Nomadland , película de la directora china Chloé Zao, fue la elegida del año pandémico para embolsillarse tres de las estatuillas más importante de los Oscar 2021 : Mejor película, Mejor dirección y Mejor actriz protagónica. Y no era para menos. Es una historia conmovedora que juega con el acercamiento a una comunidad nómada real: los que le huyen a la crisis. Acá nuestra crítica de la película más premiada de 2021.
Por Fabián Páez López | @davidchaka
Protagonizada por la ganadora del Oscar Frances McDormand (De fama Fargo o Tres anuncios por un crimen), Nomadland cruza la ficción íntima de su personaje principal, Fern, con las vidas de un grupo de actores naturales pertenecientes a una comunidad de nómadas que viven en buses, tráileres o casas rodantes y que, según cita BBC Mundo , está constituida por al menos 1 millón de ciudadanos en Estados Unidos.
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El desplome económico de una zona rural en el estado de Nevada, luego de la crisis de 2008, empujó a Fern a una vida itinerante. Perdió a su esposo, su empleo, vendió lo que le podía y empacó sus pertenencias en una apretada pero bien cuidada casa/furgoneta para rodar por el país, buscando dónde parquear y trabajar temporalmente en empleos precarios.
Si quieren ahondar en el sentimiento de empatía: su vida es básicamente la de un freelance que vive en arriendo y paga el metro cuadrado a precio de Bogotá.
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En el viaje, retratado con finura y naturalidad inmersiva al estilo documental por Chloé Zao, Fern se encuentra con un grupo de nómadas reales. Y es aquí donde se desdibuja la frontera con la ficción, pues McDormand en realidad viaja y toma esos trabajos. Actúa de sí misma, o mejor: hace de observadora participante y se involucra con las dramáticas historias de esta comunidad rodante de los Estados Unidos.
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Ese es el gran mérito de la directora Chloé Zao. Lograr un doble abordaje que parte del drama interno y emotivo de Fern, del silencio de su vida solitaria en la carretera, pero que ejemplifica una experiencia compartida y comunitaria. Pues, si bien se trata de un grupo de nómadas, sus pasados y sus camiones convergen en el camino o en encuentros de apoyo.
La película es, de hecho, la adaptación del libro publicado en 2017 por Jessica Bruder, Nomadland: Surviving America in the Twenty-First Century, protagonizado por un grupo de personas mayores que, tras el periodo conocido como la Gran Recesión de 2008, adoptan el estilo de vida nómada para huirle, más que a la crisis, a las demandas de consumo que los llevaron a ella. Linda May, Charlene Swankie y Bob Wells (líder del grupo de apoyo de nómadas), los personajes centrales del libro, se interpretan a sí mismos en Nomadland.
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En una primera lectura, ese peregrinaje permanente pareciera encajar en la categoría de “lifestyle” que tanto llama la atención entre los usuarios de Instagram , una especie de modo de vida despreocupado, viajero, alternativo, neohippie. Para un consumidor inocente este nomadismo podría interpretarse como una búsqueda de la libertad, como si se tratara de la película que le ponen a ver a los emprendedores: En busca de la felicidad.
Pero lo que vemos en la cinta está lejos de ser un viaje como el de los que embuten sus "nuevos retos, nuevos paisajes, nuevas experiencias" en el interminable "feed" de Instagram. Nomadland es una historia de supervivencia, miedo y hastío con el sistema de valores gringo. No hay que olvidar que las crisis recientes han sido ocasionadas por los defensores del mismo significante, "la libertad", pero de mercado.
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Volvamos a Nomadland para hablar de ello.
Cuando el camión de Fern falla y tiene que visitar a su hermana, quien tiene un hogar arquetípico y hasta la alaba irónicamente por su "salvajismo", explota durante una conversación casual en la que su cuñado presume de sus inversiones en el negocio de la finca raíz. (¿Les suena The Big Short, la película? Si no, vayan a verla para darle contexto a la crisis de 2008).
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Si bien el nomadismo en Estados Unidos es, para unos pocos, una excentricidad, tanto la historia de ficción como la vida real de los viajeros que se encuentran en el camino se presentan más como un excedente obsceno del capitalismo. Los nómadas gringos son los outsiders de la demanda por estabilidad y acumulación de capital, desertores de la búsqueda de la libertad en los términos gringos por excelencia.
La subversión del nómada no es la búsqueda de una especie de "nueva libertad" (palabra que tan bien les suena a los neoliberales). Fern está más que atrapada en un nuevo orden: escoger trabajos precarios estacionales para sobrevivir con lo mínimo. Esperar que llegue la temporada de bonanza en Amazon para que llegue un cheque medianamente decente en navidad.
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Pero remover una pieza de ese rígido engranaje aspiracional, el del sueño americano, es sin duda un buen recordatorio de la falta de libertad subyacente al modelo de realización casa, pareja, hijos y un perrito en el jardín.
Cuando Fern ve la posibilidad de rehacer su vieja y estable vida en pareja, alerta spoiler, se da cuenta que ya no puede devolverse a la dependencia de la demandante mirada del Otro. La carretera como elección es un recuerdo constante. Y así cierra la brillante Nomadland, en la carretera, con una toma panorámica de la vía despejada.
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