en afirmar que la música, sin importar el género, tiene un mensaje que transmitir, y por lo mismo lo que está pasando hoy con el reggaetón es una especie de revolución y una reivindicación de la cultura latina. Y es que si miráramos en retrospectiva quiénes han sido los grandes cabezas de cartel de un festival como Coachella, vamos a encontrarnos con nombres como Rage Against The Machine, Jane´s Addiction, Björk, Oasis, Red Hot Chilli Peppers, Radiohead, The Cure, Nine Inch Nails, Roger Waters, Depeche Mode, Paul McCartney, Arcade Fire, AC/DC y Guns And Roses. Que este 2019 aparezca el nombre de J Balvin dice mucho. Muchísimo. Y es una cachetada en la cara, incluso, para nosotros mismos, que todavía nos avergonzamos de lo que somos y de dónde venimos. La primera vez que un show urbano se presentó en Coachella fue en el 2010, año en el que Residente y Visitante lanzaban con Calle 13, su disco Entren los que quieran. Este 2019, Latinoamérica se vio representada en J Balvin, pero también en la chilena Mon Laferte, el puertorriqueño Bad Bunny, la banda de música norteña Los Tucanes de Tijuana, y otra colombiana, Li Saumet (de Bomba Estéreo), quien fue invitada a acompañar a Soffi Tukker en una canción durante su show en el escenario Mojave el domingo 14 de abril. Scott Dudelson // Getty Images J Balvin: el mejor show de Coachella 2019 Durante esos dos días, en algunos momentos dejé el backstage para recorrerme el festival. Pagué 7 dólares por unas papas fritas, 9 por una limonada y 60 por el hoodie que trae estampado el cartel de este año. Caminé debajo del icónico y gigantesco astronauta y me monté, por 10 dólares, en la tradicional rueda en la que hay que hacerse la foto obligada. El sábado vi a Tame Impala y a Wiz Khalifa, y al día siguiente regresé para ver a Kaytranada, a Sofi Tukker con Li Saumet y Pabllo Vittar y, por supuesto, a Jose compartir tarima con Bad Bunny. El del puertorriqueño fue un buen show y el público se coreó la mayoría de las canciones. Una vez más, la fuerza latina se hizo sentir en el desierto de Coachella y por segunda vez, quedó demostrado que la música ya no tiene barreras de idiomas ni de territorios, y que el reggaetón es el nuevo pop, el género mainstream por excelencia hoy. Pero incluso, mientras Bad Bunny cantaba, entre el público, muchos hablaban de lo insuperable que había sido el show de J Balvin la noche anterior. Ese sábado 13 de abril, en el desierto de Indio, California, fui testigo de un show que definitivamente comprueba el gran momento por el que pasan la música y la cultura latina hoy en el mundo. Pero sobre todo un show que, sin duda alguna, marca un antes y un después en la carrera de J Balvin. Y sí, les confieso que se me escurrieron las lágrimas cuando al ritmo de Mi Gente, 70 mil almas comenzaron a cantar y a saltar. J Balvin es el artista más grande en la historia de la música colombiana. Lo digo sin temor a equivocarme y, ojalá, este show pueda ser visto en Colombia. Es de otro nivel. Y es nuestro. ¡Estéreo Picnic 2020, a por él!
El pasado 12 de febrero con un cartel de amigos músicos, los dueños de los nuevos sonidos colombianos se reunieron en un show que cumplió con las expectativas del público asistente. Uno a uno fueron subiendo al escenario, primero fue Sebastian Yatra, quien un día antes estrenaba su nueva canción Alguien robó, un feat con Wisin y Nacho. Martina La Peligrosa subió al escenario contagiada de todo su sonido cordobés, la invitada especial era su hermana Adriana Lucía. Juntas interpretaron La Caritera. El tercer turno era para Mike Bahía, sus canciones fueron coreadas todo el tiempo. Un momento cumbre fue cuando invitó a Dim de Piso 21 para cantar Me llamas. Los encargados de cerrar eran los dueños del sonido playero, Alkilados. Para ellos no solo fue una reunión de músicos, era un gran sueño poder estar cerca de sus amigos y del público algo que los inspiró mucho a ser parte del Festival afirmó Lucho de Alkilados. Greeyci Rendón fue la presentadora oficial del festival. Y Dani 3 Palacios, el Dj invitado. Al final todos en el escenario despedían la primera versión de un festival que nace para reunir bandas no solo en Bogotá sino en todo el país, próximamente anunciarán las fechas. Foto: Camilo Monroy
El Festival Centro es diverso y colorido. Tiene espacio para todo, para lo joven, lo vanguardista y lo tradicional. Incluso para la música que bailaban sus mamás y papás cuando eran jóvenes descarriados. Esta semana el turno llegó para el gran Billy Pontoni, icono de la balada y rock setentero en Colombia. Por: Alfred Lord // Video: Nicolás Rodríguez La cita para un nuevo concierto de Billy Pontoni fue en el Festival Centro el pasado miércoles 18 de enero; un show que lo tenía muy motivado por la diversidad de géneros y de generaciones presentes. “Siento que hay un talento enorme y variado de artistas que se van a apoderar del mundo”, afrimaba. Aunque él es toda una leyenda de la música colombiana, no es una diva y llegó al Festival puntual, a las 4 pm como era acordado. Saludó a toda la organización, les puso tema de conversación a todos sin medir el tiempo hablando de experiencias pasadas y presentes. Sin ínfulas de gran estrella, esperó pacientemente en los pasillos de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño que le asignaran un camerino mientras se tomaba dos cafés y hacía algunos chistes con los medios presentes que estaban cubriendo el Festival. Firmó afiches y dio abrazos a diestra y siniestra hasta que le dieron su espacio. Aunque es de trato calmado con todos, incluida su banda, afirmó: “Soy un poco acelerado por la puntualidad y quiero que todo salga correctamente como está planeado”. A las 7 de la noche y luego de las palabras introductorias del presentador del Festival José Miel, que intentó describir en corto tiempo y sin lograrlo una carrera musical de más de 50 años, Pontoni se subió al escenario. La euforia de los fans de vieja guardia se apoderó del auditorio. Las mujeres especialmente demostraban su fiel admiración, esa que uno ve hoy por artistas como Justin Bieber y que Billy cultivó durante años con su conexión y camaradería con el público. Billy Pontoni es uno de los grandes exponentes de la balada setentera colombiana. A los 14 años grabó su primer EP de cuatro canciones. Príncipe de Oro 72 fue el álbum que lo consagró dentro y fuera del país y, si quieren conocerlo, canciones como Alguien cantó una canción, Dime qué pasó o Angélica son imprescindibles. Su repertorio en el concierto incluye estos éxitos y tributos a sus amigos y a los grandes clásicos de la música latinoamericana. Así sonaron temas como Zapatos de pom pom de Oscar Golden, Despeinada de Palito Ortega y La Bamba de Los Lobos. La canción de cierre fue Boquita Sala, del maestro Pacho Galán. Nadie podía permanecer pegado a la silla. Así cerraba un concierto donde comprobamos su vigencia y lo corto que son 45 minutos para un show. Como decía Billy en broma, “no se imaginan lo que les tengo preparado para estas seis horas de concierto”.