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Vuelve El Presidente: más historias de corrupción en el fútbol en clave Scorsese

Justo en medio de una atropellada Copa América, Amazon Prime Video anunció el regreso de la serie con Andrés Parra que ficciona los torcidos de la FIFA y la Conmebol. Volverá en una segunda temporada que promete muchísimas más risas y, claro, muchísimos más torcidos.

Serie El Presidente Amazon Prime Video
Serie El Presidente de Amazon Prime Video - Temporada 2. Al frente del elenco se encuentra el actor portugués Albano Jerónimo, junto con Eduardo Moscovis y Maria Fernanda Cândido. Además del actor colombiano, Andrés Parra.
// Amazon Prime Video

Si el Covid desatado y la brutalidad del ESMAD durante el paro nacional no les ha impedido engancharse con las eliminatorias, la Copa América y la Euro, seguro les complacerá el regreso de El Presidente.

Por Álvaro Castellanos | @alvaro_caste

El Presidente, hit de Amazon Prime, que ya tuvo como narrador al fantasma de Julio Grondona ascendido a un Vito Corleone bonachón, regresará ahora en la voz del mismísimo Joao Havelange, aquel milenario dirigente brasileño de moral chueca que convirtió al fútbol en la orgía de dinero más pornográfica de la historia.

La primera temporada de El Presidente nos hace sentir cómplices del chancuco que secuestró al fútbol para siempre. Cómplices pasivos, pero cómplices al fin y al cabo. Y está bien, porque de alguna forma lo somos. Julio Grondona, segundo al mando de la FIFA y jefe del fútbol suramericano por más de cuarenta años, nos lo restriega en la cara con argumentos de peso.

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Este viejo zorro de prácticas non-sanctas sobrevivió a una Guerra Mundial, tres Papas, quince presidentes de su país y, probablemente oliendo lo que se le venía encima, murió en julio de 2014, justo después de que Argentina perdiera con Alemania la final del Mundial, y justo antes del FIFA-Gate, show cinematográfico que montó el FBI para presionar la caída de Joseph Blatter de la cima de la FIFA y empapelar a 26 de las mayores vacas sagradas al mando del deporte que nos hace la vida un poco menos infeliz.

Ves un corrupto del fútbol aparecer en primera plana y vos sos el primero en decir: ¡a estos viejos chorros hay que meterlos presos! Pero, ¿quién te organiza la mentira? ¿Quién te hace creer que esos son tus jugadores? ¿Que esa es tu camiseta? ¿Quién te vende tanta alegría a un precio justo? Pagás por la camiseta de tu país y así, sin darte cuenta, te casaste con un sueño en el que nosotros somos los padrinos de tu boda. La corrupción es una mentira de equipo. Nosotros mentimos bien y vos te hacés el boludo. Porque las mentiras nos gustan. La verdad es sucia, torpe, monótona y pobre. Y donde ustedes ven un corrupto, nosotros vemos un emprendedor.

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Don Julio parece salido de una película de Martin Scorsese o Guy Ritchie. Su narración dispara aforismos infinitos disfrazados de verdades. El patrón del fútbol de esta parte del mundo se encarga de contar una historia basada en hechos reales, que se ficciona tanto como sea necesario para hacer divertidas las reuniones entre unos directivos mal trajeados con barrigas templadas y muchísimo poder.

Levantando la mano, votando democráticamente, desde su cuartel paraguayo con inmunidad diplomática, estos viejos se empacan miles de millones de dólares gracias al fútbol, pero, sobre todo, como producto de sobornos, lavado de activos y evasión de impuestos, mientras descubren los monstruosos alcances de su nueva modalidad de negocio, cuando adjudiquen una nueva empresa los derechos de TV para transmitir las próximas competiciones continentales. Todo esto, mientras la pelota rueda.

El Presidente es una suma infinita de momentos memorables. En medio de este astuto manejo de caracterizar a Grondona como un capo de la ilegalidad, elemento que no dista demasiado de lo real, una de las escenas más cuidadas de la serie nos lleva a la mansión de Joao Havelange en Brasil. Un country súper opulento, donde el precursor de Grondona pone un revólver en la frente del protagonista para persuadirlo a no volverse informante de los gringos.

Esto no ocurrió en la vida real, vale aclararlo, pero refuerza la esencia de un Casino, un Goodfellas, un Los Soprano, que El Presidente nos vende con eficacia. La amenaza de Avelange llegará demasiado tarde, eso sí, porque para ese momento Jorge Jadue, representante de Chile ante la Conmebol, ya se encuentra enterrado hasta el cuello como soplón activo del FBI.

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Una historia divertidísima

La clave El Presidente, más allá de abordar una temática como el fútbol que en sí misma es exitosa, son los cerebros del proyecto. Empezando por el argentino Armando Bó, que colaboró con Alejandro González Iñárritu en obras tan definitivas como Birdman, ganadora del Oscar a Mejor Película en 2015.

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"La FIFA es una entidad sin fines de lucro. La Conmebol es una especie de Vaticano. Encontré una infinidad de delirios, que en cierto punto me acercaban más a una parodia. Entonces dice, claro, esto tiene que ser una parodia sobre el exceso de poder y de dinero, y que el tono sea más una sátira sobre los negocios del fútbol, sin dejar de criticar, de contar esta historia como lo que es, pero no a través de un escándalo de corrupción, sino contando todo como si fuera lo más normal del mundo", apuntó Bó en 2020 en una entrevista.

Bó creó y dirigió gran parte de la primera temporada y consiguió armar una historia divertidísima, centrada en Jadue, un presidente de poca monta de un club chico llamado Unión La Calera, que fue empujado por los verdaderos patrones del fútbol chileno para gobernar y hacer billete a través de él. Tan parecido al Gobierno de un país por ahí, ¿no?

La serie lleva un ritmo imparable, un certero tono noir y una estructura narrativa en forma de espiral, con falsos finales, que avanza y regresa en el tiempo con mucha audacia. La parodia, la sátira, que plantea Armando Bó está presente todo el tiempo, pero no le quita verosimilitud a la historia de fondo, que habla del ascenso de Jadue hasta convertirse en integrante activo de las corruptelas de la FIFA durante la primera mitad de la década pasada.

No cabe duda de que hablar con un acento chileno convincente debe ser más difícil que personificar a Hugo Chávez o Pablo Escobar. Por eso el mérito de Andrés Parra encarnando a Jadue es enorme.

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Jadue es un tipo simplón y tramposo de calvicie prematura que se comporta como una rata y aun así nos hace sentir solidaridad hacia él. Más que un villano, representa a un antihéroe, a una víctima de las circunstancias que aterriza en un sistema corrupto del que es imposible escapar cuando se está adentro.

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Algo que ayuda a tender la compasión hacia el personaje de Parra, es que todos sus pares son peores. Chiriboga, Figueredo, Napout, Esquivel, Jinkis y, cómo no, Luis Bedoya, expresidente de la Federación colombiana de fútbol que, apenas se desató el FIFA-Gate, se entregó al FBI, pagó un millón de dólares de fianza, actualmente lleva seis años en Nueva York repitiendo almuerzo todos los días y, en pleno 2021, su sentencia ha sido aplazada sospechosamente unas diez veces.

Lo más característico del Luis Bedoya de la serie, interpretado por el chileno Luis Gnecco, es su hiperbolización de un acento como del eje cafetero, que se arrastra mucho más de la cuenta al terminar las oraciones. Un acento que llega a ser tan divertido, que poco importa que resulte impostado.

El fútbol como pretexto

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El fútbol en El Presidente es al final un pretexto para contar una historia de policías y ladrones con momentos para destornillarse de la risa, durante el Mundial de Brasil 2014 y la Copa América de 2015, donde Chile sale campeón con Jadue en la cima de su gestión, mientras anda con un micrófono instalado en un llaverito con forma de balón y su esposa se quiere divorciar de él.

La serie incluye a una detective encubierta del FBI que se infiltra en el caso como mesera sexy del hotel de la Conmebol. Ella es un personaje de ficción, igual que muchos otros, incluido un lavaperros de origen palestino que le ayuda a Jadue con sus movidas mafiosas.

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La que sí existe en la vida real es la esposa de Jadue, María Inés Facuse, interpretada por la mexicana Paulina Gaitán y que, en una medida considerable, también se roba el show. En contraste, si algo le faltara a esta serie, sería probablemente algún contexto que conecte con la época de la dictadura chilena, piedra angular de la historia de este país, y que en El Presidente no se menciona ni por los laditos.

Lo que se sabe de El Presidente, temporada 2

Con el ambiente futbolero a tope, mientras Yerry Mina sube hasta en sus sueños a cabecear cualquier centro elevado durante la Copa América, Amazon Prime nos anuncia el regreso de El Presidente, que en su segunda temporada llevará el título de El juego de la corrupción, y que actualmente se encuentra en período de producción en Uruguay. Ya que los equipos ganadores no se cambian, Armando Bó repite como director creativo y Andrés Parra como protagonista.

Se sabe que tendrá ocho episodios, igual que la primera parte, y que será narrada por Joao Havelange, de breves apariciones durante la temporada inicial.

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La historia echará atrás en el tiempo para hablar del origen y el posicionamiento de la FIFA como institución comercial y política, y anticipa la aparición de jugadores emblemáticos para la historia del fútbol, luego de que en la primera temporada apareciera Arturo Vidal con algún nivel de trascendencia, chocando su Ferrari durante la Copa América 2015 y besuqueándose con la esposa de Jadue. Algo que en realidad no sucedió, pero que en la serie aparece porque, como dice Don Julio: "la mentira nos gusta y la verdad es monótona".

La frase de cabecera de Grondona, el mantra que menciona incesantemente durante la primera temporada, se remite a dos palabras. "Todo pasa". "La gente muere, el fútbol sigue", reza el fallecido patrón del fútbol suramericano apenas comienza la serie con una escena de su entierro.

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Y es que detrás de las risas y la tensión policial, de eso se trata también El Presidente. De hacernos entender que, así como aquel humilde ferretero argentino llegó a mover los hilos del negocio del fútbol, un día murió, el fútbol no se acabó y otros corruptos, más o menos astutos, irán ocupando su lugar. Porque en este negocio que exprime a una las pasiones favoritas de los mortales, nadie es imprescindible. Porque los jugadores, los entrenadores, las marcas, los sponsors, los contratos de derechos de televisión, los 4.000 obreros que llegarán a morir en las obras de los estadios de Qatar cuando el Mundial de 2022 empiece, ustedes y yo, algún día no estaremos más. Y la pelota seguirá rodando.

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