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Te amo, ahora muere: ¿a quién culpamos de la depresión?

En el catálogo de HBO Max hay un perturbador documental titulado I Love You, Now Die: The Commonwealth V. Michelle Carter, dirigido por Erin Lee Carr. Es la historia de un juicio que nos enseña cómo desviar la atención en los casos de depresión.

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'Love you, now die', documental
// HBO Max

HBO Max tiene en su catálogo un perturbador documental titulado I Love You, Now Die: The Commonwealth V. Michelle Carter, dirigido por Erin Lee Carr. Es la historia de un juicio que nos enseña cómo desviar la atención en los casos de depresión.

Por Andrés Álvarez

El documental I Love You, Now Die: The Commonwealth V. Michelle Carter (Te amo, ahora muere) cuenta la historia de una pareja de adolescentes: Michelle Carter, de 17 años, y Conrad Roy, de 18. Después de conocerse en unas vacaciones en 2012 mantuvieron una relación de “novios” en la que solo se vieron un par de veces.

A pesar de la distancia, los jóvenes intercambiaron miles de mensajes de texto. Entre ellos los habituales saludos, chistes, expresiones de afecto y hasta insultos, pero también insinuaciones suicidas (por parte de Conrad), sus alucinaciones, sus visiones “demoniacas” (tanto Michelle como Conrad afirmaban ver y escuchar al diablo en las noches) y, también, mensajes de Michelle Carter en los que “alentaba” a Conrad a quitarse la vida.

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El documental, desde luego, no se trata de la relación a distancia, sino que sigue el juicio contra Michelle Carter, acusada de “homicidio involuntario” por incitar a Conrad a suicidarse a través de mensajes de texto.

¿Puede un adolescente ser responsable del suicidio de otro por tener conversaciones?

¿Es Michelle Carter culpable? Lo único de lo que podemos estar seguros es que ambos adolescentes estaban fuertemente afectados y perturbados. Los dos manifestaban íntimamente, el uno con el otro, una especie de “tristeza secreta” y una sensación constante de que “algo más les hacía falta”.

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¿Qué les hacía falta?
Ese es el enigma que hace que el caso de Michelle Carter quede abierto, pues, claramente, es una pregunta que no pudo ser decodificada por la policía luego de “escarbar” en los mensajes de texto que se compartían.

Lo único que descubrieron fue un conjunto de piezas puestas de manera irregular para culpar a Michelle (fue ella, con sus mensajes, quien causó el suicidio de Conrad) y ocultar una serie de verdades mucho más profundas: la superficialidad e insustancialidad con la que la sociedad contemporánea maneja los problemas de salud mental; la privatización de la depresión, la ansiedad y la bipolaridad; y, por último, la individualización y responsabilización de un hecho social en el cuerpo de un individuo, Michelle Carter.

La acusación contra Michelle por el suicidio de Conrad es desesperadamente confusa. Más allá de los mensajes que supuestamente incitaron al suicidio del joven, lo que vemos es un intento de convencer a la audiencia —y al juez del caso— de que ella fue quien llevó a su novio a acabar con su vida.

¿Quién más sino ella? “¡Ella lo hizo!” “¡Sus mensajes llevaron a Conrad a terminar con su ominosa vida!”

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Es un relato judicial común. Lo que está detrás de él es un modelo jurídico que descarta cualquier posibilidad de responsabilizar a los sistemas sociales de las enfermedades y los malestares mentales que sufren los individuos. Y, por el contrario, se afana por endosar la responsabilidad a un solo individuo.

El filósofo francés Michel Foucault mostraba en su libro la Verdad y las formas jurídicas cómo las prácticas judiciales son un juego en el que se arbitran y juzgan los daños y se reparten las responsabilidades de los errores que comenten las personas (y no los sistemas).

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No obstante, las “formas de verdad” que se manifiestan en el caso de Michelle se definen por la indagación (para saber quién hizo qué cosa, en qué condiciones y en qué momento) y por el examen —formas de análisis que ya no son indagación, sino de control del comportamiento de los individuos por medio de la psicología, la psiquiatría y otras ciencias humanas que explican su actuar —.

El documental expone el dolor y el sufrimiento que vivió y, sobre todo, expresó Conrad antes de quitarse la vida.

Sin embargo, y más importante aún, también nos lleva por esas fantasías románticas que se manifestaban en las conversaciones de los jóvenes a través de referencias de programas de televisión, películas y la música.

Este es un fragmento de conversación.

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Carter:

I love you so much (Te quiero mucho)

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Michelle:

I love you forever (Te quiero por siempre)

Conrad:

I’m in the worst pain right now, it’s like unbearable (Tengo el peor dolor en este momento, es insoportable)

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Michelle:

I think it’s time to do it now then / It’s okay to be scared and it’s normal /I mean you’re about to die (Creo que es hora de hacerlo entonces / Está bien tener miedo y es normal / Quiero decir, estás a punto de morir)

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Conrad:

I wish you could be with me holding my hand through it (Quisiera que estuvieras conmigo agarrada de mi mano)

Michelle:

I’d hold your hand and cry with you and tell you how much I love you (Agarro tu mano y lloro y te digo cuanto te quiero)

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Carter:

We should be like Romeo and Juliet at the end (Seríamos como Romeo y Julieta al final)

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Michelle:

Haha I’d love to be your Juliet :) (Jaja amaría ser tu Julieta)

Conrad:

I’m scared babe / I want to die (Estoy asustado, quiero morir)

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Esta es, quizá, una de las conversaciones más interesantes del documental, ya que permite entender lo que asedia y persigue tanto a Conrad como a Michelle: la saturación social y el colapso mental del individuo causado una cultura que constantemente traza el horizonte de la imaginación, la esperanza, los deseos y los sueños de los individuos.

La historia de este caso me hizo recordar el libro de Junot Díaz, La maravillosa vida breve de Óscar Wao. Allí narra la historia de un adolescente dominicano (Óscar) que vive con su madre y su hermana mayor en un “gueto” de New Jersey, Estados Unidos.

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Óscar es un joven negro, nerd, obeso, torpe, tímido e inseguro que escribe y sueña con convertirse en el Tolkien dominicano y encontrar el amor de su vida. Sueños nada fáciles de alcanzar para un chico como Óscar que, además, tiene un fukú, una maldición que persigue a todos los miembros de su familia desde varias generaciones, desatando sobre estos trágicos accidentes, problemas con la ley, pero, sobre todo, condenándolos al desamor.

El paralelo entre las historias de I Love You, Now Die: The Commonwealth V. Michelle Carter y La maravillosa vida breve de Óscar Wao radica en algo mucho más profundo: a las personas, como a Óscar Wao, Conrad y Michelle, los problemas sociales, nacionales y colectivos los golpean hasta producir una serie de crisis personales, pero una vez estos producen esas “anomalías temporales” como la depresión y la ansiedad en las personas, las instituciones las presentan como historias individuales, casos aislados, casos producto de “un caos químico en la mente de los individuos.

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