Un hombre sale al escenario con su cara pintada de negro de manera desprolija. Sobre sus labios, delineada, hay una capa de pintura, haciéndolos parecer más grandes y protuberantes. Su aspecto hace al público estallar en risas y aplausos. Es evidente que no es un hombre negro, sino que “actúa” ser uno. Abre su boca y comienza a hablar. No hay nada particularmente cómico en lo que dice. Lo cómico es cómo lo dice: habla con "acento de negro” y eso, para el público, ya es en sí muy gracioso. Todos ríen. Todos menos la gente negra en el público, que se ve confundida y avergonzada. Su sola existencia ha sido convertida en una payasada cómica para el disfrute de gente blanca. Eso es el blackface.
Por Carolina Benitez Mendoza
Esta experiencia la tuve en un espectáculo de comedia cuando era niña, y ha sido la experiencia de personas negras alrededor del mundo al toparse con espectáculos de Minstrel o Blackface, un género de comedia racista en la que una persona que no es negra se disfraza y se presenta como una persona negra con facciones y manierismos exagerados, como si la misma existencia de la negritud fuera un chiste, para el disfrute de gente blanca.
El blackface es una representación racista de personas esclavizadas se rastrea a 1830, cuando el actor Thomas Dartmouth de Nueva York viajó al sur y se inspiró en las personas esclavizadas para crear a su famoso personaje “Jim Crow”, una representación de un esclavo negro perezoso, bebedor, gracioso y encantador, cuya popularidad fue tan grande que apareció en la película Dumbo de 1941 como un cuervo (Su nombre se cambió a Dandy Crow para evitar la controversia).
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Este género de teatro racializado encontró eterna popularidad con sus bailes cómicos y acentos exagerados: la costumbre sobrevivió a la emancipación de las personas esclavizadas, varios movimientos por los derechos civiles, e incluso la supuesta era post-racial.
El pico de su popularidad llegó con Al Jolson en los años 20 en Estados Unidos, cuando el apodado “rey del Blackface” protagonizó la película El Cantante de Jazz, en la que un cantante blanco fracasado es sólo aceptado por su familia como músico cuando hace blackface y canta Jazz.
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Al Jolson popularizó el blackface explícito pero también el blackface implícito: la apropiación sistemática de música tradicionalmente negra en la industria de la música para el disfrute del público blanco. Elvis, por ejemplo, es famoso por haber robado bailes y música de cantantes negros para coronarse el “Rey del Rock”. Y así ha pasado con muchos artistas y géneros musicales a lo largo de la historia (basta con recordar cómo los grupos de pop blancos hicieron casi desaparecer del mapa a Boyz II Men, por ejemplo).
En sus inicios, el blackface se encontraba en eventos de familias blancas ricas, normalmente en bodas o aniversarios, en los que un miembro de la fiesta servía de número musical, aplicándose betún u otra base negra en toda la cara, utilizando labial para engrandecer sus labios, y hablando con un acento exagerado.
En el tercer episodio de la tercera temporada de Mad Men , una serie ambientada en los 60 , se puede ver al personaje Roger Sterling (gerente de una firma de publicidad) en blackface presentándose a familiares y amigos en una fiesta, cantando la canción My Old Kentucky Home para su esposa, quien está encantada.
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En esa chocante escena todos los asistentes ríen y aplauden, a excepción de dos, que se sienten incómodos y deciden irse.
La negritud como disfraz
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La negritud como disfraz está arraigada a la industria del entretenimiento. Tanto es así, que muchos no ven el problema cuando programas de imitación como “Tu cara me suena” muestran shows de blackface públicamente, cuando comediantes se pintan con betún al mejor estilo de la era Jim Crow y se burlan del acento de la población afrodescendiente o cuando artistas musicales deciden “anegrarse” para sacar sus canciones de hip hop (este último conocido como Blackfishing, la versión más moderna del blackface).
Dejemos claro el inconveniente entonces: el blackface es racismo. Implica el uso de nuestra raza, que carga encima una lucha histórica y una opresión de 400 años, como un disfraz para divertir a un público al que no le importamos.
Es la concepción distorsionada la negritud. Es ver/consumir a las personas negras como un chiste, un entretenimiento. Es ver la piel por la que nos vienen matando por siglos como un maquillaje más. Es una burla a nuestros ancestros cimarrones que tuvieron que luchar para ser negros en paz.
Estamos esperando el día en el que cuando una persona salga a un escenario cubierta de betún, burlándose de quienes somos, no la reciban con aplausos y risas, sino con abucheos.
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