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Sí, nuestros personajes favoritos son racistas y está bien reconocerlo

Seguiremos siendo fans de Apu y de Los Simpson.

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¿Apu Nahasapeemapetilon, dueño del Kwik-E-Mart, esposo de Manjula y padre de 8 hijos es racista? El debate se abriógracias al comediante Hari Kondabolu, realizador del documental El problema con Apu.  

El acento exagerado de Apu, creado por el actor Hank Azaria, le trajo a Kondabolu bullying en el colegio. Igualmente, marcó a toda una generación de actores indios a quienes solo consideraban para papeles de taxista o dueños de supermercado, según cuenta el documental. 

Los hallazgos de racismo en nuestras series favoritas no son nuevos. ¿Recuerdan que (coincidencialmente) en los Power Rangers el personaje negro tenía un traje negro y la asiática un traje amarilllo? ¿o los clichés de los mexicanos, japoneses y nativos americanos de los Looney Tunes?

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Friends, una de nuestras comedias más queridas, también fue acusada de racismo, por los pocos actores afro que tuvo. Muchos también tildaron a la serie de homofóbica (por los comentarios sobre la ex de Ross, Carol), y transfóbica (por las burlas al papá de Chandler).

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Estas críticas nos han ayudado a darnos cuenta de lo normalizado que tenemos el racismo y el sexismo. Si de niños nos reímos con Pepe Le Pew (un francés que huele mal, otro estereotipo) y ahora nos parece que reúne todos los elementos de un acosador, no es porque los millennials seamos unos llorones y todo nos ofenda, sino porque nuestra percepción sobre la interacción con el otro sexo ha cambiado radicalmente.

Piense en los chistes que escuchaba cuando era niño. “¿En qué se diferencian un camión lleno de hombres a un camión lleno de cerdos? En la placa”, o “¿Por qué las mujeres no han llegado a la luna? Porque no han terminado de barrer la tierra”. ¿Le siguen dando risa (si es que alguna vez lo hicieron)? Seguramente no. Lo que nos parece chistoso cambia con el tiempo: es un indicador de nuestras creencias y juicios.  

A menudo decimos que queremos comedia punzante y transgresora. Sin embargo, cuando una serie como Los Simpson nos permite hacer una reflexión seria sobre la representación de los inmigrantes, muchos saltan a decir cosas como “ahora se ofenden por todo” o “no se puede hacer ni un chiste”.

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La “corrección política”, ese odioso término inventado por la extrema derecha para escudar el machismo y racismo en el discurso, no perjudica al humor. Al contrario: visibiliza múltiples opiniones, e impulsa a quienes se dedican a hacer reír a no quedarse en el camino del chiste fácil, sino a indagar más sobre qué es lo que nos causa gracia en estos momentos en los que queremos un mundo más incluyente.

¿Esto quiere decir que debemos censurar a quienes dicen cosas con las que no estamos de acuerdo o dejar de ver cosas que nos gusten? No. Que ahora encontremos racistas o machistas a algunos personajes no habla mal de las películas o series (después de todo, son inevitablemente producto de su momento histórico). Habla bien de nuestra capacidad para superar prejuicios y paradigmas.  

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Seguiremos viendo Los Simpson y otras series acusadas de racismo y machismo (aunque eso sí, de Los Simpson las primeras 9 temporadas). Porque reflexionar sobre el contenido no es censurar. En palabras de Anita Sarkeesian, “Es posible, incluso necesario, disfrutar de lo mediático y al mismo tiempo ser críticos a sus aspectos más problemáticos”.

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