En el partido de Colombia contra Corea del Sur, el volante de Boca Junior Edwin Cardona se convirtió en el tema principal de todas las redes sociales debido a un gesto que hizo a uno de los jugadores de la selección rival por una disputa en la cancha. Para algunos la actuación del colombiano fue un gesto racista y de mal gusto. Pero como todo en la vida hay quienes lo tomaron con bastante humor y aprovecharon el momento para sacar memes al respecto, hacer bromas en honor a Cardona y convertirlo en trending topic. Hasta el momento no se sabe cuáles van a ser las consecuencias de la actuación del jugador de la Selección Colombia pero se estima que por bajito sea una multa económica ya que fue un partido amistoso o algo más grave como cinco fechas de sanción esto porque la FIFA estupula que actos como estos van contra sus reglas al considerarse racistas. Mientras sabemos en qué quedó el "chistesito", les dejamos los comentarios más graciosos que sacaron al respecto.
¿Vieron que Gianluca Vacchi estuvo en el 1-2 de Colombia con Paraguay en Barranquilla? A este ramplón espantoso, el que tuvo amoríos con Ariadna Gutiérrez, se le vio en el estadio tomándose fotos con Juan Manuel Santos y esparciendo toda la sal posible para que, en sólo tres minutos, los paraguayos le dieran vuelta al resultado y nos dejaran un poquito por fuera del Mundial. La presencia del millonario italiano en el partido, para muchos un dato menor, explica perfectamente en lo que se convirtió ver a la selección: en un evento social lleno de incoherencia y descriterio. Por Álvaro Castellanos | @alvaro_caste El hincha de la Selección Ya sea en el estadio o por televisión, en un partido de Colombia la gente (no toda, pero sí mucha) se pinta la jeta, se emborracha, se toma selfies, aplaude los saques de banda y celebra y putea con una ligereza que indigna. El fútbol es lo de menos. Y si la selección gana, ganamos todos; pero si pierde, pierden ellos. Circula en Twitter un video de un hincha en la tribuna quejándose de la indolencia del público en el partido con Paraguay. Es cierto que el juego se perdió en la cancha, pero molesta la frialdad, sobre todo, entre tanto calor. Y no es culpa de Barranquilla. Tiene que ver con el tipo de hincha que sigue a la selección. Ocasional, insoportable, indiferente, «volti-arepas»: todos, rasgos muy colombianos. De «Te amo, James» a «James hijueputa», en cuestión de minutos. El hincha de cubículo con la camiseta embutida sobre la camisa, y metida en los pantaloncillos, es experto en pasar del amor al odio con una serenidad desesperante. En chamuscar ídolos. Es el mismo que tira basura a la calle, que cree que la ley es para todos, menos para él, y que no fue a votar para el plebiscito por la paz hace un año. El ADN perdedor A falta de un partido para que termine la eliminatoria, Colombia saborea la posibilidad de ausentarse del Panini de Rusia 2018. Las eliminaciones de los Mundiales de 2002, 2006 y 2010 ya habían dejado en evidencia la comodidad que nos produce la derrota. Por suerte surgieron cracks como Falcao, James, Teo, Ospina, Cuadrado, Dávinson (Stefan Medina no) y un seleccionador importado de afuera que contribuyó muchísimo para construir una mentalidad ganadora que dejó a Colombia en el quinto puesto de Brasil 2014. Sin embargo, de vez en cuando, como en el 1-2 con Paraguay, el miedo al triunfo, las ingenuidades, la soberbia y las celebraciones prematuras, nos golpean otra vez. Como si fuera imposible arrancarnos del todo ese ADN perdedor que tan a menudo nos configura como país. Luego del mamarracho contra Paraguay, el presentador argentino Alejandro Fantino aseguró que «Colombia y Pékerman son los más pechofríos de América». Y su declaración molestó muchísimo en Colombia porque tal vez tenga toda la razón. Perdiendo sobre el final Así por encima, en Colombia no somos ajenos a tropezones como el del penúltimo partido de eliminatorias. América de Cali perdió ridículamente con Peñarol la final de la Copa Libertadores de 1987 cuando faltaban siete segundos para el final del partido. El 0-0 del partido definitivo coronaba a América y hasta el minuto 119 eran campeones. Anecdótico fue que, justo antes del final del partido, se fue la luz en gran parte del país y los hinchas que lo seguían por TV se perdieron el gol de Diego Aguirre que coronó a los uruguayos. Cuando la electricidad volvió, y millones de americanos celebraban, notaron en sus televisores que eran los jugadores de Peñarol quienes lloraban y se abrazaban. Muy macondiano, muy colombiano, todo. Pero incluso de estas derrotas repentinas no se salvan ni los mejores equipos del mundo. En 1999, Bayern Múnich le ganaba la final de la Champions League a Manchester United, pero en tiempo de reposición llegaron los goles de Teddy Sheringham y Ole-Gunnar Solksjaer y fueron los Red Devils quienes terminaron levantando la «orejona». O devolvámonos sólo unos meses, cuando en marzo de 2017 el Barcelona metió tres goles en siete minutos y le arrancó al PSG su tiquete a cuartos de final de la Champions. El duelo y medidas extremas El fútbol, a fin de cuentas, es una forma de distraernos de la realidad horrible que vivimos. Un bálsamo a la violencia, la corrupción, la falta de oportunidades y a tener que cotizar salud y pensión por cada trabajito que nos sale. Para algunos de nosotros es «lo más importante entre lo menos importante», como dijo hace años Jorge Valdano, y si en definitiva Colombia vuelve a quedar fuera del Mundial es clave entender que no es el fin del mundo y que, como sea, con Mundial o sin Mundial, en el Congreso de todos modos nos van a clavar leyes de porquería que sólo favorecen a los congresistas. Quedar fuera del Mundial es lo más improbable, pero aun así preparémonos para lo peor porque somos colombianos. Por lo tanto, aunque el fútbol sea sólo un accesorio para que hacer de la vida algo más llevadero, todo valdrá para encarar un eventual duelo futbolero. No conozca dignidad. Si quiere berrear, como si estuviera entusado, hágalo. O invéntese que un primo de sus abuelos es europeo, cómprese la camiseta de alguna selección ya clasificada al Mundial y diga que, en el fondo, la pasión de su vida siempre fue la selección de Bélgica. Indague tres datos pendejos sobre De Bruyne, Lukaku y Hazard y vuélvase un barrabrava belga. Ahora bien, lo anterior hágalo sólo en casos extremos, pero si toca, toca. Eso sí, suena desalmado, pero si usted dice ser un verdadero futbolero, el Mundial le va a gustar de cualquier manera, con Colombia o sin Colombia. Todo a última hora, como nos gusta Una colombianada más épica que meter talegos dentro de otros talegos es dejar todo para última hora. Pagar el recibo en la fecha de suspensión. Pasar la declaración de renta el día límite. Seguir derecho toda la noche haciendo el informe de la empresa asignado hace un mes. O estudiar solamente para el examen final para ver si apruebo raspando. En el caso de la Selección, fue muy poco colombiano clasificar con antelación a Brasil 2014. Pero para Rusia 2018 retomamos nuevamente nuestra ancestral costumbre de estar ahí, hasta último momento y tragándonos las uñas a la espera de concretar una nueva clasificación al Mundial que nos haga volver a subirnos a este tren Transiberiano de la victoria.
Si es de los que todavía dice que "era gol de Yepes" y denigra de la frase de Maturana: "perder es ganar un poco", este video es para usted. Un llamado a la cordura identificando las conductas que un buen hincha de la Selección no debería tener, en pro de construir los verdaderos cimientos que contribuyan a llevarnos nuevamente al mundial. No más sombrero vueltiao y usos inadecuados de la camiseta de Colombia, es por el bien de todos.
La usan los políticos de todos los bandos para hacernos creer que están interesados en el país. Justin Bieber, Will Smith, Snoop Dogg, Millie Bobby Brown y Nicolaj Coster-Waldau se la pusieron en sus recientes visitas. Daneidy Barrera la lucía mientras decía “E-e-epa Colombia, rico, rico, rico” en su inmortalizado video. Se la ponen los que marchan en contra el gobierno y los que lo hacen en contra de la oposición. También los gringos mochileros que recorren el país, los ex guerrilleros en tránsito a la vida civil y cientos de miles de paisanos anónimos. ¿Símbolo de un nuevo país o moda pop pasajera? Por: Héctor Cañón Tras las farras que armaron la selección Colombia y sus miles de hinchas en el camino al mundial y durante el torneo de Brasil 2014 a punta de buen fútbol y Ras Tas Tas, la camiseta tricolor resucitó del olvido en el que había estado desde que el Pibe Valderrama & cía. colgaron los guayos. Ahora, mientras la Selección Colombia está por entrar a la recta final hacia el Mundial Rusia 2018, es prácticamente imposible salir a las calles colombianas y no verla, incluso en los días en los que no hay partidos ni campeonatos en disputa. Adidas aseguró que había sido la camiseta más vendida en el pasado Mundial con más de un millón de unidades. Y cuando llegan las eliminatorias o los torneos continentales, los vendedores informales hacen su agosto con las versiones “made in China” de 10 lucas o con las imitaciones nacionales hechas en fábricas clandestinas que facturan alrededor de 500 millones de pesos por temporada. Si hay cotejo, los presentadores televisivos cambian de pinta y las calles del país lucen amarillas por encima de cualquier otro color. Juegue o no juegue la Selección, todos los días miles de paisanos la lucen con orgullo y se las arreglan para que ese amarillo intenso y difícil de combinar se vea vestidor. Otros recurren a la roja, la azul o a la blanca de la edición especial, que usaron los jugadores en la Copa América Centenario del año pasado como un homenaje a la que vistieron los primeros seleccionados colombianos en participar en un torneo continental en 1945 y una alusión al proceso de paz entre el gobierno y la guerrilla. Hasta ahí, todo bien. Dan ganas de ponérsela de vez en cuando. Sin embargo, la tricolor ha pasado de ser un símbolo con el que se expresa la pasión por la Selección a convertirse en la bandera de los diferentes bandos políticos en conflicto, de los pastores cristianos más manipuladores, de ex guerrilleros en tránsito a la vida civil, de artistas extranjeros que quieren congraciarse con el público, de personajes anónimos que saltan a la popularidad por sus vídeos caseros y de backpackers que sueñan con camuflarse y verse como locales mientras recorren el país. El pastor Miguel Arrázola, acusado de cotizar en la seguridad social como si ganara el salario mínimo, aunque tiene propiedades avaluadas en más de dos mil millones de pesos, se la pone cuando en sus sermones manipula a su antojo la compleja realidad política del país y les pide a sus fieles que sean puntuales y generosos con el diezmo. Todo un patriota. Como el líder de la Iglesia Ríos de Vida, varios personajes públicos se le miden a vestirse de amarillo chillón con tal de mostrarse interesados en el país. Del presidente para abajo, algunos políticos saben que desde que el técnico argentino José Pékerman enderezó el rumbo de un equipo acostumbrado a las derrotas, la tricolor se ha convertido en símbolo de progreso, alegría desbordada y trabajo en equipo. Juan Manuel Santos se la ha puesto para alocuciones televisadas, para acompañar al equipo en Barranquilla y para promover el complejo proceso de paz. En el otro lado de la cancha, su enemigo acérrimo, Álvaro Uribe Vélez también la ha utilizado en su estrategia política mientras la confundida audiencia trata de elegir entre dos bandos que visten el mismo uniforme. El ex presidente no se la pone, pero algunos de los miembros de su partido han empezado a usarla en actos públicosneo continental en 1945 y una alomo el lanzamiento de susios colombianos en participar en un torneo continental en 1945 y una al. El senador Daniel Cabrales la llevaba puesta mientras culpaba irresponsablemente a las Farc de la tragedia de Mocoa, mientras que el precandidato presidencial Iván Duque la usó en la marcha que el Centro Democrático organizó contra el gobierno el pasado 2 de abril. A su lado, miles de paisanos también la vestían. Sin embargo, sería equivocado decir que esta prenda se está convirtiendo en el uniforme del gobierno o de la derecha. La izquierda, moderada y extrema, también la viste con orgullo. Iván Márquez y otros líderes de las Farc la lucían durante los diálogos en La Habana y cientos de miles de personas que han marchado en el Día del Trabajo, en el paro de los educadores o en las actuales protestas del Pacífico también la llevaban puesta. En medio de los dos extremos, la usa también la sociedad civil que no cree que los graves problemas del país se puedan arreglar con posiciones radicales, pero que sale a las calles a manifestar su inconformismo con los sucesos nacionales. Es decir, la camiseta de la Selección se ve por toda la cancha y en las tribunas de la política nacional. La farándula también recurre a su fuerte amarillo para acercarse a sus fans. Justin Bieber se la puso en una recocha con su equipo de trabajo y para cerrar su concierto ante 30 mil personas en Bogotá el pasado 12 de abril. Lo primero que uno podría preguntarse es si el cantante canadiense aplica el mismo truco por donde quiera que va. La respuesta es sí y no. En Costa Rica usó camiseta de fútbol, pero no la de la selección, sino la del club local Saprissa. Lo mismo hizo en Brasil donde prefirió la de Palmeiras a la pentacampeona mundial. En Argentina no se decidió por ningún color futbolero. Y fresquito está el caso de los invitados a la Comic Con Colombia, Millie Bobby Brown y Nicolaj Coster-Waldau, que también lucieron la amarilla. Además de pastores, políticos, ex guerrilleros, cantantes reconocidos en todo el planeta, famosos criollos en su cuarto de hora, hinchas fieles, profesores y afrocolombianos aburridos de la desigualdad social y la corrupción, también se la ponen los mochileros gringos. Hasta la llegada de Pékerman al banquillo de la sele, era común ver a los backpackers luciendo las camisetas de Brasil , Argentina, Boca Juniors o Flamengo cuando se animaban a viajar por un país en guerra. Ahora, el amarillo chillón de nuestra tricolor brilla tanto como el de su pelo mono en los pueblos más apartados del país y en las congestionadas capitales. ¿Aguanta ponerse la camiseta de la Selección en tiempos en que algunos la utilizan para buscar objetivos diferentes a alentar al equipo? Acá creemos que, más allá de los intentos de manipulación de los políticos o de las estrategias comerciales de la farándula, se ha convertido en un símbolo de ese país que, como diría Chocquibtown, “es más que coca, marihuana y café”. Además, es la hora de aprovechar: la racha de éxitos del equipo puede acabarse en cualquier momento como lo hacen las modas pasajeras. Sí, aguanta a pesar de su amarillo chillón.
En medio de una triste conferencia de prensa Camilo Zúñiga, anuncia su retiro del fútbol profesional. Manifestó que durante los últimos meses ha intentado recuperarse, pero que los inflamatorios ya no funcionan en él. Colombia pierde a uno de los grandes por una lesión que lo saca de las canchas a sus 32 años de edad. Por: Álvaro Castellanos Por las llagas de Jesucristo, ¿qué le pasa a Falcao que siempre se lesiona? Porque además de recaer en problemas de rodilla también le dan en la cabeza, en las costillas o hasta en la ingle, que fue su última dolencia. Es como si la “buena energía” que le enviamos a diario con hashtags tan pendejos como #FuerzaTigre derramaran en él una sal imposible de recoger. Es una sal que, aparte, no merece. A diferencia de otros futbolistas colombianos, Falcao es un tipo ejemplar, buena gente, sacrificado, decente. Eso sí, ha logrado cosas increíbles, triunfos imborrables, pero su maldición impide que hayan sido más. Muchas preguntas caen sobre el Falcao versión 2017. ¿Podrá estar en el Mundial de Rusia? ¿Evitará nuevas lesiones? ¿Le alcanzará para ir a brillar a algún club de elite mundial? ¿Ganará más títulos? ¿Volverá al mejor nivel que le conocimos en el equipo de Cementos Argos? Lejos de saberlo, su historia parece una telenovela dramática de guion predecible. Cada vez que el 9 retoma un buen nivel, se lesiona, se pierde grandes partidos y preocupa a todos. Y luego retoma un buen nivel, pero se lesiona, se pierde grandes partidos, preocupa a todos. Y así sucesivamente. Para la memoria Todos recuerdan la lesión que sacó a Falcao de Brasil 2014. Soner Ertek, un profesor de geografía que jugaba fútbol en sus tiempos libres, le rompió el ligamento cruzado de la rodilla izquierda en un juego irrelevante por la Copa de Francia. Pero pocos recuerdan que, a los 19 años, el ídolo se rompió el ligamento cruzado de su otra rodilla, la derecha, mientras calentaba para un River-Oriente Petrolero por Copa Libertadores. Era apenas 2005, pero Falcao, aun sin enviciarse a la plancha para el pelo, ya sabía qué era lesionarse. Dos años antes, en 2003, se perdió el Mundial Sub-17 de Finlandia por otra rotura de ligamentos: en un tobillo. A pesar de tener la peor lesión del fútbol en ambas rodillas y un reguero de otras molestias físicas que le joden la continuidad y la confianza, Falcao se mantiene vigente en el mainstream del fútbol. Un milagro provocado por él mismo. Su reputación va más allá de su manager Jorge Mendes (que lo llevó sin suerte a Manchester United y Chelsea). Si Falcao sigue siendo una superestrella en Europa, es gracias a virtudes tan poco colombianas como la persistencia, el trabajo, el esfuerzo y la mentalidad ganadora. No quiere «volver a rugir» Cuando Falcao no pudo estar en Brasil 2014, la noticia trajo tristeza, lágrimas y millones de titulares idénticos tipo “El tigre quiere volver a rugir”, los cuales aún leemos cuando el samario recae en líos físicos. Tres años después de su peor lesión, que después no lo dejaría lucirse en Manchester ni en Londres, Falcao se sacudió la sal, botó su plancha para el pelo, modernizó el corte y brilló otra vez. En esta campaña, el goleador histórico de la selección suma más de 20 anotaciones con el Mónaco y le metió una barbaridad de gol al City para sacarlo de la Champions, con gambeta, velocidad y pisadita incluidas. La increíble temporada de Radamel, que nos recordó su mejor versión cuando jodió al Chelsea en una Supercopa Europea, nos alborotó a todos. De ahí que la prensa reencauchara su porquería de titular, ahora convertido en “El tigre vuelve a rugir”. El día que los periodistas abran un libro y dejen ir esos lugares comunes para siempre, a lo mejor Falcao deja de lesionarse. Sin embargo, lo sabemos, tanta efervescencia duró poco. Los colombianos, que vivimos de la ilusión para no morirnos de tristeza, lamentamos la última lesión que colecciona Radamel, en la ingle, y volvemos a inquietarnos sin saber si podrá recuperar su alto nivel. Ya reapareció y hasta anotó en el partido contra el Angers. ¿Cuánto durará esta racha? Masacrar ídolos: deporte nacional Iván Mejía, gran comentarista, aceptable columnista y un mala-leche consumado, dijo en 2015 que Falcao era “un ex-futbolista” por su exceso de lesiones. “Yo quiero mucho a Falcao pero me parece que es un exfutbolista. Él tendría que pensar en dejar de ganar millones y millones para su iglesia. Debe dedicarse a jugar al fútbol en un equipo de media tabla, donde pueda jugar 90 minutos”. Ahora que el goleador postergó su regreso a la selección, imagino al comentarista acariciando su arzobispal barriga, lanzando risas macabras, con una bata de satín y sosteniendo una copa de coñac, al estilo de los malvados clásicos. Lo de Iván Mejía se trata, al fin y al cabo, de una maldad muy colombiana. Ser crítico está bien; ser un cafre, no. Pero es que bajar la caña nos fascina. Es una forma en la que ponemos en evidencia nuestras frustraciones. Nos encanta trapear el piso con los ídolos. Los destruimos con la misma pasión con que los creamos. Y Falcao lo sufre. Cuestionamos sus decisiones deportivas, atribuimos su peor lesión a la codicia de ir a ganar plata a Mónaco, donde no se declaran impuestos, como si fuera tan fácil ir a rechazar sueldos semanales de 1200 millones de pesos colombianos. Francia fue un desacierto deportivo, puede que sí. Pero con el periódico del día siguiente bajo el brazo, cualquiera tiene la razón. En fin. Cracks de cristal Las lesiones son un palo en la rueda que se atraviesa en el éxito de un deportista. Es el efecto colateral de saltar a una cancha, así que no sufrirlas es casi imposible. Es difícil pensar en futbolistas profesionales que no se hayan lesionado con algún grado de complejidad. Y todos, desde el tercer arquero de Fortaleza, hasta Messi y Cristiano, están en constante riesgo de que les machaquen los músculos, los huesos o ambos. Cuando las lesiones son constantes, al futbolista le llega un problema endémico, recurrente. Una sombra de la que se hace imposible desmarcarse. Volver, jugar, recaer, recuperarse, volver, jugar, etc. Es la pesadilla de Falcao, pero también la de muchos futbolistas reconocidos y hasta legendarios. Leyendas opacadas Si Ronaldo Nazario de Lima, el real, el brasileño, no se hubiera lesionado tanto, hoy podría ser considerado el mejor futbolista de la historia. Igual fue tan bueno que le alcanzó para meterse entre los seis o siete mejores. A comienzos de 2000, cuando comenzaba a ponerse gordo, volvió con luego de seis meses de una lesión de tendón rotuliano. Inter de Milán jugaba la final de la Copa Italia contra la Lazio, un equipo súper poderoso en ese tiempo y, poco después de entrar a la cancha, haciendo una gambetica sobre el balón, el fenómeno se desplomó solo, se rompió del todo el tendón de la rodilla y su forma de jugar cambió para siempre. Cuando volvió, un año después, se convirtió en 9 de área. Ya no tomaba el balón y apilaba rivales. Se volvió un definidor. En 2002, ganaría el Mundial, y luego iría al Real Madrid de los “galácticos”. Pero, como si el azar no hubiera sido lo suficientemente cruel con él, jugó su último partido como profesional visitando el glamuroso Murillo Toro de Ibagué en un juego de Copa Libertadores en que su equipo, Corinthians, quedó eliminado a manos del Deportes Tolima. Algunos escalones debajo de Ronaldo, no tantos, está el holandés Marco Van Basten. Los que lo vieron jugar ratifican que todo lo hacía bien. Era delantero, pero podía arrancar desde la mitad de la cancha y crear sus propias opciones de gol. Dúctil, lírico, definidor. Hacía que lo imposible pareciera fácil. El holandés, campeón de la Euro en 1988 e figura de ese AC Milan perfecto de finales de los ochentas, dejó de jugar a los 29 y se retiró a los 31 por una avalancha de lesiones en sus tobillos que se los dejaron de cristal. De no haberse lesionado tanto y haber jugado más tiempo, pudo llegar a estar casi al nivel de Johan Cruyff. Real Madrid, experto consumado en marchitar futbolistas, arruinó la carrera de Kaká y la dejó en un declive que el brasileño no pudo revertir. Luego de ganar el Balón de Oro en 2007, último trofeo que no fue para Messi o Cristiano, Kaká salió de Milán a Madrid en 2009 con la expectativa de pasar a la historia, pero una pubalgia mal llevada (lesión producida por exceso de cópula) y operarse mucho después evitaron que brillara junto a Cristiano, Benzema y compañía. Cuatro años después, cuando Kaká logró escapar de Madrid, todo estaba consumado, física y emocionalmente para su carrera, que hoy concluye en la pusilánime MLS. Goleadores, pese a todo Si juntamos al francés Just Fontaine y al argentino Gabriel Batistuta tendremos, más de 650 goles en conjunto. El francés, dueño del récord de más goles en un Mundial (13 en Suecia-58), se tuvo que retirar a los 28 años. En una época de cuidados médicos nulos, el goleador del Stade de Reims no se pudo reponer de una fractura de rodilla y terminó su carrera muy joven, pero con casi 300 goles: una monstruosidad de cifra para la edad que tenía. El mítico Batistuta, que metió 356 goles en su carrera, dice que en su tramo final (Inter de Milán y el fútbol de Qatar) casi no podía correr. Famoso por ver el fútbol no como una pasión, sino como un trabajo donde quería ser el mejor, Bati-gol dijo hace unos años, medio en broma medio en serio, que a veces quería que le cortaran las piernas para evitar el dolor. Andar lesionado En esta categoría, en la que podría ir Falcao, hay dos jugadorazos aún jóvenes que han visto estacadas sus carreras por andar lesionándose: Sergio Agüero y Marco Reus. El “Kun”, ídolo consumado de Manchester City, lleva varios años dando tumbos y cayendo en baches futboleros por culpa de pequeñas lesiones musculares y de ligamentos que no lo dejan jugar con el potencial de Independiente y Atlético Madrid, que lo tenían casi al nivel de Messi. En tanto, el delantero del Borussia Dortmund fue uno de los mejores de la selección alemana de los últimos años, pero su lluvia de lesiones (desgarros, rotura de ligamentos de tobillo, distención de ligamentos) ha caído con furia y con el peor timing posible: apenas para perderse el Mundial de 2014 y la Euro de 2016. En tres años, el crack del Dortmund ha sufrido más de 10 lesiones oficiales. Pese a todo, Reus sigue jugando al fútbol aferrado a su voluntad y su talento. Sebastian Deisler, otro alemán, tuvo que retirarse en 2007, con 27 años, luego de cinco operaciones de rodilla que le produjeron una depresión de nivel psiquiátrico. Olvidados lentamente Bayern Múnich conserva dos cracks “dosmileros” que poco a poco han ido desapareciendo de la recordación de los hinchas. El holandés Arjen Robben y el francés Franck Ribéry. Del primero uno ya no se acuerda ni de sus piscinazos porque juega muy poco. Tuvo más suerte que Kaká, porque si bien en Real Madrid acumuló nueve lesiones musculares en dos años y casi no jugó, pudo saltar al Bayern, donde ha sido figura y sumado toda cantidad de títulos durante ocho temporadas. Su lista gigante de lesiones, que van de serios problemas de rodilla, pasando por desgarros y dolencias en meniscos e ingle hacen que el holandés de revejido semblante no interese más a otros equipos por su propensión a las lesiones. Tal vez más olvidado está Ribéry que en 2014 estuvo fuera seis meses, se perdió el Mundial, y en 2015 no pudo jugar en casi todo el año por romperse los ligamentos de un tobillo y recaer en pequeños resentimientos. En la última temporada no se ha lesionado, pero es poco lo que jugó por la superpoblación de talento de su equipo. Ser olvidado poco a poco es algo que sufrió Pablo Aimar, el argentino mundialista en 2002. En 2015, después de ir diluyéndose y de pasar por destinos tan serie B como Malasia, el “payaso”, con su aspecto juvenil de siempre, no alcanzó a regresar oficialmente con River Plate. Luego de diversas operaciones de tobillo decidió frenar su vuelta, agradeció por todo y dijo adiós. En Colombia Detrás de la ausencia de Falcao de Brasil 2014, también se quedaron fuera otros jugadores como Edwin Valencia, un jugador de cristal que poco le sirve su posición de volante central. Lugo de vivir lesionado en Fluminense y Santos, su llegada a Atlético Nacional en 2017 tuvo toda la repercusión, pero a la fecha apenas ha jugado unos minutos por culpa de diferentes percances físicos como desgarros. Otro nombre de selección Colombia que ha jugado oficialmente poco en los últimos años es Camilo Zúñiga. En Watford ha tenido lesiones reiteradas de tobillo, pero que siga jugando en la actualidad es medio milagroso, porque durante su época en Napoli, llegó a considerar el retiro del fútbol por «osteofitos», la aparición de una especie de hueso en la articulación de una rótula, que lo hizo jugar 24 partidos a nivel de clubes entre 2013 y 2016. Más que una lesión, era una enfermedad que casi lo saca del fútbol. Paradójicamente Zúñiga sí fue al Mundial y hoy busca jugar más en un fútbol inglés, que poco favorece a los colombianos. El peor de todos Se llama Abou Diaby, es francés y hace más de una década era un interesante prospecto que salió del Auxerre con rumbo al Arsenal. El quijotesco volante, que llegó a ser comparado con Patrick Vieira por su calidad como mediocampista de largos recorridos, llegó a los Gunners en 2006, pero semanas después de su fichaje sufrió una fractura horrorosa de tobillo que lo forzó a ser operado tres veces para poder jugar de nuevo. La reacción en cadena de su tobillo roto derivó en un número inconcebible de lesiones: 40 (cua-ren-ta, en serio), en las siguientes siete temporadas. Dolores abdominales, contusiones en la cabeza, problemas de espalda, desgarros, lesiones de muslos, esguinces y la lista sigue. El pobre Diaby casi debe permanecer en una urna de cristal sellada al vacío para no lesionarse. En el presente, «salchicha», como lo apodó el narrador Bambino Pons por lo endeble, tiene 30 años y juega en el Olympique de Marsella. «Juega» es un decir, porque, claro, hace meses está lesionado.
Aunque muchos pensaban que el partido por las eliminatorias mundialistas era entre Colombia y Bolivia, en las redes sociales una nueva disputa divide al país con tanto sentimiento como la mismísima discusión sobre el proceso de paz con las Farc. ¿El jugador Pablo Armero debió ser llamado a la Selección? La polémica surgió luego de que la periodista Andrea Guerrero afirmó que se sentía agredida con la convocatoria del jugador al combinado patrio, a raíz del maltrato del mismo contra su esposa el año pasado, que terminó con Armero detenido en los Estados Unidos. A partir de ahí, como de costumbre, las posiciones se radicalizaron de tal forma, que incluso fue TT el HT #AndreaGuerreroRacista, en el que decían que la periodista no había condenado de la misma forma el caso de abuso del que fue protagonista el exdirector técnico de Colombia, el Bolillo Gómez, que sí lo dejó en su momento fuera de la Selección Colombia. No se hizo esperar la respuesta de los que respaldan la indignación de Andrea Guerrero y están de acuerdo con que estos casos de 'abuso' no son tolerables para un futbolista que nos representa como país en torneos internacionales, así su esposa lo hubiese perdonado. Con el HT #ArmeroNoEsmiHeroe esta tendencia argumenta que estos referentes son peligrosos para niños y jóvenes que siguen a los deportistas y es una muestra de complacencia con un fenómeno que busca ser erradicado del país. Un tercer grupo, como es usual, se ha dedicado ha burlarse de uno y de otros, pero en un tema tan delicado no merece demasiado desarrollo. Encuestas van, encuestas vienen, acusaciones de doble moral y hasta pedidos de perdón terminaron por convertirse en la previa más compleja de los últimos tiempos para un partido que puede definir nuestra historia en las eliminatorias mundialistas y que para nuestra sociedad puede sentar principios claros sobre los valores que nos constituyen.
El partido de Colombia frente a Uruguay en las eliminatorias nos dejó, como diría el Totono Grisales, “con un sinsabor amargo”. Todo hubiera sido gris de no ser por una cosa: el baile de Yerry Mina. ¿Es este el premonitorio entierro del Ras Tas Tas y el inicio de una nueva era? Cójanle el paso al nuevo baile. Foto: Gettyimages El resumen del partido fue pura tibieza: empatamos, hubo mensajes de paz en la tribuna, Luisito Suarez demostró que no se le puede dejar pagando media, llovió, a Pékerman le tocó ponerse impermeable, Sánchez fue fiel al apodo de La Roca, Cuadrado se echó el equipo al hombro, Roger Martínez entró y no lo vimos y Bacca… ¿jugó?. Todo fue gris. Pero acá, fieles supersticiosos del ambiente musical de la selección, quedamos con un buen presagio. Hubiera sido una fecha sin ton ni son, de no ser por una cosa: el baile de Yerry Mina. El defensa central que hace poco migró del Santa fe hacia el Palmeiras llenó un vacío que tenía la selección. Y no, no es el del puesto de zaguero central que dejó Yepes (aunque lo está haciendo bien), sino el de Miñia, Pablito Armero. Desde que se deshizo la Selección mundialista a Colombia le empezó a hacer falta algo en el recambio, alguien que acompañara a Juan Guillermo Cuadrado en las celebraciones, alguien que no fuera tronco a la hora de tirar paso. Después del primer gol del partido contra Uruguay, que marcó Abel Aguilar, quedó más que claro que el mediocampista del Deportivo Cali no iba a llenar ese vacío. Por suerte para el equipo en las eliminatorias, y para el déficit dancístico, Yerry Mina se reportó con el segundo gol del partido, el del empate definitivo 2 a 2. La forma en que lo celebró, ya la había estrenado, incluso, en tierras brasileras cuando le anotó al Santos. Ahora dejémoslo que se coja confianza. ¿Será este el adiós definitivo al ras tas tas? Este es el baile de Yery Mina para que empiecen a cogerle el paso.
El crack brasileño es un Doctor Jekyll and Mister Hyde del fútbol, que se mueve entre las fantasías que hace con la pelota y los escándalos que arma cada vez que se le da la gana. A Colombia se la tiene montada desde el Mundial y este martes tendrá una nueva oportunidad de recurrir a su interminable repertorio de mañas. Por: Héctor Cañón Hurtado @CanonHurtado // Foto: GettyimagesAlgún día aprenderemos que el secreto para contrarrestarlo será no tomarse sus payasadas como un asunto personal. Y es que, como suele suceder en la vida y en las canchas, no lo son. El codazo limpio, la patadita a espaldas del árbitro, el empujón alevoso cuando la pelota se detiene son viejas estrategias del balompié, que suelen tomarse el terreno de juego cuando el crack brasileño recuerda los dividendos que le han proporcionado a lo largo de su pomposa carrera.Campeón de la Copa Libertadores, de tres campeonatos paulistas consecutivos, de la liga española, de la Champions League y de las Olimpíadas son la otra cara de este Dr Jekyll and Mister Hyde del fútbol moderno. Así es Neymar: genial, bravucón, creído, sucio y ganador. Su estrategia, frente a la selección Colombia las cuatro veces que se le ha cruzado en los tres últimos años y frente a algunos de los clubes que derrota cada semana en el fútbol del viejo continente, es volverse protagonista de un partido calentado a punta de piscinazos que les arrancan hondas exclamaciones al público, de jugaditas de más que pretenden desnudar con arrogancia las falencias del enemigo, de reclamos airados que interrumpen el flujo del juego y marean al juez, de ese fútbol de favela, que a punta de un interminable repertorio de mañas, pretende alzarse con las victorias.Lo peor del asunto es que lo logra. Poniéndole su sello característico a los partidos en los que los jugadores de la selección Colombia cayeron como ingenuos conejillos en sus trampas, nos sacó del Mundial Brasil 2014 y de los Juegos Olímpicos Rio 2016. En ambas oportunidades su juego conflictivo fue fundamental para que Brasil nos eliminara en cuartos de final, comprobando que en las instancias decisivas el poder de su arsenal de trucos crece más que su calidad futbolística.Sin embargo, el asunto no se limita a las canchas, Cuando la pelota se detiene, Neymar Junior sigue haciendo de las suyas mientras el planeta fútbol se sumerge en un debate sobre su comportamiento, que lo mantiene en las primeras planas aun en las jornadas en las que su rendimiento futbolístico se desmorona. Evasor de impuestos, farandulero empedernido, modelo de calzoncillos, rumbero desvergonzado, perdedor ante la justicia brasilera, entrevistado arrogante, boxeador contra los hinchas y rivales son apenas algunas de las facetas del ídolo brasilero. Todo un clown, mi Neymar.Y mientras la audiencia consume su insufrible propuesta, su imagen se consolida como una marca a la que siguen más de 140 millones de personas en las redes sociales, que vende casi un millón de camisetas con su nombre a la espalda por temporada y que facturó alrededor de 20 millones de dólares por publicidad en 2015. Ney, por su parte, tiene claro que cualquier bravuconería, exceso o desplante suman y a veces hasta más que las gambetas, los golazos y las filigranas por las que el planeta fútbol empezó a adorarlo cuando apenas era un adolescente confundido.Estos son los momentos estelares del show de payasadas de Neymar.- A madrazo limpio con los hinchasLa única copa que faltaba en la vitrina futbolística brasileña era la de las Olimpíadas. El día en que la ganó, Neymar respondió con violencia a los insultos de un hincha, que probablemente hacía parte del inmenso grupo que tachó su nombre de la camiseta 10 de la selección Brasil para poner el de Marta, crack del equipo femenino. Falto poco para que la cosa terminara en coñazos, pero los guardaespaldas lo rescataron. Genio, Ney.- Como cantante nos mataNey puso a chillar a las chiquillas al subirse, de blanco en punta y con estilo rapero, al escenario para cantar con Michel Teló una de las canciones mas pegajosas e insoportables de la década. Esta vez no llovieron patadas, sino brasieres. - El taponazo a ArmeroDespués de haber jodido todo el partido en el que Colombia derrotó a Brasil 1-0 en la Copa América Chile 2015, Neymar le pegó un taponazo a Armero, cuando empezaba a brincar celebrando la victoria. Fue sancionado por cuatro fechas y Carlos Bacca, quien le respondió la provocación, también fue expulsado. Si no la hace a la entrada la hace a la salida, dirían mis tías.- Evasión de impuestosNo se alarmen porque no es un error, lo que van a leer es verdad: el futbolista debió pagar 52 millones de dólares al fisco brasilero tras ser hallado culpable de evadir impuestos. Su estrategia, como la de tantos otros famosos, fue crear sociedades familiares para gambetear los tributos públicos. Lo paradójico del caso es que los afectados son quienes lo convierten en ídolo. ¡Qué crack!- “¿Cómo serías tú si fueras yo?”De entrevistado pasó a entrevistador y que preguntica la que se inventó el genio. Con su arrogancia habitual, el futbolista dijo que piensa seguir farreando porque sus logros lo avalan para hacerlo.- Posteando a lo locoNeymar les pone los pelos de punta a los técnicos y directivos del Barcelona con su compulsión a la hora de postear sus farras en las redes sociales. Del cumpleaños de su hermana Rafaela subió apenas veinte videos. ¡Goleador! - Prendiendo las canchas desde niñoDesde sus comienzos en Santos el 10 anunció que estaba dispuesto a armar camorra en las canchas cada vez que se le antojara. Sus “mejores” peleas en el terreno de juego tienen como opositores a Cristiano Ronaldo, Ronaldinho, Gareth Bale, Coentrao, Niño Torres y decenas más. Píntela que Neymar se la colorea. Eso es fijo. - El “no” a los judíosA pesar de su carácter conflictivo ha declarado ser ferviente seguidor de Jesucristo. Cuando gana se pone la balaca que lo acredita como cien por ciento cristiano. Sin embargo, es probable que no haya leído que el Sermón del Monte propone hermandad hasta con el enemigo porque se negó a repartir los huevos de Pascua en una ceremonia judía en 2011. Qué amague, Ney.
¿Quién tiene la culpa del mal presente de nuestros cracks en Europa? ¿La xenofobia? ¿El odio hacia los colombianos? ¿Los malos técnicos? ¿La prensa? ¿El frío? ¿La comida? ¿Van Gaal? ¿Petro? Con un poquito de sentido común, entenderíamos que la culpa es de ellos mismos. Por Álvaro Castellanos | @alvaro_caste // Foto: EFE.Un arraigado complejo de nación ataca a muchos colombianos. Lo llamaré patrioterismo y es especialmente notorio fuera del país. Por eso cuando uno sale de viaje ve a tantos con sombrero vueltiao’ y/o forrados en la camiseta de la selección. Bulliciosos, procaces. Como buscando a gritos que los vean, que validen su existencia. Porque no vienen de “Columbia”, sino de Colombia: tierra de gente pujante, verraca, echada pa’lante y todo ese tipo de discursos gastados que, ojo, representan un problema que no distingue poder adquisitivo. Embriagados de reconocimiento, están muy interesados en ratificar esta idiosincrasia, presumiendo méritos tan abstractos como tener el segundo mejor himno nacional del mundo o engendrar mujeres bien buenas. Para el colombiano patriotero, y chauvinista, cuando alguien relaciona al país con argumentos innegables como la violencia o el narcotráfico, se convierte directamente en enemigo del país. Y, claro, pocos lugares tan comunes para el patriotero como la selección Colombia.Que “era gol de Yepes”. Que el árbitro nos metió la mano en el Mundial. Que Van Gaal le tenía bronca a Falcao. Que Mourinho dejó morir a Cuadrado porque lo llevó a Chelsea y rápidamente lo dejó ir. Que Benítez odia a los colombianos porque se le ocurrió sentar a James, y en 2015, en Napoli, le daba pocos minutos a Duván Zapata. O que no se adaptan a la comida, al clima, al idioma, a manejar con el timón al lado derecho. Lo que hay que oír. Cualquier pretexto pegado con babas pretende justificar el irregular nivel de los nuestros o su falta de adaptación a culturas diferentes. En esta pleitesía insoportable rendida a favor de nuestras figuras, cómo pasarlo por alto, el periodismo es altamente cómplice. Es que claro, bajar a los ídolos del afiche es contraproducente. Como en el caso de Teófilo, que a principios de 2016 alargó sus vacaciones navideñas y regresó tarde al Sporting Lisboa. ¿Qué vamos a decir? ¿Lo vamos a defender? ¿Vamos a abrir el paraguas y a perdonarle su falta de profesionalismo porque es un crack y es muy apegado a su familia? Cuestionar su actitud es apenas lógico y necesario por muy impopular que parezca el hecho de criticar a una figura, y con el riesgo de que el señalamiento sea visto como un ataque regionalista.Al patriotero (ligero, de poca memoria, descriteriado, de extremos triunfalistas o derrotistas, armado con una vuvuzela y que suele creer que el fútbol comenzó con Messi y Cristiano) habría que explicarle que si nuestras figuras pasan por mal momento, es porque estar a la altura física y mental del fútbol de primer nivel cuesta mucho. Y aunque llegar a equipos de élite tiene todo el mérito del mundo, el verdadero reto a largo plazo es mantenerse. No es fácil, obviamente. Son jóvenes famosos y multimillonarios y con vidas así es fácil distraer el compromiso que conlleva ser un atleta de primer nivel. Pero tampoco es imposible. Un pionero del profesionalismo y la constancia fue Iván Ramiro Córdoba, que estuvo más de 12 años como estelar del Inter de Milán. Incluso un par de referentes italianos como Materazzi o Cannavaro llegaron a ser suplentes de él. Lo dicho. Llegar es difícil, pero la clave es mantenerse.En este 2016, salvo unas excepciones como la de Carlos Bacca (que está anotando golazos en el Milan, incluido un hat trick a comienzosde temporada) nuestras figuras la están pasando mal, pero no por responsabilidad de sus técnicos, del racismo, del proceso de paz, del Estado Islámico o de una conspiración internacional. La responsabilidad es de ellos mismos, incluso en los casos de lesión, ya que quienes pasan por una, deben recuperarse con rigor, retomar el nivel y buscar la plenitud futbolística para el beneficio de sus carreras y, claro, de la selección Colombia. Miremos con autocrítica el presente de nuestros principales ídolos. Comencemos con James, que inició la era Zidane como suplente de Isco. Con sus recientes recochas disciplinarias jugándole en contra, el "10" necesita potenciar la clase que tiene para convencer a Zizou. Peor está Ospina. El arquero titular de la selección ya lleva más de un año siendo suplente en Arsenal gracias a Petr Cech, que tapa hasta en los partidos más insulsos. Jackson, en tanto, quedó borrado del mapa por irse al fútbol chino y para colmo de males, no ha jugado por diferentes lesiones. De Teófilo se espera un regreso futbolistico en Rosario, luego de ser el único sobreviviente de Los Juegos Olímpicos, y finalmente, Cuadrado no encontró lugar en Chelsea y Juventus lo trata de recuperar auqnue no le alcanzó la plata para comprarlo por completo. Luego, caso por caso, el momento de los demás miembros de la selección también es oficialmente complicado o está en puntos suspensivos. Carlos Sánchez marcó gol con Fiorentina, pero salió lesionado; Guarín cambió el prestigio por dinero en el fútbol chino; Zapata suma bajas calificaciones en un Milan donde sólo se salva Bacca; Adrián Ramos tiene un puesto fijo en Borussia Dortmund: suplente; Abel Aguilar fue borrado hasta de la banca de Toulouse y llegó a Cali junto con Camilo Vargas pero su rendimiento no dio para ser convocados; Ibarbo no pudo en Inglaterra y antes de volver a Roma buscó motivación en Atlético Nacional para intentarlo de nuevo en el viejo continente; Muriel ha iniciado bien el nuevo periodo en la Sampdoria; Juan Fernando Quintero no tiene ni número de camiseta en Porto; y cómo saltarnos a Falcao, que vive lesionado y cuando estaba recuperando su nivel, tuvo que ser relegado de Mónaco en el momento clave clasificación a Champions, tras una fatiga muscular. La actualidad de los jugadores de la selección hace que el camino hacia Rusia 2018 esté embolatado, más cuando el comienzo de la eliminatoria no fue el mejor (Colombia es quinta con 10 puntos) y sin olvidar la falta de un “Plan B” por parte de Pékerman para casos de emergencia. Y aun cuando todo puede mejorar de acá a final de año (donde ya estaremos en la fecha 12), reconocerlo no nos debe convertir en enemigos de la selección, ni del país. Hago un llamado entonces a la cordura, no a la locura. A quienes están poseídos por ese insoportable sentimiento patriotero les vendría bien un poco de mesura. Ojalá, por ejemplo, no le saquen los ojos a Zidane por redes sociales si sigue sentando a James. Aunque conociendo el comportamiento de estas turbas iracundas, ya deben estar haciéndolo. No demoran en declararlo objetivo de guerra y crucificarlo peor que al presentador de Miss Universo.
Cuando se equivocó al debutar en la selección Colombia con tan solo 21 años de edad, llovieron memes y críticas despiadadas. Ahora, en su humilde y destacable regreso, nadie dijo nada. Stefan, en Shock te queremos y reconocemos que sos un crack y un ser humano echa’o pa’ lante.Por: Héctor Cañón // Foto: GettyImages.Ese país fanático al que solemos llamar la Colombia futbolera es devota y a la vez implacable con sus ídolos. Los levanta como palmeras cuando aciertan y los tumba como cocos cuando se equivocan. Y no solo eso: al verlos caer, disfruta. Stefan Medina, un joven envigadeño de apenas 24 años, es testigo de la inconstancia (por no decir blanco) de los hinchas colombianos. También de su sevicia cuando las cosas en la cancha no salen bien. Como si jugar fútbol estuviera menos exento de errores humanos que informar a la gente, manejar un articulado de Transmilenio o atender enfermos. En marzo de 2016, en la altura de La Paz, regresó a las canchas con la camiseta de la selección Colombia, después de casi tres años de ausencia obligada. Lo hizo bastante bien, humilde como un obrero de la pelota, aunque algunos habíamos llegado a pensar que el par de errores que cometió en el camino hacia el mundial Brasil 2014 habían sido su condena de muerte con la tricolor.Pero no fue así. José Néstor Pékerman, director técnico de la selección Colombia y viejo zorro del fútbol, se echó el agua sucia encima al confesar que había sido error suyo hacerlo debutar en el Estadio Centenario de Montevideo, ante una selección Uruguay que de no ganar ese día quedaría eliminada del mundial. Y los futboleros sabemos que en las canchas suramericanas no hay nada más peligroso que un equipo uruguayo en peligro.Después de las embarradas de Medina, el técnico argentino pidió tiempo y aseguró que el pelado brillaría algún día con la selección nacional a pesar de su triste debut. Nadie le creyó, pero cumplió. Frente a Bolivia, Stefan volvió a la cancha y, a 3 mil 600 metros de altura sobre el nivel del mar, corrió sin parar, peleó cada balón y salió airoso con un 3-2 a favor nuestro, que volvió a encarrilarnos en el camino hacia Rusia 2018. Obviamente, nadie dijo nada. Recordar sus errores habría sido estúpido, pero reconocer su calidad como futbolista y su entereza como ser humano habría sido equivalente a pedir disculpas y acá somos enemigos acérrimos de reconocer nuestros errores y amantes de buscar con binóculos los ajenos. Eso sí, en la tercera fecha de la Copa América Centenario, en un partido extraño en el que Pekérman ya clasificado a la segunda ronda decidió alinear a una defensa joven (Medina, Aguilar, Mina, Fabra), donde Aguilar fue un mar de nervios y sus compañeros tampoco respondieron; le volvimos a caer.Ahora Medina podría volver a ser titular y todos los creadores de Memes estarán expectantes a caerle al humilde jugador con parecido a Frodo, pero si lo hace bien, nadie dirá nada ni le aplaudirá, porque nos gusta ser desagradecidos.El 10 de septiembre de 2013, ante Uruguay, Pablo Armero, el titular habitual por la banda izquierda, estaba lesionado. Medina, quien entonces brillaba en Atlético Nacional con tan solo 21 años, salió a la cancha con el número 7 en la espalda. Su desempeño era aceptable hasta la mitad del segundo tiempo. A pesar de lucir desubicado, Colombia empataba y la hinchada no necesitaba culpables. Sin embargo, cuando se acercaba la hora de regresar a casa con un glorioso 0-0, cometió un error garrafal que significó el 1-0 a favor de los uruguayos. Después volvió a vacilar y vino el 2-0. (Ver análisis de errores de Stefan Medina ante Uruguay).
Juancho López: no soy rockero, soy rocanrolero es el documental que narra la vida de esta figura emblemática del rock colombiano, conocido por ser “el rockero más viejo de Colombia”. (Documental compelto más abajo)El equipo de Radiónica Medellín hizo una investigación de las rutinas, conciertos y sueños de Juancho, así como en la historia de la emblemática banda Los Yetis, clave en los inicios del rock colombiano. Después de años de trabajo, han logrado concretar una visión clara para plasmar esta crónica visual.El documental ofrece una mirada íntima a la vida cotidiana, la soledad y la nostalgia que rodea la vida de Juancho López, reconocido como el "Abuelo del rock colombiano" por su contribución fundamental al inicio del género en el país.“Ningún rockero colombiano debería perderse este documental, básicamente porque es la semilla, nuestra raíz, el inicio de nuestro rock, la forma en la que nosotros nos concebimos como rockeros colombianos", opina Diego Londoño, director del documental. "Pero no solo los rockeros, ninguna persona debería perderse las experiencias, la visión y la vida de este hombre que por supuesto ha transversalizado la cultura musical rockera de Colombia”, agrega. Los Yetis: banda pionera del rock colombiano Los Yetis nacen como trío vocal en 1965, fundadores son: el cantante y guitarrista Juan Nicolas Estela y los hermanos Juancho e Iván Darío López. En febrero del 66, invitados por la compañía discográfica Discos Fuentes, Los Yetis participan en la grabación de un long play: 14 impactos juveniles!, que tuvo gran éxito. Por eso el sello les pide grabar su primer LP, simplemente llamado Los Yetis. Tras su disco debut, llegaron Los Yetis Vol. 2, en 1967 y Olvídate, de 1968. El grupo se disolvió a finales de los 60, y en 2003se reúne de nuevo hasta 2005 con la participación de Darío Marín, Pedro Pablo Arias,Victor Hugo Acevedo, Jhon Cano, Juan Nicolás Estela y Juancho López, estos últimos, miembros fundadores del grupo.
La pelea Kendrick Lamar vs. Drake empezó hace casi una década. Se dijeron muchas cosas el uno al otro, pero en esa correspondencia de canciones entre los dos raperos salieron dos “argumentos” acusatorios que me generaron más ruido que los demás. Drake dijo que Kendrick era un abusador físico con su esposa, Whitney, en la canción ‘Family Matters’:"When you put your hands on your girlIs it self-defense 'cause she bigger than you?"Kendrick acusó a Drake (una noticia ya vieja) por buscar, cortejar y “amigarse” con menores de edad."Say, Drake, I hear you like 'em youngYou better not ever go to cell block one"No vamos a discutir cuál acusación puede ser más cierta que la otra o cuál aproximación fue peor. Ambas fueron desastrosas.No he visto a la industria, ni a los manes de mis redes sociales, tan preocupados por la violencia de género tanto como cuando dos hombres decidieron usarla para punzarse el uno al otro.Tampoco conocía ese afán por castigar la paternidad ausente. En Colombia se estima que el 40% de hogares se sostienen solo por una mujer, según cifras del DANE del 2022. Y ese número no causa tanto revuelo en línea.Traigo a Colombia y a los hombres a mi alrededor a colación, porque fue ese cinismo el que inspiró y le dio forma a este texto.Santiago Cembrano lo dice muy bien en su artículo: “aunque el rap es el campo en el que el dolor se vuelve entretenimiento, no se trata de que esos versos sean parte de un coro pegadizo.”Y si bien fue el beef de Kendrick y Drake el que agitó esto lo suficiente para empezar a cuestionarnos las formas de algo tan “tradicional” del hip hop como las tiraderas, el cuento va mucho más allá.La deuda la tiene toda la industria. Me parece interesante, por mantenerlo en términos amables, que las personas que estamos en la industria, o los que consumimos música sistemáticamente, le asignemos una cualidad transformadora a la música. Algunos, dicen, que la música les cambia la vida o la forma de ver el mundo.Pero esa responsabilidad que ponemos en la música, y en quienes la hacen, es una camiseta que se puede quitar o poner a nuestro antojo.¿Cuáles son los límites de la corrección política en el arte? Quién sabe, quizá no existen o deberían existir. Entendemos a la música como algo que puede transformarnos y, por eso, a veces, se le pide corrección política.Pero esto va más allá de lo que se le puede pedir o lo que no.No hay que confundir este reclamo con una “necesidad” de corrección política en el arte. Eso es otra conversación mucho más grande.Pero a mí, como mujer y como víctima, me hace ruido la atención fervorosa que recibieron las palabras de Kendrick y Drake: más que mostrar indignación por la(s) posible(s) mujer(es) violentada(s), la audiencia sintió emoción por los egos masculinos que fueron lastimados en el proceso.A los hombres les parece más urgente prestar atención a la violencia cuando se entrega en una cajita de entretenimiento entre estrellas del pop, no cuando le pasa a las mujeres que tienen al lado. O cuando las víctimas son las mujeres cuya música consumen.Hay streamers que reaccionan a gritos porque le “sacaron los trapitos” al otro, no porque detrás de esas barras, que los hacen alucinar de la emoción, puedan haber mujeres abusadas o violentadas; hay medios investigando a fondo lo que puede ser uno de los mejores diss de la historia del hip hop, pero no las acusaciones que, de ser ciertas, deberían tener consecuencias legales.Y ahí está la deuda: acusaciones de pedofilia y violencia intrafamiliar que se quedan en versos de canciones de rap, artistas con denuncias que siguen llenando estadios y mientras tanto mujeres artistas, como Megan Thee Stallion, que tienen que convencer al mundo que lo que pasó fue verdad.La violencia contra las mujeres indigna, o llama la atención, siempre y cuando entretenga. La espectacularización, más que gestionar esa violencia de cara a la reparación, la instrumentaliza para la monetización.Entonces, mientras la mayoría de casos quedan archivados porque se vencen los términos, mientras a las mujeres se les pide ser “la víctima perfecta” y tener todo tipo de pruebas, Twitter se enciende por un par de barras y nos condiciona, nuevamente, a ser únicamente cifras en aumento.
Alicia en el País de las Pesadillas se estrena en los cines del país este 16 de mayo. Esta es una versión tenebrosa y retorcida de las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas que lleva al público por un viaje inolvidable hacia lo más profundo de la oscuridad.Después de la trágica pérdida de sus padres, Alicia se ve obligada a mudarse con su tía Beth Crimisy a Wonderland, la imponente mansión familiar. Sin embargo, lo que comienza como una aparente escapatoria se convierte rápidamente en una pesadilla surrealista, cuando Alicia comienza a presenciar eventos cada vez más perturbadores y a encontrarse con figuras misteriosas que la arrastran hacia un mundo habitado por criaturas terroríficas y pesadillas insondables.Alicia en el País de las Pesadillas es una apuesta del director británico Richard John Taylor, conocido por trabajos previos que exploran los rincones más oscuros de la psique humana. En esta ocasión, Taylor se sumerge en el clásico de Lewis Carroll para ofrecer una experiencia que desafía los límites de la imaginación y sumerge al espectador en un mundo paralelo lleno de pesadillas y criaturas terroríficas.Esta adaptación cinematográfica no solo rinde homenaje al legado literario de Carroll, sino que también se une a una creciente tendencia de reinterpretaciones oscuras de cuentos clásicos.En un mundo donde las fronteras entre la realidad y la fantasía se desdibujan, Alicia en el País de las Pesadillas ofrece una visión perturbadora y visceral de un clásico atemporal.Alicia en el país de las maravillas: inspiración para terror Esta no es la primera adaptación de Alicia en tono de terror. En 2010 se estrenó Alice in Murderland. En esta historia, Alice Lewis, de veinte años, cumple 21 y está molesta por ello. Sus hermanas quieren animarla y deciden celebrar una fiesta de cumpleaños con temática de Alicia en el país de las maravillas en casa de Charlene Glass. Alice sabe que en el sótano de esa casa, su madre, Ann Lewis, fue brutalmente asesinada a machetazos por un asesino enmascarado 20 años antes. Las niñas establecieron la regla de que no se permitirán teléfonos celulares ni niños.Alice or the Last Escapade se estrenó en 1977 y está vagamente inspirada en la novela.
La 'Bichota' terminó su gira por Sudamérica con un último show en Brasil, sin embargo, la cantante paisa no llenó en São Paulo. Karol G estuvo en el país carioca el pasado diez de mayo y tras lo ocurrido compartió un mensaje en sus redes sociales.Aunque Karol G se ha convertido en una de las artistas más importantes a nivel mundial, y un referente en su género, no logró cerrar esta fase del tour con la asistencia que esperaba. Luego de su concierto en Brasil la artista detrás de canciones como 'Amargura' y 'TQG' hizo una reflexión en su cuenta de Instagram.“Es increíble como un día podemos tener un show de 60 mil personas y al otro uno de 13 mil y sentirse igual de lindo, igual de grande, igual de especial. La vida me sigue enseñando que nunca estamos en la cima de nada … por eso es mejor recordar de dónde vienes que creerte mucho en donde estas y así poder empezar de cero en cada lugar que sea necesario. Siempre hay un nuevo reto, nuevos desafíos, nuevos sueños por cumplir", se puede leer en su post.Así mismo habló del recorrido que ha hecho desde hace varios años para lograr que su música suene en otros países: "Hace 5 años estuve haciendo promoción de mi música en este pais y entendí que tenía que ir por partes , paso a paso, enfocarme primero en unos países, después en otros y así poder llevar mi mensaje a mi ritmo, sin afán, con mi música, en mi esencia y en los tiempos de Dios.", agregó.Finalmente, agradeció a las personas que fueron a verla en Sao Pablo y al país que, en sus palabras, la recibió y la hizo sentir especial. Este show fue el primer concierto oficial de Karol G en Brasil y el último de la gira por Latinoamérica de 'Mañana Será Bonito Tour'.La cantante regresará a tierras cariocas en septiembre para presentarse en Rock in Rio, un de los festivales más importantes del país.**Si son fanáticos de la bichoca les recomendamos leer: Karol G y las referencias en 'MAÑANA SERÁ BONITO' (Bichota Season), su último álbum.
Laüra Bonsai y Felinna Vallejo conforman Las Ninyas del Corro, una de las formaciones más interesantes de la nueva escuela del rap español. Nuestro colaborador Santiago Cembrano las visitó en su barrio para hablar con ellas y contarnos la historia de su álbum, Bitches in Business. ***—Es como ver follar a tus padres.El sol se derrama con placidez sobre la Plaça de la Vila, en Sant Adrià de Besòs: la periferia de Barcelona. Son las 7 de la tarde de un viernes de abril. En las terrazas no cabe nadie y el saltarín infantil está lleno: las risas y los gritos de júbilo llenan el aire. Una mujer antigua esquiva el partido de fútbol improvisado que atraviesa la plaza y se sienta con su esposo, que la espera en un banco, bajo la sombra de un árbol robusto. Él pone su mano sobre la rodilla de ella y observan a los vecinos que pasan.Laüra Bonsai es de aquí, de Sant Adrià. La rapera de 28 años está en casa, pero, entre sorbos de Cola-Cola, narra una experiencia extraña:—Es como ver follar a tus padres. Así es conocer la industria musical por dentro: "¡Buah! ¿Qué estoy viendo? ¿Cómo funciona esto?" Por eso queríamos explicarles a los demás que estar donde estamos no es lo que parece.Felinna Vallejo tiene 25 años y es de Bon Pastor, un barrio aledaño que se conecta con Sant Adrià a través de un puente, uno como el que está en el logo de Las Ninyas del Corro, el grupo que ambas conforman. Se presentaron como guerreras de ceño fruncido con Onna Bugeisha en 2021 y así construyeron una habitación propia con los códigos noventeros. Giraron por conciertos y festivales de toda España y así conocieron de contratos y adelantos, horarios y rutinas, el negocio que se escondía tras el sueño de la música. Bitches in Business de Las Ninyas del CorroDe esa experiencia, Las Ninyas del Corro hicieron su segundo álbum, Bitches in Business, publicado en marzo de 2024. Tres años después de su debut, agrietan la solemnidad con la que entraron a la cancha. Ahora se ríen más, y cuando escucha a su compañera, Felinna ríe de nuevo:—Cuando empezamos éramos dos chavalillas, había que imponer respeto. Ahora lo tomamos de otra forma, nos hemos dado cuenta de que podemos vacilar. Nos hemos atrevido, sin miedo de explorar. Me he sentido mucho más libre para decir lo que me de la gana sin censurar nada.Y tan libre. A las baterías violentas que Esse Delgado, productor del grupo y del disco, dispone en 'Las Meninas' Felinna les añade un guiño burlón que rompe el corset estricto. Luego de celebrar que ya no la agobian los kilos de más ni algunos rastros de acné, hace lo que en el debut habría sido inimaginable: "Me suda todo el coño, ni la acabo", rapea de salida, con la misma seguridad que la de Sabrina Ionescu cuando asiste sin mirar. Es un gesto de chulería que sintetiza el cambio de atmósfera entre ambos discos.—Antes estábamos más enfadadas. Pero no estábamos enfadadas, sino que entrabas así o no había manera de entrar —me explica Laüra—. Ahora hemos soltado, le hemos quitado importancia a muchas cosas. Nos hemos relajado.Los primeros temas que hicieron con la intención de crear un nuevo álbum rondaron el drumless, pero pensaron que podía aburrir al público de sus conciertos.—Nosotros hacemos todo el tiempo lo que queremos, pero también hay que pensar en lo que funciona. Vivimos esa dualidad todo el rato —explica Felinna, y yo pienso que esas consideraciones son las que hacen parte de un negocio.Un camp para hacer música en Vallirana, en el bajo Llobregat, las desconectó de las distracciones de la ciudad y puso los cimientos de lo que venía. Les gustó tanto el formato que lo repitieron en Tarragona y, luego, en Castellón, en el verano de 2023. Esse Delgado también ama el drumless; Sunday Truce, su colaboración con el madrileño Franco Carter, se sintoniza con texturas góspel y soul que se repiten sin prisa. Sin embargo, Bitches in Business, además del boom bap con el que empezaron, es hogar del repiqueteo de hi-hats y la energía ágil del trap, trap&B y sonidos que conversan con referentes contemporáneos como Kendrick Lamar, Tyler, The Creator, Pusha T, Travis Scott y Beyoncé. También caben el canto y los coros pegadizos, como en “Nasty Girl”, una canción que les enseñó que podían expresar su mensaje sin dejar de divertirse, sin quitarle naturalidad al proceso y el resultado.—Que tu madre te diga que le mola un tema tuyo, como 'Punto de partida', muestra que con los temas más melódicos Bitches in Busines ha podido llegar a más gente. Nuestros amigos lo están escuchando porque les gusta, y no porque somos sus amigas, como en Onna Bugeisha: eso mola —sentencia Laüra—. Incluso a nosotras un disco entero de boom bap nos aburre.***Bitches in Business de giraLas bocas se abren hacia lo alto en la primera fila de la Sala Apolo, y Felinna las bendice con un chorro de ron para que la fiesta siga. Es el 11 de mayo: inicio de la gira de Bitches in Business. Cientos de personas saltan y saltan y saltan y saltan con 'The Wave', un corte electrónico, impetuoso, y las sílabas se deslizan con habilidad de la boca de Laüra al micrófono. Quizás como resultado de conocer la industria por dentro, Laüra juega a la defensiva en varios momentos de Bitches in Business, como si se anticipara al rechazo de una escena que les recriminaría el nuevo estilo, que eran mejores antes.—Pensábamos que la gente del rap nos iba a odiar. Con el primero nadie te conoce, eres nueva. Toda la gente siempre nos ha dicho que el segundo disco es el más difícil. Era como Buah, este disco puede pasar desapercibido. Eso lo primero. Y lo segundo es que siempre te van a decir que molabas más antes: me pasó con Natos y Waor, los escuchaba antes. Pero es verdad que predijimos eso y no ha sido así. A la gente le ha gustado más de lo que pensábamos —me explica Laüra en Sant Adrià.Las Ninyas del Corro avanzan por caminos que C. Tangana, Recycled J y demás artistas que oxigenaron el rap español ayudaron a pavimentar. Del primero Laüra dice que es como un héroe, al infiltrar el pop para luego diversificarlo más allá de Alejandro Sanz y compañía. Desde Rosalía hasta Dellafuente, insiste, en el espectro de lo urbano están las claves de lo más interesante de la música en España. Por otro lado, Recycled era tildado de “maricón”, recuerda ella, por sus melodías y sus sentimientos: era un blandito, y por eso fue decisivo para que el paradigma cambiara y se abriera.De reivindicar lo más puro que salió de una Nueva York gélida a finales del siglo XX, Las Ninyas del Corro pasaron a celebrar a los que retaron, expandieron y reinterpretaron esa herencia en España. Bitches in Business es un álbum que dialoga con todas las posibilidades que han surgido en la última década, así como con sus artífices. Pero. Hay un gran pero.—Por suerte, tú preguntas por raperas de España y nuestro nombre se va a decir. Eso para nosotras es mucho, pero sigue faltando mucho, también. El caso de las mujeres siempre es más exigente y difícil —me dice Laüra, con voz cansada—. Todavía no es suficiente.—Solo hay pibes, yo estoy hasta el coño —la secunda Felinna, y lo repite, esta vez con mayor énfasis en cada palabra, masticando cada una, para que quede claro—. Solo. Hay. Pibes. Madre mía.Las Ninyas del Corro en la sala ApoloLa sala Apolo está llena, agitada. Laüra propone que, como no las invitan a nada, que las lleven a dirigir una sesión de cardio. Sigue cayendo ron como agua bendita, y ya no sé si es sudor esa humedad en la cara de una mujer que canta cada tema como si la hubiera escrito ella. Casi la mitad somos hombres, casi todos con la mano arriba con cada barra. Las Ninyas se refieren al público como “vosotras” y celebran lo guapas que están todas hoy. El punto de vista cambia y las mujeres, que suelen corear versos de manes para manes, quedan en el centro. La diferencia se nota. En el escenario, Laüra y Felinna no solo rapean con precisión y temple, sino que despliegan coreografías, codo a codo con dos bailarinas, que elevan cada tema. El punto de vista cambia, insisto, y yo lo agradezco tanto. Una bebé se eleva en los hombros de su padre y toda la sala le canta el feliz cumpleaños a la mamá de Felinna. Barbas salpimentadas conviven con la juventud. No cabe nadie más acá. Y cuando llega el momento de “Bagaje”, un break amenazante, Laüra cambia de óptica. Pasa a las barreras generacionales: "La vieja escuela desconsidera a la nueva, la nueva desprestigia a la nueva, qué pena".—Aprendimos mucho trabajando con LaBlackie. Ella vino, escribió y se tiró la letra de golpe. Envidio esa frescura —me había dicho Laüra esa vez en su barrio.Hay que ser exigente, pero también tener el coño de decir "Me gusta como queda y así lo tiro, porque me da igual". Eso es muy difícil que nos pase. Entonces sí, es una pena que los de antes no valoren a los nuevos, porque tienen mucho qué aprender de ellos.La canción se llama 'Deena, Snooki & Jwoww', un corrientazo que me estremece entero. Laüra y Felinna rapean juntas la estrofa de LaBlackie. El final, lo saben todas las presentes, va a estallar, y abren un círculo que se funde en una masa de carne y huesos: frenesí.—Rosalía no cantaría lo que canta si no hubiera estudiado el flamenco. Para transformarlo lo ha respetado. Se trata de respetar no solo a los que había antes que tú, sino a la música que estás haciendo —continúa el ensayo de Laüra—. Por eso también me apena que los nuevos no valoren a los que estaban. Estar informado es básico. No digo que el que está empezando tenga que saber todo, pero yo sí valoro que alguien investigue. Por eso me he sentido muy orgullosa y privilegiada cuando Elio Toffana nos invitó a su disco. La Laüra de hace diez años habría matado por una colabo con él, con Kase.O, con el Tote, con la Mala. Y ahora, cuando todo parece más fácil, sin importancia, agradezco que pase. Por respeto a mi historia y a mi trayectoria, ¿cómo no lo voy a hacer?—¡Y qué colabo! —tercia Felinna—. Yo lloré cuando el Elio nos la pasó, ya terminada. También es un tema de identidad, de sentirte dentro de la movida. Los que nos sentimos como parte del rap sentimos que es necesario entender de dónde viene.Otra forma de ver Bitches in Business: hay pesos muertos que no hay que cargar más en la mochila, y compromisos que estructuran lo que se ha hecho y lo que viene. El álbum se trata de identificar cuál es cuál.***Las Nunyas del Corro desde el barrio obreroLa pizzería, en una esquina de la Plaça de la Vila, se llama La Font. La mesera saluda a Laüra con confianza y la rapera le responde que quizás este verano deba pedir trabajo ahí, para ajustar las cuentas, llegar a fin de mes. La mesera, sonriente, le responde que qué va, que ella va a ser muy grande y me pregunta si estoy de acuerdo. Yo le digo que sí, que por eso estoy ahí. Laüra no está tan segura.—Joder, es que parece que es un momento guay para mí, pero a veces no me siento así —confiesa."Lo bueno de vivir en San Roque es que nadie roba en San Roque", rapea Laüra en 'Tridente dorado' sobre el barrio de Badalona en el que vive desde hace unos años, a un par de kilómetros de Sant Adría: uno de los más calientes de Cataluña, según titulares alarmistas de medios apocalípticos. Las Ninyas del Corro rapean desde el margen y muestran el revés de una Barcelona que opera como un parque temático de sí misma para los miles de turistas que llegan cada día. La conciencia de clase, una de las banderas que ondearon en Onna Bugeisha, sigue intacta. Se manifiesta, por ejemplo, cuando Laüra rapea, en 'Las Meninas', que en Barcelona o heredas o te las apañas. Ok, el turismo trae riqueza: ¿pero para quién?—No hemos crecido en Barcelona, sino en los barrios obreros que rodean a Barcelona —afirma Felinna.Este margen es tan geográfico como simbólico. En 'Las Meninas' Felinna se aleja tanto del lujo del barrio de Pedralbes como del centro de Barcelona donde solo hay guiris (turistas blancos) con axilas malolientes y pijos vestidos de Nude Project. Y una de las bombas llega cuando dice esto: La catalanidad de Las Ninyas del Corro es otro de los puntos de tensión: si a ella no la reconocen como catalana, me explica Felinna, pues que se jodan: ella tampoco lo llamará pan tumaca, sino pan con tomate. Laüra, por otra parte, reconoce reflejos de su caso en la historia reciente: cuando le dieron el premio Sant Jordi a Estopa, algunos catalanes protestaron porque cantaban en castellano.—Me da rabia ese elitismo, esa línea entre la burguesía y los catalanes de a pie —continúa Felinna—. Hacemos música en castellano, y por eso parece que no somos referentes en Cataluña. Pero somos raperas catalanas.—Se nota mucho el clasismo de la burguesía catalana —insiste Laüra—. Acá nosotras somos purria, escoria, como lo fueron hace tiempo los andaluces que venían aquí y supuestamente les quitaban el trabajo a los catalanes. Nuestras familias vienen de allí. Acá solo importa lo moderno, lo guay, lo fashion. Pero en este conflicto con la cultura, con la lengua, pueden existir distintas identidades además de la que se espera.El título de Bitches in Business salió en la recta final del proceso. Empezaron con una espíritu más tremendista, color azul oscuro, que plasmara su angustia. Al final eligieron un camino para sublimarla, hacerla divertida. El título es un guiño sarcástico a todo lo que han conseguido, a lo que aspiran, a todo lo que les falta y a cómo estas tres dimensiones se confunden. Un guiño que nos dice, ya lo decía Laüra, que las cosas no son lo que parecen.Felinna llegó a la entrevista luego de su primer día en un nuevo trabajo. Es temporal, me explica, para ajustar algunos números. Y Laüra, que rapea sobre cómo devuelve los trajes de diseñador que compra para un solo uso, me muestra sus manos. Sus dedos tienen marcas de pegante: esa mañana tuvo que pegar la etiqueta de un vestido para poder devolverlo.—Gitaneo, es lo que hay —admite.En ese banco de la otra esquina de la plaza todavía están él y ella, recostados en el amor silencioso y seguro que se sedimenta como la arena que cae al fondo del reloj de cristal. Antes de que nos levantemos y caminemos, yo hacia el metro —hacia el centro— y ellas hacia sus casas, acá cerca, Felinna reseña su propio álbum.—Eso es ser bitches in business —dice, entre risas—. Se trata de buscarse la vida.***¿Quieren leer más sobre rap en Español? En el camerino con Ill Pekeño y Ergo Pro