Ya hemos aprendido que hay épocas doradas que desbordan gloria gracias a la masiva aceptación de las personas en todo el mundo por ciertas actividades que llevan a consolidar gustos en común y, en consecuencia, la construcción de un estilo de vida. Cuando hablamos de “cultura geek”, estas actividades van desde videojuegos, moda, cómics, juegos de rol, anime, series y películas, las cuales han edificado con el tiempo una cultura que, gracias la industria del entretenimiento, ha explotado al máximo aquella pasión que empezó a formarse a mediados del siglo XX.
Por Nick Martínez / @NickXtatic | Fotografías: Natalia Pedraza Bravo / @PedrazaBravo
¿Cómo era consumir la cultura geek en el siglo XX?
¡Sí, era una dinámica totalmente diferente! A modo de resumen: las tiendas de cómics tenían cientos de espacios para agrupar los títulos más jugosos del momento como Los 4 Fantásticos (1961), Batman (1939), Superman (1938), Hombre Araña (1962), Capitán América (1941) y muchos otros personajes que tenían miles de historias por contar. Ilustrar no era nada barato, los artistas querían su momento y, por suerte, las compras eran desorbitantes. Entre 1940 y 1960 todos querían tener el último título. Es así como nace la “época dorada del cómic”. Pero no todo fue color de rosa pues esto comenzó a perder vigencia. Las personas ya no veían la compra del cómic como algo valioso, los artistas más importantes y veteranos empezaban a retirarse y un sindicato se estaba formando por la falta de calidad laboral.
Marvel Cómics, conocida antes como Timely Publications, se convirtió en una de las editoriales más importantes de cómics en Estados Unidos en los años 70. ¿Un nuevo respiro para la industria? Sí, pero aún faltaba algo. DC Cómics, la otra cara de la moneda, decidió unir fuerzas con la competencia y así nacieron los crossovers. Ya no era una fantasía ver a Batman luchar mano a mano con El Castigador, el Hombre Araña e incluso el Capitán América. Sin embargo no era suficiente para volver a esa época de gloria y aunque Marvel se mantenía en la cima, los grandes esfuerzos de DC traían resultados muy efímeros. Es así como Warner compró a DC en 1976 para suplir el pago de las deudas, así como en 1986 Marvel también pasó por un proceso de cambio de accionistas. Esto pasó a ser gusto de unos pocos una vez más.
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Para disfrutar los videojuegos, las grandes tiendas de arcade eran el lugar predilecto para los fanáticos de los 8-bits; moneda tras moneda se iba construyendo una industria imparable. No tomó mucho tiempo para que llegara una consola a los hogares en 1977 y cambiara el juego. La “era dorada de los videojuegos” entró en su más grande auge entre 1978 y 1983; según Tristan Donovan, uno de los expertos más grandes en esta rama, en su libro Replay, The History of Video Games (2010), “más de 500 millones de dólares anuales se recaudaban gracias a esta industria en progreso con un crecimiento del 5% cada año”. Esto llevó a que los desarrolladores aficionados de los grandes títulos como Super Mario Bros., Donkey Kong, Tennis, La Leyenda de Zelda, entre otros, trabajaran en los sótanos de sus casas creando nuevas y/o mejoradas versiones de aquellos juegos que ya estaban en el mercado. Se llegó a una sobresaturación de productos que no proponían algo novedoso y esta “era dorada” comenzó a llegar a su fin. Grandes productoras, como Atari, cerraron sus puertas.
Los juegos de rol seguían siendo un gusto exclusivo de unos pocos. El anime aún no cautivaba grandes poblaciones occidentales hasta que las series y películas tomaron el nuevo papel de difusión de lo que estos grandes mercados (los cómics y los videojuegos) habían dejado atrás. La animación se tomó las pantallas de los hogares y los cinemas del mundo. Por dar unos ejemplos rápidos: la serie animada de X-Men en 1992 fue un rotundo éxito y, en consecuencia, llegó en 1994 la del Hombre Araña. Por su parte Dragon Ball (1984), Súper Campeones (1981) y Los caballeros del Zodiaco (1986), rompieron las barreras occidente-oriente y cautivaron al público a nivel global.
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Así llegaron las adaptaciones de Hulk (1996), Hombres de Negro (1997), Los 4 Fantásticos (1994) y un nuevo aire para la cultura geek. ¿Lo malo? No había los suficientes recursos para mantenerlos al aire por mucho tiempo o, por lo menos, no para producir nuevas historias. Por esa razón se optó por adaptaciones fuera de la animación. Sin embargo la precariedad en tecnología cinematográfica y de creatividad en los guiones, hicieron de estas adaptaciones un intento a medias por recuperar la gloria.
Las personas ya no consumían de forma masiva la cultura geek. Todo quedó en un recuerdo y en el gusto de muy pocos individuos que lo mantuvieron vivo con convenciones y reuniones mensuales que no convocaban más de 100 personas. Fue así como las famosas convenciones que conocemos hoy en día se formaron: de una necesidad por recuperar un poco de historia. Y sí, aunque no fuese el objetivo principal, de paso se hacía algo de dinero en el proceso.
Llega el siglo XXI
A finales del siglo XX, llegó una nueva revolución de videojuegos y una nueva oleada de series animadas que reformaron la industria del entretenimiento. PlayStation llegó para quedarse con el estandarte de las consolas, las figuras de acción eran cada vez más exclusivas y las convenciones crecieron en la medida que proponían nuevos espacios de interacción con las personas. La mercadotecnia veía una oportunidad para llenarse los bolsillos y se consolidó una nueva forma de hacer dinero a costa de una cultura en renacimiento.
Llegó el nuevo milenio. Nuevas costumbres. Nuevas tecnologías. Las adaptaciones veían una nueva oportunidad. Los desarrolladores de animación seguían innovando en sus proyectos y las nuevas generaciones amantes de esta cultura se sintieron cautivadas por los productos que cada vez eran más elaborados.
Pero, aunque ya se estaba recuperando un público objetivo mucho más amplio, algunas cosas no superaban un “espectro de exclusividad”. Por ejemplo, no todos podían costear las figuras de acción que con el pasar de los años solo se hacían más caras. El matoneo a los nerds debido a la precaria tradición de superioridad que dejó el siglo XIX y XX seguía vigente. Ocultar los gustos por la cultura geek era “pan de cada día” y esto estancaba un renacimiento masivo de la cultura.
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¿Cuándo empezó el cambio?
Como ave fénix, la cultura geek renació de sus cenizas y esta vez llegó a más personas de las que nunca hubiese imaginado. La llegada e implementación de nuevas tecnologías ayudaron a esta resurrección. Aunque los videojuegos ya habían llegado a esta escala de aceptación global, aún faltaban varios aspectos para que la cultura geek fuese tomada en cuenta como se debe. Gracias a los avances del nuevo milenio, las grandes productoras de cine emprendieron de nuevo el camino de las adaptaciones, con bastantes dudas y negaciones… hasta que fueron testigos de los números que esto se hacía. ¿Eran las nuevas generaciones redescubriendo la pasión de sus antepasados? Muy seguramente sí.
Los grandes coleccionistas de cómics, figuras de acción, juegos de rol y videojuegos se dieron cuenta de la mina de oro que tenían en sus habitaciones. La industria del entretenimiento vio la oportunidad y le metió toda la fuerza a este renacimiento geek como lo conocemos hoy en día.
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¿Fue algo positivo? ¿Valió la pena “vender el alma al diablo” por ver de nuevo este gusto en boca de todo el mundo?
Sí y no. Es claro que se potenció una sociedad del consumo a costa de la cultura geek, pero no solo se trata de grandes sumas de dinero sino de demostrar que no está mal ser parte de esta cultura; que nadie es más o es menos si le apasionan los títulos más exóticos del anime; que está bien preferir pasar horas viendo sus series favoritas en la comodidad de su cama los viernes en la noche; o que está bien dedicar el 100% del tiempo libre aprendiendo el lenguaje klingon al mejor estilo de Sheldon Cooper. Más valioso que el dinero es la recuperación de la esencia que se vino construyendo desde hace más de 80 años.
El lado opuesto está cuando el dinero se impone sobre esta construcción de cultura y aquí pondremos de ejemplo la última edición del Salón de Ocio y la Fantasía (SOFA), que volvió a llenar de gente cada esquina de Corferias durante sus cinco días de integración.
Antes de hablar de opuestos, es importante rescatar la labor que ha hecho SOFA por brindar un espacio a la cultura geek durante tantos años; verla crecer exponencialmente es un acto de magia. Fueron más de 300 actividades entre charlas académicas, espacios de participación con grupos de fanáticos, torneos de videojuegos, ilustración, cuentería, pasarela, magia, escritura, juegos de rol, trivias, deporte y conciertos, los que adornaron parte de este espacio de integración cultural.
¿Entonces en dónde está ese opuesto? Son varios factores que lo argumentan y se dan con el tiempo. Empecemos por lo básico: la entrada individual para poder disfrutar de los espacios se cobra, pero también la participación de las actividades de integración. Algo no cuadra, ¿verdad? Es como pagar una entrada que cubre todo en un parque de atracciones y, adicional a eso, pagar por cada atracción. #FuckLogic #BitchBetterHaveMyMoney
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Por otro lado, las activaciones de marca solo se quedaron en eso, en activar una marca, nada novedoso. Solo estuvieron ahí para mantener al público enganchado a sus productos. La cantidad excesiva de personas en cada espacio hacía del disfrute de los espacios una labor bastante tediosa. ¿Creían que los trancones de personas eran solo un chiste? Pues no, los hubo en forma de bloques de familias moviéndose de a medio metro a la vez.
Pero está bien, se puede tolerar el paso lento pues se está pagando por estar ahí, sobre todo para aquellos que querían el paquete completo de cinco días. Lo que arruina totalmente la experiencia y la expectativa es ver lo mismo de siempre año tras año, con mínimas excepciones de cambio. Esto se da principalmente con la parte comercial, aquellos que, sin importar las convenciones, siempre están ahí con los mismos productos… de la competencia. *Inserte emoji de apague y vámonos, aquí*
Lo valioso de este fenómeno es la gran acogida al emprendimiento y es importante destacarlo. No es fácil encontrar en un día casual tantos lugares para lucrar ese geek interno con uno que otro producto. Pero esa experiencia queda devastada al ver lo mismo cada tres espacios comerciales y aún más con la exagerada insistencia de varios “emprendedores” por hacer un gasto en sus respectivos lugares de venta. Además era casi imposible apreciar con calma los productos por la cantidad de personas, las cuales, al mejor estilo de transporte público colombiano, solo empujaron para pasar.
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¿Hay falta de cultura en un lugar abierto para motivar la misma cultura? ¿En dónde queda la creatividad de los que están emprendiendo? ¿Se convirtió todo en un simple negocio? ¿Para qué pagar una entrada si la gran mayoría de actividades de intervención se van a cobrar? ¿Corferias ya es un espacio muy pequeño para la cantidad de personas que asisten día a día a SOFA? ¿Realmente las personas saben lo que es la cultura geek o solo van por desparche y ver disfraces bonitos? ¿Las personas entienden la diferencia entre cosplay y disfraz? Interrogantes que quedan después de disfrutar a medias los cinco días de uno de los más importantes espacios para la cultura geek en el país.
Veamos el contexto con el que abrimos este análisis. La exagerada búsqueda por llenar los bolsillos hace que se pierda la intención natural de compartir un gusto en común, se le pierde afecto en la medida en que se convierte en algo meramente comercial. Ahora vemos una nueva “era dorada” para las adaptaciones en el cine, pero tarde o temprano va a empezar a decaer. ¿Cuándo? En la medida en la que solo se piensa en dinero y no en una pieza de calidad con una narrativa coherente. Pasa en todos los ámbitos, como con la recién lanzada Venom o con el próximo relanzamiento de Deadpool 2 en tono familiar para que la puedan ver públicos de todas las edades. Aquí no se está motivando el aprendizaje de una cultura que nació hace más de 80 años, solo se trata aprovechar al máximo el potencial de la sociedad de consumo en este mundo geek que tanto se viene explotando desde finales del siglo XX. ¿Realmente se está construyendo una cultura geek hoy en día?