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Cabezote FEP 2024

El anti-existencialismo y la política detrás de Fruko y sus Tesos

La salsa picante de Fruko y sus tesos derretía las jerarquías que la tradición musical colombiana había impuesto y produjo un tipo de cinismo crítico liberador. A propósito de su paso por el Festival Estéreo Picnic 2024, analizamos la historia de una de las leyendas musicales del país.

Portada álbum Fruko el grande, de Fruko y sus tesos
Portada del álbum Fruko el grande, de Fruko y sus tesos
// Discos Fuentes

Si hablamos de Fruko y sus Tesos hay que hablar de salsa.

La salsa, según el New Grove Dictionary of Music and Musicians, es la combinación de géneros musicales de origen híbrido que van desde el son cubano, la guaracha, el mambo, el chachachá, los sonidos antillanos hasta pasar por el bossanova, el reggae, el jazz y el rock and roll.

El diccionario de la RAE, por otro lado, se refiere a la “salsa” como: 1) “una composición o una mezcla de varias sustancias comestibles que se hace para aderezar o condimentar la comida”; y 2) “esa cosa que anima o alegra”.

¡Sí!

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La salsa no solo abarca una variedad de sonidos y ritmos, sino que expresa un atractivo contagioso: el fervor y la manifestación gozosa que invita a las personas a bailar para sacarse los problemas y recuperar algo de alegría.

La salsa, por lo tanto, y como bien recuerda Andrés Caicedo en ¡Que viva la música!, no se trata de “sufrir me tocó a mí en esta vida”, sino de “agúzate que te están velando”.

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Esta forma radical de expresión, en la que el sufrimiento, el descontento, el dolor y el desamor se bailan, la encarna perfectamente una de las agrupaciones más emblemáticas del sonido salsero de Colombia, Fruko y sus Tesos.

La historia de Fruko y sus Tesos

Fruko y sus Tesos fue el humilde peón que emergió de los barrios bajos, la “negramenta” y el populacho (Julio Estrada, conocido como Fruko, por ejemplo, era el “todero” de Discos Fuentes de Medellín en los 60; el Joe Arroyo venía del barrio Nariño, uno de los lugares más marginales de Cartagena; y Wilson Manyoma, Saoko, provenía del barrio popular de la Alameda en Cali).

Pero la agrupación de repente pasó del inframundo al firmamento por la sola virtud de una estética destructora del “bien” y un sonido cósmico; un sonido bravo, picante y energizante que despertó del letargo a diferentes generaciones de jóvenes pobres, bohemios y desclasados en las décadas del 70 y 80.

El sabor y el tumbao del sonido de Fruko fue, al mismo tiempo, la cumbre de la indulgencia, el hedonismo y la resistencia que le permitió a esos espíritus jóvenes desesperados escapar del laberinto de la monotonía cultural y el existencialismo que les ofrecía la música en ese momento.

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Hablando de la vida de barrio en los años 50 de su Medellín natal, Julio Ernesto Estrada, Fruko, dice que los tangos eran “canciones de maleantes y camorristas”, y que la música mexicana que se escuchaba en la época como los corridos “también tenían ese mensaje, música de despecho, música para pelear, música triste”.

El escozor que le producía el tango y la carrilera al joven Fruko era producto de la asociación directa de estos dos géneros con emociones que generalmente llevaban al desprecio y al “pesar”.

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Y, en ocasiones, despertaban cierto sentimiento de rabia y desesperación por los golpes del destino, especialmente por el amor no correspondido, la muerte, la pobreza y la tragedia.

Pero Fruko y sus Tesos no estaba dispuesto a reproducir en su música la insulsa introspección y la aparente preocupación por un país que está más acostumbrado a acumular tragedias, a reciclar violencias y a apilar muertes.

Por el contrario, el sonido de Fruko era la contraparte y la respuesta al existencialismo hipócrita de otros géneros musicales que tenían como sustento creativo una sociedad que ha vivido “pensando” y “reflexionando” acerca de la “libertad”, la “igualdad”, la “reconciliación”, la “responsabilidad”, el trabajo, la “condición humana”, las mujeres y la sexualidad.

Nada de boleros, nada de tangos.

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La banda surgió después del periodo de la Violencia y durante el Frente Nacional, una etapa de reconciliación política y paz doméstica que le permitió a liberales y conservadores repartirse el poder cada cuatro años.

Mientras se ponía en práctica una singular forma de democracia constitucional en Colombia y se implantaban programas sociales y económicos diseñados para rehabilitar zonas del país golpeadas por la Violencia, los músicos de Fruko y sus Tesos producían un mar de fondo de actividad creativa que se proponía reclamar y celebrar este nuevo momento histórico.

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Por lo tanto, si el ritmo de la economía “crecía” gracias a las exportaciones de café y la manufactura de bienes de consumo durables, también crecía la caja de ritmos de la agrupación con el lanzamiento de su primer álbum en 1970, Tesura.

Tesura

El disco es un embate de timbales, ráfagas de trompetas, aluviones de bajo y torbellinos de piano, acompañados de la gran voz de Humberto Muriel y, que, puestos en un mismo plano permitían ir a la búsqueda de nuevas formas de éxtasis capaces de maravillar y enlazar los sentidos.

Portada del álbum Tesura de Fruko y sus tesos
Portada del álbum Tesura de Fruko y sus tesos
// Discos Fuentes

Esta primera visión de la banda ya exponía su extremo más furioso, el lado vistoso y reconfortante de un mundo que comenzaba a despertarse gracias a las descargas de energía producidas por cada nota.

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Los jóvenes reunidos en las esquinas, en los parques, en las verbenas al aire libre de ciudades como Medellín, Barranquilla, Bogotá y Cali encontrarían su propio nirvana y nuevas formas de placer en los compases de la música de Fruko y sus Tesos.

La entrega a la exaltación de los condenados —mientras se bailaba al ritmo de un nuevo estilo de música sincrética que se estaba confeccionando— se dio con el lanzamiento del segundo LP, A la memoria del muerto de 1972.

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A la memoria del muerto

Despojando a la música hasta su desnudez más esencial de mera actitud, ritmo y tumbao, el disco presenta un mensaje claro: ¡No más lamentos!

En la canción que da nombre al álbum, A la memoria del muerto, Edulfamid Molina Díaz, más conocido como Piper Pimienta canta:

Yo no quiero que me hablen / De pena ni sentimiento / Yo quiero vivir mi vida / Alegre, feliz, contento / El día que yo me muera / No quiero llanto ni rezo / Pregúntenle a Jaime Ayala / Que es ahora, el vivo muerto.

Como si se tratará de una especie de oda a los años de guerra y violencia bipartidista, la muerte recobraba no el tradicional sentido de dolor y tristeza, sino de alegría, seducción y comedia.

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La salsa brava, la salsa picante que emanaba de la banda no hizo más que derretir las jerarquías que la tradición musical colombiana había impuesto, pero, sobre todo, produjo un tipo de cinismo crítico que se burlaba de la figura épica del héroe positivo cuyo único objetivo era la búsqueda obstinada de una vida libre mediante el trabajo duro y el sufrimiento.

Fruko el bueno

La materialización de esta idea se dio en el quinto LP de la agrupación, Fruko el Bueno, “Ayunando” de 1973.

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En este álbum la banda ya contaba con la participación vocal del enorme Joe Arroyo —quién previamente había grabado los discos Fruko “El Bueno” (1972) y La Fruta Bomba (1972)— y el magnífico Wilson Manyoma, dos de las voces más polirrítmicas del país y capaces de desatar un nuevo ciclón de adrenalina mutante.

¿Por qué es que te resientes si apenas he llegado? / Sabes que estaba ausente y mi amor no ha cambiado / He vuelto lleno de cariño / Y con ansias de amarte y quererte más / ¡Epa! / Si lloras por capricho o por melancolía / Olvida ya la pena y vive el presente / He vuelto lleno de cariño / Y con ansias de amarte y quererte más

Así canta el Joe en la canción El Ausente, para recordarle a Adela que su tristeza y desesperación no es más que el producto de su quietismo contemplativo del pasado.

Este álbum comenzaría a consolidar el sonido de Fruko y sus Tesos, estableciendo una serie de elementos sonoros y rítmicos que, posteriormente, serían una marca registrada y característica de la agrupación.

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Por ejemplo, el coro de percusión menor y la fuerza de gravedad del sonido repetitivo de la batería le permitieron a la banda evolucionar en un plano vertical donde la energía asciende y desciende de forma continua y abrupta.

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Los estratos percusivos y los propulsores polirrítmicos se combinaron con el lado sórdido y viscoso de la alegría luminosa que proyectaban las letras de muchas de las canciones que la banda interpretaba —aunque, al menos, en sus primeros álbumes no fueran creación propias, sino prestamos de otras bandas.

La resistencia política de Fruko

Más que ganar amigos e influenciar gente, la música de Fruko y sus Tesos fue particularmente emblemática de un nuevo tipo de resistencia política centrada en las expresiones individuales del deseo.

Su foco en la “positividad” de la vida y la alegría no consistía en una simple negación de la situación de precariedad de las personas en el país, sino que iban encaminadas a promover la emancipación de las fuerzas sociales, económicas y políticas que atan e inmovilizan a las personas.

La música de la banda tenía como intención liberar el deseo para que las personas a través de la música se conviertan en “máquinas deseantes”, relacionándose y conectándose en la pista de baile con las otras “máquinas” sin complejos, ni represiones, ni restricciones.

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En el disco Fruko el bueno la banda produjo una serie de canciones que invitaban tanto a subir más el volumen como a poner “alguito” más pesado para vivir un momento realmente erótico.

Canciones como Rumbero soy, Cantando mi son me muero, Tania, Vamos a gozá y Rumbita Loca liberaban a las personas de la frustración de sus situaciones económicas, sociales y personales para catapultarlos al Olimpo de la gloria y el júbilo que solo el baile permite.

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Fruko y sus Tesos fue para muchos como “vivir un verano mágico”. Sus texturas musicales no fueron solo producto de la ilusión del supuesto “buen momento” que vivió el país en la década de los 70, ni tampoco la negación de la desigualdad y la precariedad que desde hace mucho tiempo hacen parte esencial de un país como Colombia.

Por el contrario, la música de Fruko y sus Tesos se constituyó en un conjunto de visiones sónicas sobre cómo asomar la cabeza para escapar de la violencia, la miseria y la desigualdad tan solo por un momento.

La “magia” se hacía realidad cuando sonaba esa maravilla de sabor, esa maravilla de tumbao.

Las personas solo necesitaban abrir sus sentidos y respirar el aire que el sonido de Fruko y sus Tesos generaba para terminar envueltos en sus perfumes y contemplar la dicha y el placer que producía la travesía por el paraíso perverso de la pista de baile.

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Además, aquí abajo el maestro Fruko habla de música y salud mental para Shock

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