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Las historias detrás de 'El Derroche' de Felipe Orjuela

El álbum del bogotano Felipe Orjuela son búsquedas musicales, caprichos y propuestas que nos guían por un códice de cumbia, charanga, descarga y electrónica. Acá lo presentamos canción por canción.

Felipe Orjuela
Con estas fotos en las calles de Bogotá, Felipe Orjuela presenta El Derroche, su nuevo álbum
// Por Jorge Moreno Blanco (Cortesía del artista)

No es un bar: entran José Antonio Ocampo, Hernán Boyero y Fruko a un romboy y… Olvidé cómo acaba el chiste, pero estos personajes son algunos de los que habitan el universo de El Derroche, el nuevo álbum de Felipe Orjuela, publicado por el Sello In-Correcto. 

Después de presentarLa Nueva Estudiantina Electrónica(2022) con el grupo homónimo, el músico bogotano vuelve como solista para guiarnos por un códice de cumbia, charanga, descarga y electrónica. 

Tanto los personajes que inspiran al autor como los ritmos con los que juega son disímiles, pero se cohesionan gracias al filtro de Orjuela, que no pretende viajar en el tiempo y alcanzar los gloriosos años 70 de los que bebe, sino que derrite el tiempo y las distancias para revelar cómo todas esas referencias están vivas en la Bogotá de 2023

Detrás de cada canción de El Derroche, que cuenta con colaboraciones de Gato ‘e Monte, Gabriela Ponce, Fintas e inDiazo, entre otros, hay teoría y práctica. 

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Son historias, búsquedas musicales, caprichos y propuestas que dan cuenta de un oído curioso y experimentado.

Y aunque no es necesario conocer el subtexto para apreciar el disco —y seguro los oyentes más expertos han sido capaces de producir este texto sin notas de pie de página complementarias—, leer a Orjuela sí enriquece la experiencia de escucha de un trabajo que destaca por su generosidad con sus fuentes e influencia; como es usual con Orjuela, exAguas Ardientes que en 2021 publicó Amargura Continental, sus canciones son collages que funcionan como cartas de amor dedicadas la música que lo inspiró. 

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Por eso, lo invitamos a compartir el andamiaje que sostiene cada canción de El Derroche, que pueden escuchar en todas las plataformas de reproducción musical.

El Derroche de Felipe Orjuela, canción por canción

  • El Derroche (La Brisa)
    Durante un tiempo, Gato e’ Monte y yo nos escribíamos décimas por WhatsApp. No importaba el tema, el juego era hacer versos, como en la música popular del Llano y la Costa. Y una vez, con unos versos, le dije que no se fuera más de fiesta: que no se dejara tentar por la brisa, porque después llegaba el derroche. 

    Los versos se convirtieron en una canción y él se montó con el instrumento que inventó, el chiflamero, una bandola con cuerdas dobles de nylon, un poco más grave; para mí podía cumplir el papel de un tres o cuatro cubano, pero con cuerdas colombianas.

    Terminamos haciendo una cancionsota con guacharaca colombiana, caja vallenata y guitarra eléctrica.

    Fue un diálogo musical de idas y vueltas con tres idearios sonoros muy claros: el son cubano, al estilo de Portabales y Matamoros; la atmósfera oscureta de Laba Sosseh, la Étoile de Dakar, Dexter Johnson y Gnonnas Pedro: estos grupos africanos que en los 70 hicieron son y montuno con guitarras eléctricas y una cosa mística, un duende particular; y la charanga costeña colombiana, que no es ni cumbia ni vallenato ni salsa, sino charanga. 

  • Manos Limpias (Cuentas Claras)
    Fue la primera canción que grabé del disco, el 31 de diciembre del año pasado. Tuvimos una sesión muy bonita, para acabar ese y empezar este año haciendo música. Y durante la sesión me estaba preguntando por la música electrónica de Colombia y América Latina, y lo del latin club.

    Pero yo no quería esa cumbia electrónica, ese downtempo relacionado al hipnotismo, eso que hemos explorado bastante durante los últimos veinte años, sino algo distinto: algo más rápido.

    Busqué otros ritmos colombianos que servían para la pista de baile y encontré referencias muy lindas, como el paseadito con bongó, con ritmo de gaita, y guarachas, al estilo de lo que hicieron en Medellín en los 70 el Grupo La Droga, Afrosound,  Leonello Y Sus Palos Nuevos; incluso Los Mirlos y Los Orientales de Paramonga. La idea era buscar ese ritmo y ver qué pasaba si le ponía un bombo para que hiciera el clásico four-on-the-floor.

    Desde ahí construí este tema, que es para la pista de baile y netamente tropical. Podría ser de hace cuarenta años, tiene los mismos elementos que había entonces: bombo, sintes, acordeón, samples, todo. Esa tradición pistera me interesa mucho, y en la historia de la música colombiana está presente también con Wganda Kenya, Fruko y los proyectos raros de Rafael Machuca en Barranquilla. 

  • Cumbia Boyera (Para mis Felos)
    Para mí, Hernán Boyero —el argentino que jugó en Millos y luego en Bolivia, donde se nacionalizó— es un incomprendido latinoamericano. Y mis amigos terminaron usando su apellido como sinónimo de que algo está muy flojo.

    Es mi forma de reírme de la canción, de decir que es chueca, no se sabe qué es. Pero es bonita porque exploro la cumbia como música latinoamericana, que va desde la Patagonia hasta Estados Unidos, que tiene distintos estilos. Y a mí me gustan todos: el sentimiento, el bombo grande, los jam blocks (estos bloquecitos de percusión) de la cumbia villera, que es la electrónica del pueblo para mí; el golpe de tambor alegre, patraseado, que en la canción lo toca Leo Huertas y le da un color palenquero de cumbia tradicional; y esa velocidad lenta de sonidero mexicano. 

  • La Yunta (Ya Viene)
    Según la tradición samplera del rap y la electrónica, quise buscar breaks de percusión, pero no de James Brown, sino colombianos.

    Pacho Galán, Orlando Fortich, la Montería Swing y Pedro Laza son grupos que también los tienen. Con esos samples fui construyendo la canción, y así le fui poniendo cosas encima.

    Este disco lo escribí desde el piano en su mayoría, entonces sobre el loop de percusión quise hacer un temita bailable, con un órgano estilo Polibio Mayorga, Tulio Enrique Galán o incluso Pacho Zapata. Para mí es un reto hacer melodías más atrevidas y salirme de lo que se espera de mí. Y bueno, invité a Gabi Ponce a grabar un clarinete que había imaginado y escrito, pero ella le dio un sentido propio e hizo suya la canción. Por eso es una colaboración. Sebastián Portilla grabó baterías y timbales y Roberto Leono tocó el tambor alegre estilo chalupero.

    Es una mezcolanza de ritmos, que incluye sintetizadores y órganos del estilo de cumbia peruana y ecuatoriana, ese lado andino que me llama la atención y seguramente exploraré pronto. 

Felipe Orjuela El Derroche
Felipe Orjuela presenta El Derroche, su álbum como solista
// Por Jorge Moreno Blanco (cortesía del artista)

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  • El Descontrol (Ya Llegó)
    Con Fintas teníamos la inquietud de hacer cumbia villera. Al final no salió, pero en el proceso encontramos la melodía de “El Descontrol” y al maquetearla pensamos en que llevara un rapeo encima. Dijimos que tenía que estar Indiazo, que ha sampleado música tropical colombiana con bombo y caja. Al final lo pensamos como un tema para la farra, con bombo gigante y el bajo filtrado abajo.

    Ese coro es el descontrol. Terminó siendo estilo sonidero mexicano, tipo la primera generación de Los Ángeles Azules, Very Be Careful o inclusive el Super Grupo Colombia. Yo hice todo menos rapear: bajos, guacharaca, timbal, sintetizadores, jam blocks, todo. El disco es colaborativo e incluye a mucha gente, eso es bonito, pero esta vez lo quise hacer solo. Salió sólido y permite mirar hacia adelante y decir que si un día quiero hacer un disco solo, lo puedo hacer. 

  • Romboy (La Glorieta)
    Hace año y medio estaba volviendo de un paseo y sentí que habíamos pasado por el mismo romboy quince veces. Entonces llegué a mi casa, enguayabado y cansado, directo a escribir esa canción.

    La palabra “romboy” me parece muy chévere. Es simpática: bien fea, pero hermosa. Round points, glorietas, de la nada aparece uno y no sabes cómo cogerlo, o tal vez soy yo que soy malo. Son bien extraños.

    Y “Romboy” es como una chicha, tiene cumbia acelerada estilo Orientales de Paramonga, y cosas de salsa: en Perú mezclaban ambos géneros en un mismo tema. Pedro Ocampo participa en el sintetizador con un solo una belleza y Nicolás Gómez grita incoherencias en pleno horario laboral. Estoy orgulloso del sonido vieja guardia que tiene. 

  • Atlántico Norte (La Crisis Del)
    Esta canción se la escribí a José Antonio Ocampo, exministro de los gobiernos Petro y Samper, prolífico economista y sociólogo que, además de haber estado en la ONU y dar clases en Columbia, aportó mucho a la historia económica del país con un libro que es una belleza y que escribió muy joven: Colombia y la economía mundial (1984).

    Más adelante, cuando empezó a escribir sobre macroeconomía internacional, acuñó un término muy bonito respecto a la crisis del 2008. Todo el mundo la llama crisis financiera global, pero en un pie de página él la llama la crisis del Atlántico norte, porque solo afectó a Estados Unidos y a Europa.

    En resumen: dejen de llamar global a un fenómeno que es local. Por eso hice una cumbia con acordeón, caja vallenata, conga, guacharaca: algo muy tradicional, como si fuera de hace cincuenta años. Por allá están los gringos con sus cosas, y nosotros acá estamos en otra vaina. 

  • Equis de Siete (Mala Cara)
    Es una manera bacana y un poco megalómana de acabar el disco. Nos faltaba un temita y propuse hacer una descarga al estilo de Alfredo Linares, un referente para mí, o de “Panamá está bueno y ma” de Los Exagerados de Panamá con El Chombo Silva.

    Hace rato quería hacer golpe, descarga, montuno, guaguancó. La compuse en media hora, se la pasé al productor del álbum Iván Medellín, fijamos una sesión y los músicos llegaron a tocarla sin conocerla.

    Fue como la vieja guardia de los 70, cuando llegaban los músicos, recibían los papeles, ensayaban dos veces y a grabar. Al final fue una sesión de cinco horas, improvisación que es música de pista. Quedó una chimba, suena a golpe viejo. Lo único nuevo es el piano, un sintetizador Yamaha DX7, el que usaban Fito y Charly, muy ochentero o que aparece también en el pop mundial.

    Acá suena salsero y, quién lo diría, tiene un golpecito de Grupo Niche, aunque yo no soy fan. Es bonito que tiene un sonido gigante, no suena a propuestas de salsa como la post timba, los grupos caleños o lo que se heredó de Los Van Van, sino que suena a golpe. Por eso quiero agradecer infinitamente al combo que tocó en “Equis de Siete”: Migue Rebolledo (La Pambelé), un gigante de la percusión; Nicolás Eckardt en los timbales; es una bendición para mí contar con Ucrós en el trombón; y Pablo Muñoz en el saxofón. incluso Daniel Duplat. Al final fue: ya hice cumbia, cosas chéveres, ahora te voy a dar una descarga salsera de cinco minutos. Tú verás qué haces.

***

En Shock nos gusta compartir música colombiana. Muchas veces se nos pasan cosas, pero nuestros favoritos siempre quedan registrados en la selección de lo mejor del año. Estos fueron nuestros discos favoritos de 2022. También, si quieren escuchar otros álbumes locales, les recomendamos ojear esta reseña de Afrocolombia, de Alexis Play.

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