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“Ser una mujer-anuncio no cuadra conmigo”: Ana Curra

La leyenda del post punk español aterriza por primera vez en Colombia para Rock al Parque 2023. Antes de su actuación, nos contó cómo prioriza su integridad artística sobre el brillo mediático y el dinero. Perfil de una mujer que desafía el olvido, eligiendo su propia voz en lugar de la fama.

Ana Curra a propósito de Rock al Parque 2023
Ana Curra presentando su gira El Acto (año 2012) en España
// Gaudiramone. Fotos publicadas en el blog Qlio, Instagram GaudiRamone bajo licencia Creative Commons

Ana Curra pudo haber seguido el camino de Madonna, convertirse en el rostro de numerosas marcas y exprimir la etiqueta de reina del punk para amasar dinero.

En lugar de eso, eligió un camino menos transitado. A sus 64 años, viaja en autobús para impartir clases de piano en un conservatorio a 47 kilómetros de Madrid y sigue rechazando ofertas para promocionar productos.

Es una leyenda del post punk hispano. Es una mujer que ha sobrevivido a sí misma, a sus abismos existenciales y a la muerte de tres hombres que amó con delirio.

Aunque pocos la conocen en Colombia, es uno de los grandes nombres de Rock al Parque 2023.

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La artista desempeñó un papel crucial como compositora de El Acto (1982), el único álbum que grabó la mítica banda Parálisis Permanente.

Ese disco, piedra fundacional del post punk español, transcurre en una especie de jardín de las delicias que pone en tensión la euforia y el abatimiento del sexo, la belleza y la laceración del amor, la mortalidad y la inmortalidad de las drogas; en definitiva, las contradicciones de la vida cuando aspiramos a vivir en éxtasis.

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Ana Curra en la exhibición "Bowie Taken By Duffy" en Madrid
Ana Curra en la exhibición "Bowie Taken By Duffy en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, España. Marzo 14 de 2023.
// Beatriz Velasco/Getty Images

Con voz pausada y expresión elegante, desde su casa en Madrid, Ana Curra me cuenta que, a través de El Acto, buscaron confrontar las convenciones impuestas por la educación y la religión, legados de la era franquista, al contraponer los valores de la vida y la muerte.

“Nos atrevimos a probar. Nos saltamos todo eso que te dicen por sistema que es malo y el resultado está en nuestro disco”.

En ese momento, cuando florecía la Movida Madrileña, un movimiento contracultural que sacudió a España durante la transición a la democracia, ella y su grupo descubrieron el concepto de independencia. Renunciaron al tiempo libre y a delegar en otros las decisiones creativas de su proyecto para fundar su propia estética.

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Mientras vivía una historia de amor y rock con Eduardo Benavente, líder de Parálisis Permanente, la independencia se convirtió en una necesidad-deseo, porque en un contexto diferente no habrían podido crear la música que deseaban. Ya habían estado con Alaska y Los Pegamoides en una multinacional y sabían que a ninguna le iba a interesar el sonido experimental y las letras retorcidas del grupo, por lo cual crearon Tres Cipreses, el primer sello discográfico independiente que existió en España.

Con 24 años, en una época en la que se escaseaban los referentes femeninos en el punk, Ana Curra se transformó en un ícono no solo por su imagen seductora y siniestra, sino por su capacidad en el piano, que estudió en el conservatorio de El Escorial, y la autenticidad de sus composiciones. Siempre creyó que el exceso de razón aniquilaba la actuación libre, por eso confió a muerte en su intuición artística.

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Su formación musical y su falta de ambición por el dinero le han permitido mantener la independencia hasta hoy, cuarenta años después de haber arrancado su carrera musical, según dijo en entrevista al periódico El País.

Al preguntarle sobre este tema, sobre su búsqueda de prestigio antes que de fama, me dice:

La palabra libertad es demasiado terrible por inalcanzable. Sin embargo, mi trabajo como profesora de piano me ha permitido pagar las facturas para luego, en el mundo de lo sublime, no convertirme en una mercancía. Ahí es donde ha radicado mi estrategia para decir no a muchas ofertas. Alucino con los artistas que se meten en la máquina de anunciar cualquier cosa y esponsorizar cualquier producto. Eso de convertirme en mujer-anuncio por dinero no cuadra conmigo. Choca con mi integridad. Solo colaboro con quien estoy alineada, con quien voy en mi camino elegido.

La artista ha desarrollado estrategias para mantener su espíritu libre, pero le ha costado contener los hachazos de la vida. Su vida ha sido una vida de golpes. Me dice que ha tenido muchos tropiezos, muchas caídas, antes de aprender.

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A sus 25 años, conducía un carro después de dar un concierto en la ciudad de León y perdió el control del volante. Su novio, Eduardo Benavente, salió disparado por el parabrisas, se fracturó las cervicales y murió. Tenía 20 años. Durante el duelo ella se enganchó a la heroína.

Una década más tarde, su nueva pareja, el poeta y rockero El Ángel, murió de sida. Tenía 33 años. La anestesia volvió a ser la heroína. Hace unos años, tuvo que amortiguar el fallecimiento por un linfoma cerebral de la persona que le presentó el rock en la adolescencia, su hermano Javier. “Soy una persona determinada, tremendamente vitalista, quizás eso me ha ayudado a sobrevivir”, me dice.

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Pero ella no se limita a vivir de su legado como integrante de un grupo que marcó a fuego a cuatro generaciones, también continúa haciendo música.

En 2021, lanzó Hiel, una sinfonía chamánica de 6 minutos y 30 segundos que homenajea a los adultos mayores que murieron por el Covid-19 en completa soledad y sin entender ante que estaban. Luego, en 2022, volvió al ruedo con Aphrodita la Monarca, un sencillo cyberpunk que cuestiona la naturaleza destructiva de los humanos.

Ahora se le ve en los escenarios con la energía vital que le ayudó a encajar los golpes de la vida y a construir su propio nombre. Ya no es la novia de Eduardo Benavente ni la tecladista de Los Pegamoides. Es Ana Curra. Viste minifalda de cuero y ligueros, como hace cuatro décadas, corretea de un lado al otro en la tarima, toca el teclado, canta, saluda, lanza patadas al aire. Como los grandes performers, entra en un trance teatral hasta alcanzar la inocencia de un niño que juega.

Siempre juega, aunque seriamente, y le da igual el olvido del público. Por eso es una estrella. Pero no una estrella pop.

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***

William Martínez, colaborador habitual de Shock, le ha seguido de cerca la pista a Rock al Parque. En 2020 escribió esta historia, una de las más leídas de los especiales de Shock: Andrés Orjuela, un sobreviviente a Rock al Parque 2006.

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