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‘Medicine At Midnight’: el viraje fiestero y edulcorado de los Foo Fighters

En su décimo álbum de estudio, la institución global del rock alternativo decidió mitigar su clásica fiereza para adentrarse en un universo sonoro de coros pegadizos, atmósferas fiesteras y sutiles arreglos orquestales. ¿Funcionó la fórmula?

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The Foo Fighters en vivo desde Louisville, Kentucky
// Stephen J. Cohen/Getty Images

Diez minutos después de haber saltado a la tarima del Estadio El Campín de Bogotá, el primero de octubre de 2019, Dave Grohl y Taylor Hawkins lucían bañados en sudor de pies a cabeza. Fiel a su estilo, los Foo Fighters salieron con ganas de arrollar desde el minuto cero. El set era propicio: empezaron con All My Life, Learn to Fly, The Pretender y Run. Si hoy los de Seattle empezaran un concierto con los temas de su nuevo álbum, Medicine At Midnight (2021), nada de eso sería posible.

Por William Martínez

Para su aniversario 25 de carrera, la institución global del rock alternativo decidió suavizar la garra y el nervio tradicionales para adentrarse en un universo más pop y optimista. En 36 minutos de álbum, resuenan los coros pegadizos, las atmósferas tipo Let’s Dance de David Bowie, los sutiles arreglos orquestales y esa dosis de refrescante, de todo va a estar bien, propia del pop rock. Medicine At Midnight contó con la producción de Greg Kurstin (Adele, Taylor Swift, Lana del Rey) y su sello en los arreglos es más que evidente.

El décimo álbum de los Foo Fighters fue grabado hace más de un año en la casa de Dave Grohl ubicada en Los Ángeles. El líder de la agrupación analizó en retrospectiva el universo sonoro que construyó en las últimas dos décadas: por un lado, notó composiciones ruidosas y disonantes y a su vez melódicas, ligadas al hard rock y al punk rock, y por el otro, saltaron a su memoria composiciones acústicas y orquestadas. “Me di cuenta de que lo único que nunca habíamos hecho era un álbum fiestero, una especie de boogie rock, y pensé: ‘en lugar de hacer un disco acústico, en el que nos adentráramos en el ocaso de nuestra carrera, decidí que lo mejor era abrir la botella y celebrar’, declaró a NPR.

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Continuando con la tradición compositiva, Grohl grabó por su cuenta las maquetas y los riffs y luego los compartió con el resto de integrantes, quienes trabajaron individualmente en cada tema. De modo que cuando entraron a estudio la base era ya bastante sólida. El plan era lanzarlo en febrero de 2020 y embarcarse en una gira planetaria para celebrar su aniversario, pero llegó la pandemia. Por eso solo vio luz un año más tarde.

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Medicine At Midnight puede generar desconcierto y hasta cierta desconexión emocional, pues fue diseñado, como declaró Grohl, para ver estadios abarrotados de gente bailando, aplaudiendo y coreando, algo prohibido en el mundo actual. Foo Fighters preparó una fiesta de aniversario para otra clase de mundo. Hoy quizás, anclados en este trauma colectivo, no podamos corresponderles.

Hay que valorar, sin embargo, la rica variedad de este larga duración. Son nueve paisajes sonoros distintos; algunos con capacidad de convertirse en himnos pop rock (Shame Shame y Waiting On A War) y otros que rinden buenos tributos a ídolos disímiles de Grohl (No Son Of Mine hace un guiño a Motörhead, Medicine At Midnight a David Bowie y Cashing Birds a John Lennon). No estamos ante el mejor álbum de los Foo Fighters ni el más experimental, pero sí ante una verdad: los de Seattle, 25 años después de haber empezado, siguen vigentes y con ganas de desviar el camino.

¡La música nos une!

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