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Rock al Parque 2023: reflexiones finales de la edición de las multitudes

Rock al Parque 2023 cruzó una barrera de público, a pesar de las críticas de siempre. ¿Qué nos dejó esta nueva edición del festival? ¿Cómo podemos mejorar y seguir sumando a este inmenso público de lo alternativo?

Rock al Parque 2023 día 3
Foto del tercer día de Rock al Parque 2023, con invitados como Los auténticos decadentes, Aterciopelados, Julieta Venegas, Armenia, El Kanka, Los Punsetes, Laura Sam y más.
// Natalia Pedraza Bravo

Rock al Parque es como la Navidad de los festivales en Bogotá. Lo anhelamos durante todo el año. Los más devotos hasta le escriben cartas al Niño Dios, pidiendo que esta vez sí les traiga al headliner norteamericano que siempre quisieron ver (aunque sabemos que no alcanza para tanto).

En las vísperas del festival, cuando ya conocemos el cartel, siempre hay dudas. Y aunque a muchos no les hayan traído lo que esperaban, cuando uno destapa una caja de regalos siempre se agradece y se celebra. Esta es una fiesta con la familia cercana y lejana, en la que los hijos y los nietos del rock se pelean con sus mayores, y a la que siempre llegan más invitados: este 2023, dicen, fue la edición más multitudinaria, con 360.000 personas asistiendo durante los tres días. Fueron 60.000 más que hace un año, cuando el festival alcanzó 300.000 asistentes en cuatro días.

La disputa por lo que ocurre en Rock al Parque, por siempre querer algo mejor, es la que nos recuerda que todos participamos en la fiesta, que nos estamos formando como público, como trabajadores de la música, como artistas, pero, sobre todo, como ciudadanos.

Esta edición, en la que la curaduría y muchos de los equipos de trabajo (producción, prensa, etc.) que lo hicieron en años anteriores cambiaron, la fuerza que mueve al evento, el público, se mantuvo firme. Vimos escenarios llenísimos, pogos tempraneros, tránsito permanente y multitudes saltando y cantando con Overkill, LosPetitFellas, Los Pericos, Aterciopelados, Julieta Venegas y Los auténticos decadentes.

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Después del banquete festivalero, estas son las reflexiones finales del equipo de Shock que cubrió el evento sobre la curaduría, la experiencia y el cuidado en la fiesta más grande de todos los ciudadanos de Bogotá.

Por una curaduría menos tímida contra el rockismo

Cada vez sospecho más de la existencia de quienes pelean tanto por el número de guitarras o el rockerometro de los artistas de las tarimas vecinas. "Que se llama rock al parque y no reggae-ska-pop-cumbia-electrónica al parque", dicen. Y que X o Y artista no debería estar en el festival.

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El rockismo es un término que empezó a usarse en los 80, pero que, a mi juicio, fue mejor explicado y pensado a mediados de los 2000 (acá pueden leer más en en una clásica columna del New York Times) cuando se hizo fuerte la tensión entre el rock y el rap. Un rockista es quien cree que la música que escucha está en una escala superior de valores vaporosos como la calidad o la autenticidad sobre la que oyen los demás. Esa música, por lo general, la hacen cuatro o cinco hombres con guitarras y baterías.

Suena contradictorio, pero Rock al parque es el mejor escenario para mostrarnos que el mismo rock (o como le quieran llamar) puede acabar con el rockismo. Desde hace tiempo hemos visto cómo los géneros (vistos de la forma tradicional) ya no son el mejor modelo clasificatorio para ordenar la parrilla de un festival (Pasen a leer: ¿Importan los géneros?). Este año, por ejemplo, vimos un formato de Junior Zamora (a quien se asocia más al R&B) en el que rugían las guitarras y las baterías; también la aplanadora orquestal de LosPetitFellas, frenteada por un rapero. Incluso el sábado vimos variantes más específicas dentro del "día del metal" (acá lo explican mejor).

Los géneros se han ramificado tanto que cada vez tiene menos sentido pensar en “el día" o en "la tarima" del género. Y si hay que pensar en los fundamentalistas, hay que pensar en los fundamentalistas verdaderos, a los que no les interesa lo que suena en la tarima de al lado. Los puristas que no pueden convivir con la existencia de otros ritmos son los que dudan, y quieren tener el deseo lejos, quizá dudan de sí mismos. // Por Fabián Páez López

Géneros y paridad

Un año más en el que Rock al Parque se llena completamente los tres días a pesar de las críticas al momento de sacar el cartel. Un año más con una discusión agitada alrededor de la diversidad de géneros musicales de las últimas ediciones vs. la cantidad de público. La asistencia masiva es la muestra de que Rock al Parque evoluciona al tiempo que el consumo. Debemos pensar en el impacto que tiene para otras generaciones y regiones que el festival gratuito más grande de Latinoamérica le abra espacios a nuevas propuestas musicales.

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Ahora, la discusión de la paridad de género sigue vigente. Otra vez las cifras no están ni cerca a ser equitativas y, aunque a mucha gente le parezca así, no es porque no haya suficientes propuestas musicales de mujeres que se han abierto camino con las uñas. Rock al Parque es, también, un espacio para repensarnos la forma en la que consumimos música en vivo. // Por Valentina Alfonso

Hay que mejorar el sonido y la producción (otra vez)

Rock al Parque es un festival producido por IDARTES. Este año hubo un cambio significativo en el equipo encargado del festival. Tanto los departamentos de booking como de producción tuvieron modificaciones que percibimos de muchas formas. En años anteriores, la producción ya había alcanzado una madurez moderada en términos de sonido, distribución del espacio, circulación, experiencias y otros aspectos. Sin embargo, este año percibimos un reinicio preocupante en el diseño de la producción del festival.

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Problemas como el sonido entrecruzado, la falta de señalética y una dirección de arte escasa nos llevan a cuestionar el modelo de producción de IDARTES. ¿Será que cada persona en el equipo aporta sus contactos y conocimientos, para luego llevarse consigo esa experiencia? ¿O debería IDARTES consolidarse como una empresa productora donde se preserve todo el conocimiento necesario para llevar a cabo un festival de esta envergadura y continuar con la mejora constante del evento? // Por Nicolás Pava

Mejores salidas para las multitudes
Dicen que el lunes festivo hubo más de 160.000 personas en el Parque Simón Bolívar, pero no se tuvo en cuenta que al encuentro asisten personas de todas las localidades de Bogotá. Al salir, en la noche, no había muchas rutas activas de SITP y la estación de Transmilenio más cercana -la del Movistar Arena- estaba cerrada antes de las 11 de la noche. Hay que decir que el acceso a taxis y transporte privado era difícil. No puede volver a ocurrir que las personas no tengan opciones para regresar a sus hogares después de participar en el festival. La fiesta es de la ciudad entera. // Por Sebastián Peña

La oferta local y el apoyo a Palestina

Emociona ver cómo, a la par con el crecimiento del festival, también crecieron varios proyectos de la música nacional que lograron convocar un gran número de personas. LosPetitFellas y Armenia mostraron shows sólidos que no tenían nada que envidiar a ningún artista internacional. Es un paso importante para seguir consolidando una escena local.

Fue interesante ver cómo muchos artistas dedicaron algunos minutos de su show para mostrar su apoyo a Palestina. Fueron momentos que demostraron el compromiso político de muchos artistas, que el público también estaba esperando.

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Este año, Rock al parque logró complacer a los fans asiduos del festival de varias décadas con artistas como Aterciopelados o Los Auténticos Decadentes, sin dejar de lado la formación de nuevos públicos. Junior Zamora o Las guaguas del punk fueron dos artistas que lograron reunir un buen número de asistentes que tal vez visitaban por primera vez Rock al parque y definitivamente lo seguirán haciendo. // Por Paula Ricciulli

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